/ viernes 22 de noviembre de 2024

La voz del cácaro | Apaciguar a la Bestia

Tom Homan, el recién nombrado “zar para la frontera” por Donald Trump, se descosió contra el gobierno mexicano. Quizá la verdad más evidente, dicha por quien fuera el director del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos, fue que la mayoría de los políticos y los militares mexicanos son corruptos. ¡Zas! La presidenta Sheinbaum haría bien en ir a Washington a negociar, antes de que Trump cumpla lo que prometió

Todo pintaba de maravilla el miércoles de la semana pasada, allá en Tabasco, durante la conferencia de prensa del gobernador. Hasta que a un reportero malora, se le ocurrió preguntar al general Héctor Morán, comandante de la 30/a Zona militar, ahí presente, qué opinaba de las narcomantas, aparecidas recientemente, en las que el propio general es señalado de haber recibido dinero de parte de la maña, para que le fuera entregado al Secretario de Seguridad Ciudadana de Tabasco. Mi general soltó una carcajada, luego con ojos iracundos, se levantó de su silla y atajó: “No me voy a prestar a un juego. No le voy a dar vínculos ni voz a un delincuente ni a un cobarde…” “Tengo toda una vida entregada al servicio público.” “Si ustedes (la prensa) quieren, únanse a los cobardes”.

Pero no es la primera narcomanta que aparece para denunciar las maromas y andanzas de nuestros abnegados generales. Hace poco más de un mes, ya habíamos visto otra, solo que en Cotija, Michoacán. En esta se le recrimina al comandante de la 21/a Zona Militar, por haber violado una serie de presuntos acuerdos, relacionados con la entrada de un cártel de la maña al pueblo de Cotija. Como podría esperarse, en ambos casos el gobierno se hizo de la vista gorda. Pero el gobierno gringo no.

Urge ir a Washington

La respuesta vino hace unos días por parte Tom Homan, el temible nuevo “zar de la frontera”. Homan ya no se anduvo por las ramas y llamó a las cosas por su nombre. En un pod cast, producido por el hijo de Donald Trump, soltó que la mayoría de los políticos y los militares mexicanos son corruptos. Y que los únicos capaces de meterlos en cintura son los propios gringos. A la par y, a modo de amargo regalo de cumpleaños para el ex presidente López Obrador, el aún embajador gringo, Ken Salazar, llamó a una conferencia de prensa el pasado 13 de noviembre, para decirnos que México no es un país seguro y que la estrategia de abrazos y no balazos ha servido para un carajo.

Ante tamaños sombrerazos, bien haría la presidenta Sheinbaum en quitarse la máscara de la soberbia y los dogmas de un socialismo latinoamericano, caduco y ridículo, y viajar a Washington para hablar con Trump, antes de que éste asuma la presidencia Estados Unidos, el próximo 20 de enero. No se trata de ir a recibir órdenes ni jalones de orejas, sino de ir a proponer ideas y estrategias conjuntas para controlar dos monstruos que López Obrador dejó crecer y que hoy están devorando al país. Es decir, el crimen organizado y la migración masiva. Sería la oportunidad para que Sheinbaum demostrara su liderazgo y, por supuesto, apaciguara a la bestia.

Oportunidades

La presidenta no tendría que ir con Trump a venderle cosas imposibles. Pero tendría que prometerle que va a respetar la ley y que la va a hacer respetar con todo rigor, comenzando con varios de los siniestros personajes que conforman su partido, desde gobernadores hasta líderes parlamentarios. Y por supuesto, los militares. Bastaría con que Sheinbaum pidiera a los gringos una “lista negra” de los mexicanos que están siendo investigados por agencias como la DEA o el FBI. Y a partir de ahí que rueden las cabezas. Los gringos sólo tendrían que poner el lugar y la fecha, para subirlas a un avión y llevárselas a la temida corte de Brooklyn, o a donde les diera la gana.

Con el tema de la migración, Sheinbaum también podría usar la tecnología y el dinero de los gringos a su favor. Nomás hay que proponerles algo que sea factible y que les interese; algo como tomar por completo el control de la frontera sur de México, que es por donde entran miles de migrantes. No estamos hablando de levantar un muro físico, sino de un muro virtual, financiado por los gringos y operado por los ejércitos de México, Belice y Guatemala. Un muro virtual que permita controlar puntualmente el acceso a territorio mexicano, sin que el resto de Latinoamérica nos vea como “traidores”. En el caso de los militares, la presidenta podría proponer un acuerdo para que el ejército gringo mantenga, no una base, pero sí una oficina dentro de la Secretaría de la Defensa Nacional, con el compromiso de dar adiestramiento a nuestros soldados y efectuar operativos conjuntos. Tal y como ocurría en los años cincuenta del siglo pasado. La presencia de los gringos también sería un freno para nuestros generales, que como ya vimos, se las gastan (y luego se enojan, cuando les caen en la maroma).

La guillotina

En su reciente viaje a Río de Janeiro para asistir a la Cumbre de Líderes del G-20, la presidenta Sheinbaum se reunió con Joe Biden para hablar precisamente de seguridad y migración. Digamos que todo el teatro fue, más para sacarse la foto, que para tejer grandes acuerdos, pues Biden está a dos meses de irse. ¿Y Trump? Ése es con quien hay que sentarse a negociar largo y tendido. Es buen momento. Con una tercera guerra mundial en puerta, Estados Unidos necesita de aliados y socios.

Nos guste o no, las decisiones de Trump y su gabinetazo de ultraderecha tendrán un impacto muy profundo en el destino de México durante los próximos cuatro años. Ya se verá si Trump inicia su mandato haciendo efectiva la bravata de subir los aranceles a los productos mexicanos, o si lanza su guerra contra los cárteles de la droga. En cualquier caso, parece que no estará tranquilo, hasta que la presidenta Sheinbaum se atreva a sacar la guillotina y las cabezas comiencen a rodar.

Tom Homan, el recién nombrado “zar para la frontera” por Donald Trump, se descosió contra el gobierno mexicano. Quizá la verdad más evidente, dicha por quien fuera el director del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos, fue que la mayoría de los políticos y los militares mexicanos son corruptos. ¡Zas! La presidenta Sheinbaum haría bien en ir a Washington a negociar, antes de que Trump cumpla lo que prometió

Todo pintaba de maravilla el miércoles de la semana pasada, allá en Tabasco, durante la conferencia de prensa del gobernador. Hasta que a un reportero malora, se le ocurrió preguntar al general Héctor Morán, comandante de la 30/a Zona militar, ahí presente, qué opinaba de las narcomantas, aparecidas recientemente, en las que el propio general es señalado de haber recibido dinero de parte de la maña, para que le fuera entregado al Secretario de Seguridad Ciudadana de Tabasco. Mi general soltó una carcajada, luego con ojos iracundos, se levantó de su silla y atajó: “No me voy a prestar a un juego. No le voy a dar vínculos ni voz a un delincuente ni a un cobarde…” “Tengo toda una vida entregada al servicio público.” “Si ustedes (la prensa) quieren, únanse a los cobardes”.

Pero no es la primera narcomanta que aparece para denunciar las maromas y andanzas de nuestros abnegados generales. Hace poco más de un mes, ya habíamos visto otra, solo que en Cotija, Michoacán. En esta se le recrimina al comandante de la 21/a Zona Militar, por haber violado una serie de presuntos acuerdos, relacionados con la entrada de un cártel de la maña al pueblo de Cotija. Como podría esperarse, en ambos casos el gobierno se hizo de la vista gorda. Pero el gobierno gringo no.

Urge ir a Washington

La respuesta vino hace unos días por parte Tom Homan, el temible nuevo “zar de la frontera”. Homan ya no se anduvo por las ramas y llamó a las cosas por su nombre. En un pod cast, producido por el hijo de Donald Trump, soltó que la mayoría de los políticos y los militares mexicanos son corruptos. Y que los únicos capaces de meterlos en cintura son los propios gringos. A la par y, a modo de amargo regalo de cumpleaños para el ex presidente López Obrador, el aún embajador gringo, Ken Salazar, llamó a una conferencia de prensa el pasado 13 de noviembre, para decirnos que México no es un país seguro y que la estrategia de abrazos y no balazos ha servido para un carajo.

Ante tamaños sombrerazos, bien haría la presidenta Sheinbaum en quitarse la máscara de la soberbia y los dogmas de un socialismo latinoamericano, caduco y ridículo, y viajar a Washington para hablar con Trump, antes de que éste asuma la presidencia Estados Unidos, el próximo 20 de enero. No se trata de ir a recibir órdenes ni jalones de orejas, sino de ir a proponer ideas y estrategias conjuntas para controlar dos monstruos que López Obrador dejó crecer y que hoy están devorando al país. Es decir, el crimen organizado y la migración masiva. Sería la oportunidad para que Sheinbaum demostrara su liderazgo y, por supuesto, apaciguara a la bestia.

Oportunidades

La presidenta no tendría que ir con Trump a venderle cosas imposibles. Pero tendría que prometerle que va a respetar la ley y que la va a hacer respetar con todo rigor, comenzando con varios de los siniestros personajes que conforman su partido, desde gobernadores hasta líderes parlamentarios. Y por supuesto, los militares. Bastaría con que Sheinbaum pidiera a los gringos una “lista negra” de los mexicanos que están siendo investigados por agencias como la DEA o el FBI. Y a partir de ahí que rueden las cabezas. Los gringos sólo tendrían que poner el lugar y la fecha, para subirlas a un avión y llevárselas a la temida corte de Brooklyn, o a donde les diera la gana.

Con el tema de la migración, Sheinbaum también podría usar la tecnología y el dinero de los gringos a su favor. Nomás hay que proponerles algo que sea factible y que les interese; algo como tomar por completo el control de la frontera sur de México, que es por donde entran miles de migrantes. No estamos hablando de levantar un muro físico, sino de un muro virtual, financiado por los gringos y operado por los ejércitos de México, Belice y Guatemala. Un muro virtual que permita controlar puntualmente el acceso a territorio mexicano, sin que el resto de Latinoamérica nos vea como “traidores”. En el caso de los militares, la presidenta podría proponer un acuerdo para que el ejército gringo mantenga, no una base, pero sí una oficina dentro de la Secretaría de la Defensa Nacional, con el compromiso de dar adiestramiento a nuestros soldados y efectuar operativos conjuntos. Tal y como ocurría en los años cincuenta del siglo pasado. La presencia de los gringos también sería un freno para nuestros generales, que como ya vimos, se las gastan (y luego se enojan, cuando les caen en la maroma).

La guillotina

En su reciente viaje a Río de Janeiro para asistir a la Cumbre de Líderes del G-20, la presidenta Sheinbaum se reunió con Joe Biden para hablar precisamente de seguridad y migración. Digamos que todo el teatro fue, más para sacarse la foto, que para tejer grandes acuerdos, pues Biden está a dos meses de irse. ¿Y Trump? Ése es con quien hay que sentarse a negociar largo y tendido. Es buen momento. Con una tercera guerra mundial en puerta, Estados Unidos necesita de aliados y socios.

Nos guste o no, las decisiones de Trump y su gabinetazo de ultraderecha tendrán un impacto muy profundo en el destino de México durante los próximos cuatro años. Ya se verá si Trump inicia su mandato haciendo efectiva la bravata de subir los aranceles a los productos mexicanos, o si lanza su guerra contra los cárteles de la droga. En cualquier caso, parece que no estará tranquilo, hasta que la presidenta Sheinbaum se atreva a sacar la guillotina y las cabezas comiencen a rodar.