/ viernes 20 de septiembre de 2024

La voz del cácaro | No Todos Pueden con la Verdad

Según una encuesta, los mexicanos decimos en promedio cuatro mentiras al día. Pueden ser mentiras muy gordas o sólo mentirijillas. Da lo mismo. Y es que, mentir, no es algo que los mexicanos veamos del todo mal. El presidente López Obrador, en una sola mañanera, ha llegado a decir más de cien mentiras. Por supuesto que no es el único. Pero sí el más visible. ¿Será que los mexicanos no merecemos más que gobernantes embusteros?

Si hay algo que debemos reconocerle a nuestros políticos es que siempre tienen una respuesta oportuna para cada pregunta. Normalmente la respuesta es una mentira, pero no por ello suena menos convincente. Nuestros políticos, antes que otra cosa, son expertos consumados en el arte de tergiversar la realidad. Poseen una agilidad mental envidiable. Nunca les falta un dato o una cifra con que defender lo indefendible. Aquella frase de “Yo tengo otros datos”, hecha célebre por cuenta del presidente López Obrador, deja ver hasta qué punto, tanto las mentiras como las medias verdades, pueden ayudar a un gobernante a quitarse el bulto en los momentos más comprometedores.

¿Pero por qué no deberíamos tener políticos mentirosos, si en México se escuchan algo así como 260 millones de mentiras todos los días? Incluidas las que salen de Palacio Nacional y de los palacios de gobierno de toda la República. Lo cierto es que, guste o no, nuestros políticos son un reflejo de nuestro temperamento e idiosincrasia. Y por supuesto, reflejan también la importancia que los mexicanos le concedemos al hecho de decir la verdad o de ocultarla. Mentiras como “Manejo mejor cuando estoy pedo”; “Ya tengo tu número, yo te llamo”; “Tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca”… Son comunes entre los mexicanos. Las decimos y otra vez a sabiendas de que nos engañamos. Tal vez confiamos en que nuestra mentira, luego de ser repetida mil veces, terminará por convertirse en una verdad. Pareciera algo sin importancia, el problema es que a la larga se fomenta el hábito de siempre engañar. Y del engaño a la corrupción nomás hay un paso.

El club de los mentirosos

Si hay algo que pinta de cuerpo completo la manera en la que el gobierno engaña al pueblo, es la crisis desatada en Culiacán desde que el Mayo Zambada fue traicionado y apresado en Nuevo México. El gobierno mintió desde el principio. La secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Isela Rodríguez, no tuvo el menor empacho en decir frente a los medios que el avión, en el que se fue el Mayo, era pilotado por un gringo (Larry Curtis Parker), quien después resultó ser un empresario que nada tenía que ver con el asunto. Y de ahí para el real. Las mentiras y las medias verdades a cargo de Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, comenzaron a correr como reguero de pólvora, hasta que explotó la bomba. La Chapiza y la Mayiza tomaron las calles de Culiacán y se enfrentaron.

Tratándose de embusteros, el partido es lo de menos. Ahí está el senador panista Miguel Ángel Yunes Márquez y su padre, el ex gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares. Dos auténticas chuladas de la política mexicana. Ejemplos de que el que miente primero, miente dos veces. Comenzaron diciendo que nadie los había presionado para que votaran a favor de la reforma judicial de López Obrador, cosa que fue desmentida por otra chulada, la gobernadora electa de Veracruz, Rocío Nahle, quien dijo que padre e hijo se habían reunido con el “Padrino de la Cámara”, Adán Augusto López, para negociar el voto de la discordia. Ya luego el mundo y la prensa se le vendrían encima a los Yunes, quienes ya entrados en gastos y descréditos, negaron categóricamente que el gobierno gringo le hubiera cancelado la visa a Yunes Linares, aun cuando en las redes ha circulado un audio donde se escucha al propio Yunes Linares muy alarmado, porque le cancelaron la visa estadounidense. Mentiras más, mentiras menos, se acabó el shopping en Nueva York. Los gringos ya sacaron el chicote. Y si “Lamala” Harris gana la presidencia de Estados Unidos, la cosa se puede poner peor.

Verdad de general

Sin importar el rango o las medallas, hay algo que caracteriza a un militar. Y es que no sabe mentir. Eso quedó muy claro hace unos días, cuando el general de división Jesús Leana Ojeda, comandante de la tercera región militar, con sede en Mazatlán, fue cuestionado en una conferencia de prensa. A algún maloso de la prensa chayotera se le ocurrió preguntarle al general que cuándo creía que volvería la calma a la capital de Sinaloa. El general sin pensarlo mucho, respondió lo primero que le vino a la cabeza. O sea, la verdad. Y arremetió: “Queremos que sea lo más rápidamente posible, pero no depende de nosotros. Depende de los grupos antagónicos; que dejen de hacer su confrontación entre ellos, y que estén dejando a la población en paz, para que viva con tranquilidad”. Como quien dice, el Ejército y la Guardia Nacional nomás están de adorno, en espera de que alguno, ya sea la Chapiza o la Mayiza, gane la guerra. O que de perdida se pongan de acuerdo, o que se les acaben las balas. ¿Y será entonces cuando la paz regrese a Sinaloa? Y mientras tanto, háganle como puedan, canijos, parecía decir con la mirada el general Leana, cuya brutal sinceridad dejó ver en unas cuantas palabras que la población está en llamas. Y que nadie va a meter las manos por ella. En tanto, a sólo unos días de que López Obrador deje la presidencia, comienzan a salir las verdades. Que si Genaro García Luna ya sacó una carta comprometiendo al presidente; que si el Mayo ya está soltando la sopa a cambio de un arreglo; que si hay cuarenta y tantos miembros de Morena investigados por la DEA… En fin, el sexenio agoniza y las facturas comienzan a llegar. Y en eso no hay engaño.