/ lunes 2 de diciembre de 2024

Continúa la quiebra de negocios

Hay algo que al crimen organizado y al gobierno les importa muy poco: con la violencia, se genera miedo y el miedo hace que las inversiones económicas se vayan del estado. Pasa lo mismo con rubros como el turismo y los hoteleros lo saben muy bien: el gremio está a punto de la bancarrota.

En Culiacán, el hotel Ramada ya cerró y el San Marcos cerró una de sus torres para poder cubrir la poca demanda de cuartos que hay en la capital sinaloense debido a las condiciones de inseguridad que se mantienen un día sí y otro también.

La realidad es que en medio del conflicto armado todos pierden. El gobierno pierde la inversiones, los empresarios pierden sus negocios y los ciudadanos de a pie pierden lo poco que tienen: la seguridad y el bienestar.

Y son precisamente estos dos rubros, seguridad y bienestar, que los culiacanenses sienten que han perdido más. Están perdiendo el trabajo, la posibilidad de relajarse haciendo vida nocturna o simplemente estar en casa tranquilos porque no falta que una balacera rompa la calma del día.

Ni hablar de que vengan visitantes a la ciudad. Es precisamente que nadie puede o quiere venir a Culiacán lo que tiene a los hoteleros en la lona, quienes ya han tenido que despedir al 30 por ciento de su plantilla laboral.

¿Cuándo cierren todos los negocios que están a punto de bancarrota, cuando restaurantes, músicos, meseros, hoteleros y comerciantes ya no puedan sostenerse reaccionará el gobierno? Hasta la resiliencia debe tener límites. Si bien el espíritu de los sinaloenses ha sido titánico, no sabemos cuánto tiempo se pueda resistir el embate de esta violencia.

Maldita sequía

La falta de agua es el principal problema del campo sinaloense. No son las plagas.

El calentamiento global y la depredación de los bosques limitan que las cuencas se reabastezcan del vital líquido y dejen un panorama sombrío en la producción agropecuaria.

En el sur de Sinaloa, desde San Ignacio hasta Escuinapa la ganadería entró en una especial de dimensiones bíblicas por la falta del recurso hídrico, ya que si no hay agua no hay tampoco alimento para el ganado.

De tal grado es el problema que las reses de varios ranchos ganaderos han sido vendidas “a como están”, flacas, para que los productores por lo menos se queden con algunos pesos y no pierdan todo para no irse a la ruina.

La Secretaría de Agricultura y Ganadería de Sinaloa sabe del problema pero está amarrada de manos.

Con el diseño de la 4T, los grandes productores ganaderos no entran en el rescate. ¿Y qué sucede? Que si la producción ganadera no se recupera el problema se saldrá de control, de hecho ya lo está, pues la venta de miles de reses por falta de agua y alimento es una fotografía surrealista de la tragedia del campo sinaloense.

Las asociaciones ganaderas de los municipios del sur de Sinaloa no hayan cómo enfrentar el problema y para no hundirse se deshacen de sus hatos ganaderos, pa’ no perderle.

Y como una mala broma, las dos presas nuevas con las que cuenta Sinaloa, la Picachos y la Santa Maria, en Concordia y El Rosario, no tienen previstos a los ganaderos como una unidad de negocios con el riego de las aguas de ambos embalses.

Desde el Gobierno federal de seguro se tiene el dato, pero no lo toma en serio o solamente lo quiere rodear para no enfrentar un nuevo problema en el campo mexicano.

Los ganaderos deben construir un frente común para que las autoridades federales tomen el asunto prioritario.

Una de las políticas públicas prioritarias de la Cuarta Transformación es precisamente esa, la seguridad alimentaria, liderada por cierto por un sinaloense, el doctor Julio Berdegué Sacristán.

Hay algo que al crimen organizado y al gobierno les importa muy poco: con la violencia, se genera miedo y el miedo hace que las inversiones económicas se vayan del estado. Pasa lo mismo con rubros como el turismo y los hoteleros lo saben muy bien: el gremio está a punto de la bancarrota.

En Culiacán, el hotel Ramada ya cerró y el San Marcos cerró una de sus torres para poder cubrir la poca demanda de cuartos que hay en la capital sinaloense debido a las condiciones de inseguridad que se mantienen un día sí y otro también.

La realidad es que en medio del conflicto armado todos pierden. El gobierno pierde la inversiones, los empresarios pierden sus negocios y los ciudadanos de a pie pierden lo poco que tienen: la seguridad y el bienestar.

Y son precisamente estos dos rubros, seguridad y bienestar, que los culiacanenses sienten que han perdido más. Están perdiendo el trabajo, la posibilidad de relajarse haciendo vida nocturna o simplemente estar en casa tranquilos porque no falta que una balacera rompa la calma del día.

Ni hablar de que vengan visitantes a la ciudad. Es precisamente que nadie puede o quiere venir a Culiacán lo que tiene a los hoteleros en la lona, quienes ya han tenido que despedir al 30 por ciento de su plantilla laboral.

¿Cuándo cierren todos los negocios que están a punto de bancarrota, cuando restaurantes, músicos, meseros, hoteleros y comerciantes ya no puedan sostenerse reaccionará el gobierno? Hasta la resiliencia debe tener límites. Si bien el espíritu de los sinaloenses ha sido titánico, no sabemos cuánto tiempo se pueda resistir el embate de esta violencia.

Maldita sequía

La falta de agua es el principal problema del campo sinaloense. No son las plagas.

El calentamiento global y la depredación de los bosques limitan que las cuencas se reabastezcan del vital líquido y dejen un panorama sombrío en la producción agropecuaria.

En el sur de Sinaloa, desde San Ignacio hasta Escuinapa la ganadería entró en una especial de dimensiones bíblicas por la falta del recurso hídrico, ya que si no hay agua no hay tampoco alimento para el ganado.

De tal grado es el problema que las reses de varios ranchos ganaderos han sido vendidas “a como están”, flacas, para que los productores por lo menos se queden con algunos pesos y no pierdan todo para no irse a la ruina.

La Secretaría de Agricultura y Ganadería de Sinaloa sabe del problema pero está amarrada de manos.

Con el diseño de la 4T, los grandes productores ganaderos no entran en el rescate. ¿Y qué sucede? Que si la producción ganadera no se recupera el problema se saldrá de control, de hecho ya lo está, pues la venta de miles de reses por falta de agua y alimento es una fotografía surrealista de la tragedia del campo sinaloense.

Las asociaciones ganaderas de los municipios del sur de Sinaloa no hayan cómo enfrentar el problema y para no hundirse se deshacen de sus hatos ganaderos, pa’ no perderle.

Y como una mala broma, las dos presas nuevas con las que cuenta Sinaloa, la Picachos y la Santa Maria, en Concordia y El Rosario, no tienen previstos a los ganaderos como una unidad de negocios con el riego de las aguas de ambos embalses.

Desde el Gobierno federal de seguro se tiene el dato, pero no lo toma en serio o solamente lo quiere rodear para no enfrentar un nuevo problema en el campo mexicano.

Los ganaderos deben construir un frente común para que las autoridades federales tomen el asunto prioritario.

Una de las políticas públicas prioritarias de la Cuarta Transformación es precisamente esa, la seguridad alimentaria, liderada por cierto por un sinaloense, el doctor Julio Berdegué Sacristán.