/ viernes 15 de noviembre de 2024

La voz del cácaro | Las Promesas de Trump

Con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos por segunda vez, se podría hacer realidad la amenaza de catalogar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Con ello el gobierno de Trump tendría el pretexto ideal para atacar frontalmente a sus “enemigos” del otro lado de la frontera. Pero cuidado. El caldo, tanto para gringos como para mexicanos, podría salir más caro que las albóndigas.

Los atentados terroristas perpetrados contra las Torres Gemelas la mañana del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, marcaron un antes y un después respecto a la seguridad nacional de Estados Unidos. A partir de los avionazos, en los que murieron casi tres mil personas, nada volvió a ser lo mismo. El ya extinto Osama bin Laden, la figura terrorista más emblemática del ataque, al final se salió con la suya. Logró algo impensable: infundir miedo en la población del país más poderoso del planeta. Un miedo que aún sigue latente en el imaginario colectivo. Y que el candidato Trump supo explotar hábilmente durante su campaña electoral. En 2001 fue bin Laden, hoy son los cárteles mexicanos de la droga y la maldición del fentanilo, considerado por algunos fiscales gringos como un arma de destrucción masiva.

Los misiles

Mark Esper, secretario de Defensa durante el primer mandato de Trump como presidente de Estados Unidos, relata en su autobiografía que allá, por 2020, Trump le preguntó muy circunspecto si cabía la posibilidad de que los militares pudieran lanzar misiles a México para destruir los laboratorios de drogas. Cuando Esper le respondió que la cosa no era tan sencilla, Trump chasqueó la lengua y le reviró que se podrían disparar algunos misiles patriot sin que se supiera de dónde había sido lanzado el ataque. Total, si alguien en México preguntaba o se quejaba, bastaba con decir que los gringos no sabían nada del asunto. Sí. Aunque suene bastante estúpido, en la mente de alguien como Trump ésa era una posibilidad. Años más tarde, en plena precampaña presidencial, el neoyorquino prometió que si llagaba a la Grande de nuevo, desplegaría escuadrones encubiertos para asesinar a los líderes de los cárteles mexicanos. El indómito Trump se ha pasado años elucubrando cómo acabar a los bad hombres que amenazan “la libertad y la democracia” de America con sus horribles drogas. Pero una cosa es decirlo, otra hacerlo y, otra más, salir bien librado del intento. De entrada, el ahora presidente electo tendría que lograr que su Congreso, por un lado y, por otro, el gobierno mexicano, catalogaran a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras. Los políticos gringos muy probablemente estarían de acuerdo, pero los mexicanos no. De ser así, cualquier intervención estadounidense tendría que hacerse sin la cooperación del gobierno de Claudia Sheinbaum, por lo que todo el teatro podría considerarse como algo perfectamente ilegal.

Por otro lado, resulta difícil imaginar que la presidenta permitiera alguna acción armada sin una respuesta. Y esa respuesta podría incluir que México decidiera poner fin a la cooperación que actualmente mantiene con Estados Unidos en materia de lucha contra el narcotráfico. O que México renunciara a seguir siendo gendarme y muro de contención de los miles de migrantes centroamericanos que todos los días intentan llegar a Estados Unidos. Ahí sí que las cosas se podrían poner muy tensas en ambos lados del Río Bravo. Todo eso sin contar con las reacciones por parte de los cárteles, los cuales podrían responder duramente en contra de ciudadanos y objetivos norteamericanos establecidos en territorio mexicano. Y vaya que los hay.

El Aprendiz

En la película “El Aprendiz”, el director iraní, Ali Abbasi, nos presenta el retrato casi documental de un periodo de la vida de Donald Trump, transcurrido en el Nueva York de los años setenta, al lado de Roy Conh, su diabólico abogado y maestro en el arte de la extorsión y las chapuzas. Vemos a un Trump, casi treintón, un tipo extraordinariamente tenaz y calculador, al cual no le tiembla la mano a la hora de negociar. Sea por la buena o por la mala, pero el personaje siempre consigue lo que quiere. De ahí que las amenazas lanzadas contra los cárteles mexicanos, no sólo no deberían sorprender, sino que además no deberían ser tomadas como meras bravatas electorales de Trump, sino como algo que efectivamente podría suceder, en caso de que los cargamentos de fentanilo, made in México, continúen llegando a las calles de las ciudades gringas.

Puede que eso de enviar misiles a domicilio para bombardear las casas de los mañosos o, crear escuadrones de la muerte para eliminarlos, tarde algún tiempo en ocurrir. Pero lo que sí podemos apostar es que los levantones, al estilo del levantón con el que los gringos se llevaron al Mayo Zambada, para juzgarlo en la corte de Brooklyn, seguirán ocurriendo. Y quizá con más frecuencia que nunca antes. Está muy clara la vulnerabilidad del gobierno mexicano y la pésima comunicación que mantiene con Washington. Como quien dice, los gringos ya se la saben. Ya se dieron cuenta de que el único requisito que se necesita para entrar a México y robarse a quien sea que tengan en la mira, es ser discretos y precisos. Sea la DEA o el FBI, no importa que no cuenten con el apoyo del gobierno mexicano, pues siempre habrá alguien dispuesto a traicionar a sus “patrones” a cambio de dinero, o de la promesa de convertirse en testigo protegido en alguna corte federal norteamericana. En efecto, el levantón del Mayo parece haber sido el inicio de una nueva era en la relación entre mexicanos y gringos. Una era que estará marcada por las ocurrencias de un Trump, empoderado como nunca antes, y la fragilidad de una Claudia Sheinbaum, atrapada, entre el ex presidente López Obrador y la dirigencia morenista. Hace unos meses fue el Mayo quien dejó México para no volver. ¿Quién será el siguiente

Con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos por segunda vez, se podría hacer realidad la amenaza de catalogar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Con ello el gobierno de Trump tendría el pretexto ideal para atacar frontalmente a sus “enemigos” del otro lado de la frontera. Pero cuidado. El caldo, tanto para gringos como para mexicanos, podría salir más caro que las albóndigas.

Los atentados terroristas perpetrados contra las Torres Gemelas la mañana del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, marcaron un antes y un después respecto a la seguridad nacional de Estados Unidos. A partir de los avionazos, en los que murieron casi tres mil personas, nada volvió a ser lo mismo. El ya extinto Osama bin Laden, la figura terrorista más emblemática del ataque, al final se salió con la suya. Logró algo impensable: infundir miedo en la población del país más poderoso del planeta. Un miedo que aún sigue latente en el imaginario colectivo. Y que el candidato Trump supo explotar hábilmente durante su campaña electoral. En 2001 fue bin Laden, hoy son los cárteles mexicanos de la droga y la maldición del fentanilo, considerado por algunos fiscales gringos como un arma de destrucción masiva.

Los misiles

Mark Esper, secretario de Defensa durante el primer mandato de Trump como presidente de Estados Unidos, relata en su autobiografía que allá, por 2020, Trump le preguntó muy circunspecto si cabía la posibilidad de que los militares pudieran lanzar misiles a México para destruir los laboratorios de drogas. Cuando Esper le respondió que la cosa no era tan sencilla, Trump chasqueó la lengua y le reviró que se podrían disparar algunos misiles patriot sin que se supiera de dónde había sido lanzado el ataque. Total, si alguien en México preguntaba o se quejaba, bastaba con decir que los gringos no sabían nada del asunto. Sí. Aunque suene bastante estúpido, en la mente de alguien como Trump ésa era una posibilidad. Años más tarde, en plena precampaña presidencial, el neoyorquino prometió que si llagaba a la Grande de nuevo, desplegaría escuadrones encubiertos para asesinar a los líderes de los cárteles mexicanos. El indómito Trump se ha pasado años elucubrando cómo acabar a los bad hombres que amenazan “la libertad y la democracia” de America con sus horribles drogas. Pero una cosa es decirlo, otra hacerlo y, otra más, salir bien librado del intento. De entrada, el ahora presidente electo tendría que lograr que su Congreso, por un lado y, por otro, el gobierno mexicano, catalogaran a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras. Los políticos gringos muy probablemente estarían de acuerdo, pero los mexicanos no. De ser así, cualquier intervención estadounidense tendría que hacerse sin la cooperación del gobierno de Claudia Sheinbaum, por lo que todo el teatro podría considerarse como algo perfectamente ilegal.

Por otro lado, resulta difícil imaginar que la presidenta permitiera alguna acción armada sin una respuesta. Y esa respuesta podría incluir que México decidiera poner fin a la cooperación que actualmente mantiene con Estados Unidos en materia de lucha contra el narcotráfico. O que México renunciara a seguir siendo gendarme y muro de contención de los miles de migrantes centroamericanos que todos los días intentan llegar a Estados Unidos. Ahí sí que las cosas se podrían poner muy tensas en ambos lados del Río Bravo. Todo eso sin contar con las reacciones por parte de los cárteles, los cuales podrían responder duramente en contra de ciudadanos y objetivos norteamericanos establecidos en territorio mexicano. Y vaya que los hay.

El Aprendiz

En la película “El Aprendiz”, el director iraní, Ali Abbasi, nos presenta el retrato casi documental de un periodo de la vida de Donald Trump, transcurrido en el Nueva York de los años setenta, al lado de Roy Conh, su diabólico abogado y maestro en el arte de la extorsión y las chapuzas. Vemos a un Trump, casi treintón, un tipo extraordinariamente tenaz y calculador, al cual no le tiembla la mano a la hora de negociar. Sea por la buena o por la mala, pero el personaje siempre consigue lo que quiere. De ahí que las amenazas lanzadas contra los cárteles mexicanos, no sólo no deberían sorprender, sino que además no deberían ser tomadas como meras bravatas electorales de Trump, sino como algo que efectivamente podría suceder, en caso de que los cargamentos de fentanilo, made in México, continúen llegando a las calles de las ciudades gringas.

Puede que eso de enviar misiles a domicilio para bombardear las casas de los mañosos o, crear escuadrones de la muerte para eliminarlos, tarde algún tiempo en ocurrir. Pero lo que sí podemos apostar es que los levantones, al estilo del levantón con el que los gringos se llevaron al Mayo Zambada, para juzgarlo en la corte de Brooklyn, seguirán ocurriendo. Y quizá con más frecuencia que nunca antes. Está muy clara la vulnerabilidad del gobierno mexicano y la pésima comunicación que mantiene con Washington. Como quien dice, los gringos ya se la saben. Ya se dieron cuenta de que el único requisito que se necesita para entrar a México y robarse a quien sea que tengan en la mira, es ser discretos y precisos. Sea la DEA o el FBI, no importa que no cuenten con el apoyo del gobierno mexicano, pues siempre habrá alguien dispuesto a traicionar a sus “patrones” a cambio de dinero, o de la promesa de convertirse en testigo protegido en alguna corte federal norteamericana. En efecto, el levantón del Mayo parece haber sido el inicio de una nueva era en la relación entre mexicanos y gringos. Una era que estará marcada por las ocurrencias de un Trump, empoderado como nunca antes, y la fragilidad de una Claudia Sheinbaum, atrapada, entre el ex presidente López Obrador y la dirigencia morenista. Hace unos meses fue el Mayo quien dejó México para no volver. ¿Quién será el siguiente