/ viernes 31 de mayo de 2024

La voz del cácaro | ¿Y si Empatan?

Dadas las circunstancias, se prevé que la elección del próximo domingo sea una de las más apretadas de la historia ¿Qué pasaría si después del conteo de las boletas, el INE declarara que ha habido un empate entre las candidatas a la Presidencia? ¿Estamos listos para afrontar un escenario que podría desencadenar al tigre?

El escenario ideal para cualquiera de las dos candidatas es obtener 32 millones de votos en la elección del próximo domingo, dos millones más de los que logró López Obrador en 2018. Con ello sería tan marcada la diferencia, que no habría manera de cuestionar a la ganadora. No habría lugar a dudas ni discusión posible sobre su triunfo. Se daría un “consenso electoral”, es decir, cuando la abrumadora mayoría acepta la idea de que quien ganó oficialmente la elección lo hizo de buena lid. Eso en el mundo Barbie, en Dinamarca. Porque en el México bronco, en el de López Obrador, lo más probable es que el 2 de junio las cosas no sean tan tersas. Con todo lo que ha pasado en las últimas semanas, se vislumbra que la votación será una de las más cerradas de la historia. Un empate técnico entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum no sería una sorpresa. Sería, más bien, el preámbulo de un caos.

Empate técnico

El empate técnico se da cuando ninguno de los candidatos logra superar a su rival por más de 400 mil votos en el escrutinio general. Si eso ocurriera, lo procedente sería hacer un “escrutinio definitivo” a las cuarenta y ocho horas siguientes de la elección. O sea que habría que contar de nuevo, ante un árbitro electoral, voto por voto, casilla por casilla. Algo que podría tardar semanas. Y mientras, sólo imaginemos la incertidumbre y la crispación a lo largo de todo el país. Las dos candidatas se declararían triunfadoras. Y de ahí no las movería nadie. La enorme brecha que divide al pueblo se haría más profunda. Insalvable. Se desencadenaría una crisis política y social que podría traer disputas muy graves. Ya ocurrió en 2006 con López Obrador y Felipe Calderón.

El tigre andaría como perro de rancho, sin bozal y sin cadena. O mejor dicho, andaría de la mano de López Obrador, quien lo utilizaría para presionar al TEPJF (Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación), quien es la autoridad encargada de calificar la validez de la elección. Aquí surgiría otro gran inconveniente, pues la calificación de la elección depende del voto de seis de los siete magistrados electorales que normalmente integrarían el Tribunal. El problema es que hoy el Tribunal está incompleto, pues carece de dos magistrados, los cuales deberían haber sido nombrados por el Senado; pero como el Senado, de mayoría morenista, se ha negado a hacer el nombramiento por órdenes del presidente, dicho Tribunal no podría hacer la declaratoria de validez de la elección por estar incompleto y debilitado. ¿La elección terminaría definiéndose en las calles? Pareciera que esa sería la estrategia del presidente. Ahí es a donde le gustaría llevar la disputa. Lo aprendió a lo largo de muchos años de andar en la polaca haciendo maromas y trinquetes. Es la escuela del PRI, pero remasterizada.

¿Anular la elección?

Si bien es cierto que un empate técnico podría darle a López Obrador la oportunidad de manosear el resultado de las elecciones, como una estrategia para que Sheinbaum herede el poder, también es cierto que Xóchitl, en caso de resultar perdedora, podría pedir que la elección fuese anulada, argumentando ante el TEPJF que la violencia y las amenazas desatadas por la delincuencia organizada, influyeron de manera definitiva en los resultados. Cosa que no sonaría descabellada, si se considera que el presidente ha sido señalado una y otra vez de haber recibido decenas de millones de dólares por parte del crimen organizado. El escenario de una elección anulada sí que podría poner a López Obrador contra las cuerdas. Pues si se diera el caso, el INE tendría que organizar a una nueva elección, una elección extraordinaria, en la que ya no podría participar el candidato sancionado, en este caso, Sheinbaum. Ya sin la presencia de Sheinbaum, el camino hacia la Presidencia estaría casi libre para la oposición. Un mero trámite.

La transformación

En 2006 cuando López Obrador perdió por primera vez una elección presidencial, su arrogancia lo llevó a cerrar la avenida Reforma. En aquel momento era oposición y el papel de mártir de la democracia le venía bien. Muchos se la compraron. Hoy las cosas han cambiado. Hoy él representa al gobierno, y es precisamente él y su enorme aparato quienes controlan las “instituciones” del Estado que aún quedan en pie, como el INE.

Con ello, hablar de un fraude electoral cometido en contra de Morena, suena a un mal chiste. En todo caso, quien tendría que cuidarse de las posibles chapuzas electoreras y de la violencia de la maña, tendría que ser la candidata del PRIANPRD.

El tigre y la democracia

Hace un par de meses, López Obrador dijo que no hay ningún motivo para anular las

elecciones del próximo 2 de junio. Y que en caso de que sus adversarios tramen una acción de “irracionalidad”, sería como soltar al tigre. Sin duda el presidente se estaba curando en salud, pues sabe que en una de ésas se podría resbalar. El presidente ha querido vender la idea de que la elección está decidida a favor de Sheinbaum, y de que la oposición está perdida. Puede ser. Puede que ya sea muy tarde. O tal vez no. Tal vez hay una luz de esperanza para Xóchitl y sus neoliberales. Si saliera a votar menos del cincuenta por ciento del padrón electoral, muy probablemente Sheinbaum sería la ganadora de la elección. Pero si saliera a votar entre sesenta y sesenta y cinco por ciento de dicho padrón, las cosas se le podrían complicar muchísimo a la candidata de Morena. Se le podría ir de las manos el gran sueño. El pueblo pone y el pueblo quita. Y con el diablo se desquita. Dicen que más vale malo conocido que bueno por conocer. ¿Será?