/ viernes 13 de septiembre de 2024

La voz del cácaro | La Presidenta y los Generales

El pasado viernes, de forma inesperada, la presidenta electa tuvo a bien hacer público el nombramiento, tanto de su próximo Secretario de la Defensa, como del Secretario de Marina. No hubo conferencia de prensa ni mayores explicaciones. Tan sólo un escueto comunicado en las redes sociales. Tal parece que para Sheinbaum, a diferencia de López Obrador, el Ejército y la Marina son mucho menos importantes. ¿Y eso cómo afecta las nuevas reglas del juego?

Cuando Claudia Sheinbaum presentó a Omar García Harfuch como su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, lo hizo con bombo y platillo. Llamó a una conferencia y dejó que corriera el show. El mensaje estaba claro, Harfuch llegaba a su equipo para tratar de controlar, en la medida de lo posible, al “monstruo” de la delincuencia organizada. Pero la presidenta electa no sólo guardó las formas con Harfuch, fue igualmente obsequiosa con el resto de quienes conformarán su nuevo gabinete. Bueno, exceptuando al general Ricardo Trevilla Trejo y al almirante Raymundo Pedro Morales, los próximos titulares de la Sedena y de la Semar. Con ellos no hubo presentaciones personalizadas ni reflectores, sus nombramientos aparecieron en un boletín que circuló en las redes, como quien manda un tweet sin muchas ganas de que sea leído. En pocas palabras, Sheinbaum hizo a un lado al Ejército. Cosa que no deja de sorprender, pues contrasta enormemente con el trato preferencial y las prebendas que López Obrador dispensó a los militares durante sus seis años de gobierno. Los hizo empresarios y gendarmes. Y de refilón, hasta una línea aérea les dio, con todo y aeropuerto.

El corrido del general

No obstante los más de cuarenta años que el general Trevilla Trejo tiene de servicio dentro del Ejército, no se puede decir que pertenezca al bando de los generales “aguerridos”. Su perfil no es el de un militar que haya andado dando batalla, más bien su trayectoria está marcada por el desempeño de puestos administrativos y de comunicación. Años atrás, durante en el sexenio de Felipe Calderón, Trevilla Trejo fue también director de Comunicación Social de la Defensa. A la creatividad del general debemos aquella campaña propagandística, insignia de la inútil guerra calderonista contra el narcotráfico, cuyo eslogan reza “La Gran Fuerza de México”. En efecto, fue el propio general quien se encargó de darle exposición a un Ejército mexicano, que por mucho tiempo se mantuvo en las sombras. Le dio a los soldados un rostro y una personalidad mediática. Pero no todo es miel sobre hojuelas. Y es que el general también tiene uno que otro pecadillo en su haber, ¿y quién no?, como el hecho de que un año después de asumir el mando de la 43 Zona militar en Apatzingán (2017), fue relevado del cargo por haber sido señalado de tener vínculos con la maña. Por ahí hay una fotografía en la que se ve a la general echando una platicada con uno de los cabecillas del Cartel Jalisco Nueva Generación. Si como se especula, el nombramiento del general Trevilla le fue impuesto a Sheinbaum, se podría entender por qué la presidenta electa y, sus más cercanos, decidieron no concederle demasiada atención al personaje. Pero podría haber otro motivo aun más poderoso. Y tiene que ver con la estrategia de seguridad del nuevo gobierno.

El mensaje de la presidenta

Con Harfuch al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Sheinbaum apuesta por la misma fórmula que le dio ciertos resultados en la Ciudad de México. Es decir una policía civil con capacidad de investigación. Una policía al estilo de la vieja escuela, distinta a la Guardia Nacional. La idea de crear el Sistema Nacional de Inteligencia e Investigación Para la Seguridad Nacional hace pensar que el próximo gobierno pondrá energía y dinero en apoyar a Harfuch y a su gente. Con el ninguneo hecho al Ejército, la presidenta electa manda el mensaje de que, al menos en lo que respecta al combate a la delincuencia, Harfuch será la cabeza. Antes que cualquier otro, llámese el nuevo secretario de la Defensa o alguno de sus generales, en cuyas manos quedará la Guardia Nacional. Y eso sí que marcaría una diferencia entre la visión que tiene la presidenta electa respecto a la seguridad pública, y la visión que tiene el presidente que ya se va. Una visión que en el correr de un sexenio ha dejado más de ciento ochenta mil homicidios dolosos. Más los que se acumulen esta semana. También es cierto que al relegar el nombramiento del Secretario de Marina a un segundo plano, Sheinbaum subestima el hecho de que, a diferencia del Ejército, la Marina mantiene una relación cordial con las principales agencias de seguridad gringas, llámese la DEA y el FBI. Digamos que los gringos confían mucho más en la Marina que en el Ejército. Por eso no es casualidad que durante los grandes operativos contra la maña, en los que gringos y mexicanas han actuado conjuntamente, hayan sido elementos de la Marina y, no del Ejército, quienes salieran a rifársela.

La presidenta y el Ejército

Con todo y los desaires hechos al Ejército, Sheinbaum fue la invitada de lujo a la ceremonia en el Colegio Militar del pasado martes, donde más de veinte mil efectivos, le dieron la bienvenida como la futura comandante suprema de las Fuerzas Armadas. Ante la multitud dijo que se “fortalecerá a la Guardia Nacional”, pero no habló de qué papel jugarán los soldados en su estrategia de seguridad. En cambio, fue muy explícita al asegurar que los militares seguirán apoyando en la construcción de los grandes proyectos estratégicos, como los trenes de pasajeros y todas las ocurrencias que quedaron pendientes por terminar. Guste o no, con sus actos y palabras, Sheinbaum comienza a marcar distancia de las fuerzas armadas y del presidente. Pareciera tener en claro que un ejército no debe ser más que el brazo de un país, nunca la cabeza.

El pasado viernes, de forma inesperada, la presidenta electa tuvo a bien hacer público el nombramiento, tanto de su próximo Secretario de la Defensa, como del Secretario de Marina. No hubo conferencia de prensa ni mayores explicaciones. Tan sólo un escueto comunicado en las redes sociales. Tal parece que para Sheinbaum, a diferencia de López Obrador, el Ejército y la Marina son mucho menos importantes. ¿Y eso cómo afecta las nuevas reglas del juego?

Cuando Claudia Sheinbaum presentó a Omar García Harfuch como su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, lo hizo con bombo y platillo. Llamó a una conferencia y dejó que corriera el show. El mensaje estaba claro, Harfuch llegaba a su equipo para tratar de controlar, en la medida de lo posible, al “monstruo” de la delincuencia organizada. Pero la presidenta electa no sólo guardó las formas con Harfuch, fue igualmente obsequiosa con el resto de quienes conformarán su nuevo gabinete. Bueno, exceptuando al general Ricardo Trevilla Trejo y al almirante Raymundo Pedro Morales, los próximos titulares de la Sedena y de la Semar. Con ellos no hubo presentaciones personalizadas ni reflectores, sus nombramientos aparecieron en un boletín que circuló en las redes, como quien manda un tweet sin muchas ganas de que sea leído. En pocas palabras, Sheinbaum hizo a un lado al Ejército. Cosa que no deja de sorprender, pues contrasta enormemente con el trato preferencial y las prebendas que López Obrador dispensó a los militares durante sus seis años de gobierno. Los hizo empresarios y gendarmes. Y de refilón, hasta una línea aérea les dio, con todo y aeropuerto.

El corrido del general

No obstante los más de cuarenta años que el general Trevilla Trejo tiene de servicio dentro del Ejército, no se puede decir que pertenezca al bando de los generales “aguerridos”. Su perfil no es el de un militar que haya andado dando batalla, más bien su trayectoria está marcada por el desempeño de puestos administrativos y de comunicación. Años atrás, durante en el sexenio de Felipe Calderón, Trevilla Trejo fue también director de Comunicación Social de la Defensa. A la creatividad del general debemos aquella campaña propagandística, insignia de la inútil guerra calderonista contra el narcotráfico, cuyo eslogan reza “La Gran Fuerza de México”. En efecto, fue el propio general quien se encargó de darle exposición a un Ejército mexicano, que por mucho tiempo se mantuvo en las sombras. Le dio a los soldados un rostro y una personalidad mediática. Pero no todo es miel sobre hojuelas. Y es que el general también tiene uno que otro pecadillo en su haber, ¿y quién no?, como el hecho de que un año después de asumir el mando de la 43 Zona militar en Apatzingán (2017), fue relevado del cargo por haber sido señalado de tener vínculos con la maña. Por ahí hay una fotografía en la que se ve a la general echando una platicada con uno de los cabecillas del Cartel Jalisco Nueva Generación. Si como se especula, el nombramiento del general Trevilla le fue impuesto a Sheinbaum, se podría entender por qué la presidenta electa y, sus más cercanos, decidieron no concederle demasiada atención al personaje. Pero podría haber otro motivo aun más poderoso. Y tiene que ver con la estrategia de seguridad del nuevo gobierno.

El mensaje de la presidenta

Con Harfuch al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Sheinbaum apuesta por la misma fórmula que le dio ciertos resultados en la Ciudad de México. Es decir una policía civil con capacidad de investigación. Una policía al estilo de la vieja escuela, distinta a la Guardia Nacional. La idea de crear el Sistema Nacional de Inteligencia e Investigación Para la Seguridad Nacional hace pensar que el próximo gobierno pondrá energía y dinero en apoyar a Harfuch y a su gente. Con el ninguneo hecho al Ejército, la presidenta electa manda el mensaje de que, al menos en lo que respecta al combate a la delincuencia, Harfuch será la cabeza. Antes que cualquier otro, llámese el nuevo secretario de la Defensa o alguno de sus generales, en cuyas manos quedará la Guardia Nacional. Y eso sí que marcaría una diferencia entre la visión que tiene la presidenta electa respecto a la seguridad pública, y la visión que tiene el presidente que ya se va. Una visión que en el correr de un sexenio ha dejado más de ciento ochenta mil homicidios dolosos. Más los que se acumulen esta semana. También es cierto que al relegar el nombramiento del Secretario de Marina a un segundo plano, Sheinbaum subestima el hecho de que, a diferencia del Ejército, la Marina mantiene una relación cordial con las principales agencias de seguridad gringas, llámese la DEA y el FBI. Digamos que los gringos confían mucho más en la Marina que en el Ejército. Por eso no es casualidad que durante los grandes operativos contra la maña, en los que gringos y mexicanas han actuado conjuntamente, hayan sido elementos de la Marina y, no del Ejército, quienes salieran a rifársela.

La presidenta y el Ejército

Con todo y los desaires hechos al Ejército, Sheinbaum fue la invitada de lujo a la ceremonia en el Colegio Militar del pasado martes, donde más de veinte mil efectivos, le dieron la bienvenida como la futura comandante suprema de las Fuerzas Armadas. Ante la multitud dijo que se “fortalecerá a la Guardia Nacional”, pero no habló de qué papel jugarán los soldados en su estrategia de seguridad. En cambio, fue muy explícita al asegurar que los militares seguirán apoyando en la construcción de los grandes proyectos estratégicos, como los trenes de pasajeros y todas las ocurrencias que quedaron pendientes por terminar. Guste o no, con sus actos y palabras, Sheinbaum comienza a marcar distancia de las fuerzas armadas y del presidente. Pareciera tener en claro que un ejército no debe ser más que el brazo de un país, nunca la cabeza.