/ viernes 17 de noviembre de 2023

La voz del cácaro | Claudia en llamas

Al grito de “Clara ya gano… Clara ya ganó” las tribus morenistas interrumpieron el discurso de Claudia Sheinbaum en la Arena México la semana pasada. Todo ello previo a que Omar “Batman” Harfuch, el favorito de Sheinbaum, fuera descartado como candidato por parte de Morena para competir por la Jefatura de la Ciudad de México. Lo bajaron. Sheinbaum, con todo y bastón de mando, tuvo que apechugar. ¿Y si gana la presidencia en 2024, continuará apechugando?

Con el rostro descolocado y la furia contenida, Sheinbaum tuvo que aguantar vara mientras la Arena México se le venía encima. Como si los gritones supieran de antemano lo que habría de suceder al día siguiente. Y sucedió. García Harfuch se quedó con las ganas de ser Jefe de Gobierno. Me lo chamaquearon. Le dijeron que el primer paso era ganar la elección de la Ciudad de México y, luego, en el 2030, la Presidencia llegaría solita, como por arte de magia. Puras habas. ¿Pero quién manda a un policía a andar jugando a la política? Y menos cuando el policía en cuestión tiene un corrido tan largo. Hasta la maña lo acusó de que les bailó la nada despreciable cantidad de dos millones de dólares.

Por supuesto el descalabro no sólo fue para Harfuch, sino también para la principal promotora de su fallida candidatura. Después de toda esa faramalla ideada por el propio presidente, en la que le hizo la entrega simbólica del “bastón de mando” a Sheinbaum, lo cierto es que quien sigue al mando es él. Claro que como buen patriarca latinoamericano, manipulador y obsequioso, López Obrador accedió a que Sheinbaum apoyara a Harfuch en sus aspiraciones; pero al mismo tiempo, desde Palacio Nacional, el propio presidente se encargó de que los personajes más rancios de la cúpula de Morena se le echaran encima al súper policía. Lo hicieron pedazos. Hoy Harfuch no sólo no es el candidato, sino que de refilón la Fiscalía General de la República lo citó a declarar por el caso de espionaje Pegasus. Le quiso jugar al vivo y salió raspado.

La sombra del presidente

Aunque ante Xóchitl Gálvez, Sheinbaum muestra una clara ventaja ‑en las encuestas le saca más de veinte puntos‑ en los hechos su fragilidad ante su propio partido quedó demostrada. Eso obliga a preguntarse si en caso de ganar la Presidencia, Sheinbaum seguirá siendo leal al presidente o, si de plano, una vez que se vea con el poder en la mano, lo mandará al diablo. Y se harán las cosas como ella dice. Si lo hace, ganaría una enorme credibilidad y respeto, y muchísima confianza entre quienes no creen en la 4T. Si cuesta trabajo imaginar un rompimiento entre Sheinbaum y López Obrador, habría que traer a cuento lo que ocurrió cuando Ernesto Zedillo llegó a la Presidencia de México. En cuanto puso un pie en Los Pinos, Zedillo olvidó la docilidad y sacó las garras. Tras unos cuantos meses de gobierno zedillista, Raúl Salinas, el hermano incómodo de Carlos Salinas, el presidente saliente, ya estaba preso, acusado de haber sido el autor intelectual del asesinato de Francisco Ruiz Massieu, Secretario General del PRI en aquellos años. Fue tan poderoso el mensaje de Zedillo, que Carlos Salinas no tuvo de otra más que huir a Irlanda por un largo tiempo. Desde luego ya en el exilio se le quitó la calentura de seguir gobernando.

Si Sheinbaum ya como presidenta, insistiera en seguir al pie de la letra el proyecto obradorista y, peor aun, si permitiera que desde lo oscurito, López Obrador continúe gobernando, un vendaval podría caerle encima. Hay muchas cosas del obradorismo que no funcionaron ni funcionarán. Y deberían cambiar. El país ya no da para más experimentos ni ocurrencias, tipo Segalmex o el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. ¿Pero sacudirse al presidente saliente significaría romper con Morena? Quién sabe. Nuestros políticos no son de ideologías ni de convicciones muy profundas. El político mexicano es ladino, pero pragmático; va para cualquier lado y agita todas las banderas, siempre y cuando reciba su tajada.

Si no fuese así, las filas de Morena no estarían llenas de priistas arrepentidos. Así que en el caso de que Sheinbaum se amachinara del poder y desconociera a López Obrador, tal vez no tendría que preocuparse demasiado del partido; esos que hace una semana le gritaban en la Arena México, muy probablemente se alinearían por la derecha y se podrían a las apreciables órdenes de la nueva señora presidenta. Muera el rey, viva el rey. Algo parecido podría ocurrir con el Ejército. Un Ejército donde el Secretario de la Defensa es una especie de semidiós, omnipotente y omnipresente. Alguien con el poder suficiente para controlar a generales y oficiales de alto rango. Si el secretario está con la presidenta, el Ejército completo estará con ella. Claro que algo habrá que prometer. Habrá que seguir salpicando.

El camino a la Grande

A unos cuantos días de que inicien formalmente las precampañas, el panorama para Sheinbaum luce rudo. Por un lado, tendrá que capotear la presión de las tribus morenas y los humores del presidente, quien ya le dejó clarísimo que él pone y él quita. Y por el otro tendrá que enfrentar todos los días a la opositora Xóchitl Gálvez, que dicho sea de paso, nomás no da una, eso sí, se le ha soltado la lengua, como a Fox. Eso más los videos y audios (auténticos y fakes) que irán saliendo a lo largo del tortuoso camino hacia la elección, en los que veremos toda clase de chapuzas, componendas y cosas inconfesables en las que, de una forma u otra, la propia Sheinbaum y su gente más cercana se verán comprometidos. Suponiendo que una vez pasado el huracán de la campaña, Sheinbaum ganara la elección presidencial, probablemente llegaría muy debilitada para enfrentar el reto más grande de todos: recibir un país en llamas y tratar de gobernarlo.