/ martes 10 de septiembre de 2024

Lunes con sabor a jueves, sin control de daños

No se trata de que fuera un choque violento cualquiera, por eso la ciudadanía (que ya aprendió a guarecerse de las balas) optó por el encierro de nuevo, porque saben bien que el tigre anda suelto, y no es cualquier cosa.

Se trata del enfrentamiento entre la facción de La Chapiza con La Mayiza, ambos bandos en conflicto por la entrega que hicieron los Guzmán, secuestrando al Mayo Zambada, para salvar su pellejo ante los gringos. Por eso ya no habrá acuerdos que valgan, ambos grupos desconfían entre ellos y eso nunca se va a recuperar.

De ahí que el escaso control de daños que intentó hacer el gobernador Rubén Rocha Moya a primera hora del día fue nulo, a pesar de que, junto con su secretario de Seguridad Pública, buscaron minimizar los hechos al decir en la mañana que todo el enfrentamiento estaba focalizado a una parte de Culiacán.

Sencillamente, la ciudadanía sabe que hay una guerra, la cual pasó a una de baja intensidad a una frontal y quedó demostrada con la incursión del grupo armado a la capital, el conflicto entre ambas organizaciones está sellado y nadie espera que con lo que ocurrió ayer lunes con sabor a jueves (los Culiacanazos han caído en jueves pues), la reyerta entre los hijos del Chapo y del Mayito Flaco y su gente termine.

Nada bueno le abona Rocha al sostener él solo que "todo está bajo control" porque no es así. En realidad nada está bajo control, y menos en esta situación tan espinosa. Le tocará al gobernador estar frente de su primera gran guerra entre el narco, si creía que su sexenio se iba a ir sin este tipo de conflictos, ya tocó a la puerta de la casa.

Y es que a Quirino Ordaz le tocó la guerra de Dámasos y Chapitos, a Malova le tocó parte de esta, así como las secuelas de Beltrán contra cartel de Sinaloa, y a Aguilar Padilla le tocó el gran rompimiento de La Federación.

Esto apenas parece comenzar. Por eso la gente optó por encerrarse, comercios, bajar la persiana y al transporte suspender su servicio. Sabemos sicológicamente, instintivamente si se quiere, que el daño está hecho, y El Sol de Sinaloa había venido documentando que para nada las facciones se quedarían en paz tras el secuestro del mismísimo Mayo Zambada.

El caso es que ahora viviremos en la incertidumbre de cuándo será la nueva explosión de violencia. Nada está controlado.

Simular que todo está bien, es solo para no alborotar al avispero ahora que Andrés Manuel López Obrador se va de la presidencia. Pero se va dejando un México hecho un polvorín y veremos qué política de seguridad adopta Claudia Sheinbaum, aunque no se espera muchos cambios. Al tiempo.

No se trata de que fuera un choque violento cualquiera, por eso la ciudadanía (que ya aprendió a guarecerse de las balas) optó por el encierro de nuevo, porque saben bien que el tigre anda suelto, y no es cualquier cosa.

Se trata del enfrentamiento entre la facción de La Chapiza con La Mayiza, ambos bandos en conflicto por la entrega que hicieron los Guzmán, secuestrando al Mayo Zambada, para salvar su pellejo ante los gringos. Por eso ya no habrá acuerdos que valgan, ambos grupos desconfían entre ellos y eso nunca se va a recuperar.

De ahí que el escaso control de daños que intentó hacer el gobernador Rubén Rocha Moya a primera hora del día fue nulo, a pesar de que, junto con su secretario de Seguridad Pública, buscaron minimizar los hechos al decir en la mañana que todo el enfrentamiento estaba focalizado a una parte de Culiacán.

Sencillamente, la ciudadanía sabe que hay una guerra, la cual pasó a una de baja intensidad a una frontal y quedó demostrada con la incursión del grupo armado a la capital, el conflicto entre ambas organizaciones está sellado y nadie espera que con lo que ocurrió ayer lunes con sabor a jueves (los Culiacanazos han caído en jueves pues), la reyerta entre los hijos del Chapo y del Mayito Flaco y su gente termine.

Nada bueno le abona Rocha al sostener él solo que "todo está bajo control" porque no es así. En realidad nada está bajo control, y menos en esta situación tan espinosa. Le tocará al gobernador estar frente de su primera gran guerra entre el narco, si creía que su sexenio se iba a ir sin este tipo de conflictos, ya tocó a la puerta de la casa.

Y es que a Quirino Ordaz le tocó la guerra de Dámasos y Chapitos, a Malova le tocó parte de esta, así como las secuelas de Beltrán contra cartel de Sinaloa, y a Aguilar Padilla le tocó el gran rompimiento de La Federación.

Esto apenas parece comenzar. Por eso la gente optó por encerrarse, comercios, bajar la persiana y al transporte suspender su servicio. Sabemos sicológicamente, instintivamente si se quiere, que el daño está hecho, y El Sol de Sinaloa había venido documentando que para nada las facciones se quedarían en paz tras el secuestro del mismísimo Mayo Zambada.

El caso es que ahora viviremos en la incertidumbre de cuándo será la nueva explosión de violencia. Nada está controlado.

Simular que todo está bien, es solo para no alborotar al avispero ahora que Andrés Manuel López Obrador se va de la presidencia. Pero se va dejando un México hecho un polvorín y veremos qué política de seguridad adopta Claudia Sheinbaum, aunque no se espera muchos cambios. Al tiempo.