1984 es una obra literaria clave para comprender el siglo XX. Se trata de una novela distópica y futurista, en la que su autor, George Orwell, denuncia la barbarie y el absurdo de los regímenes colectivistas y totalitarios.
En esta obra se retrata el utópico estado de Oceanía, donde ejercen un poder absoluto El Gran Hermano y su Partido, que gobiernan manipulando la información e institucionalizando la mentira, a través de un omnipresente aparato de propaganda.
Para ello existe el Ministerio de la Verdad, con su censores y policía del pensamiento, cuya misión principal es falsear la historia y reescribirla, cuantas veces sea necesario y de acuerdo a las exigencias políticas de los gobernantes.
Orwell describe en su novela la manera en que los regímenes totalitarios fabrican e imponen una verdad oficial, la cual presentan como “objetiva”, única, infalible y definitiva, imposible de ser cuestionada o puesta en duda por los súbditos.
En Oceanía, el gobierno exagera las cifras de producción para crear la falsa impresión de una economía pujante y eficiente, a pesar de que la realidad indique todo lo contrario. Pero aquí la realidad no es lo que sucede, sino lo que el Ministerio de Verdad dice que sucede.
En la utopía negativa de George Orwell, El Gran Hermano y su Partido buscan el control total del pensamiento y la manipulación mental de los súbditos. Establecen dogmas incuestionables, ya que requieren la obediencia absoluta.
Como parte de la maquinaria de propaganda destaca el programa diario Los Dos Minutos de Odio, transmitido en pantallas ubicadas en plazas públicas, donde el gobierno totalitario exhibe, denuncia y condena a sus adversarios, que son etiquetados como “enemigos del pueblo”.
Todo parece indicar que el gobierno de la llamada Cuarta Transformación pretende conducir a México a una tropicalizada, bananera y chafa Oceanía orwelliana. Y el mejor ejemplo de ello es la nueva y absurda sección ¿Quién es quién en las mentiras de la semana? dentro de las ya desgastadas e infumables conferencias de prensa mañaneras del presidente de la república Andrés Manuel López Obrador.
El gobierno federal aduce que con este inusual y antidemocrático ejercicio, se pretende evidenciar y combatir las supuestas mentiras que se difunden en los medios de comunicación convencionales y también en las redes sociales.
Qué paradójico que el gobierno de la 4T, que ha institucionalizado la mentira, pretenda erigirse ahora en el defensor y depositario único de la verdad. La consultoría política SPIN ha demostrado que López Obrador ha expresado más de 56 mil afirmaciones falsas en su púlpito mañanero.
Lo cierto es que esta ocurrencia del presidente de la república, lo que busca es generar cortinas de humo para distraer a la opinión pública de los temas verdaderamente importantes, como la inseguridad y violencia desbordada, y el mal manejo de la pandemia del Covid-19.
¿Quién es quién en las mentiras de la semana? es un nuevo invento del gobierno federal para seguir alentando la polarización política y promover el discurso de ira y odio, en este caso en contra de los periodistas independientes y críticos.
Nadie puede negar que a Andrés Manuel López Obrador le asiste el derecho de réplica, para formular aclaraciones sobre toda la información que se presuma pueda ser falsa e inexacta. Este derecho se encuentra tutelado por el artículo 6 de la Constitución y por la ley reglamentaria correspondiente.
Pero el presidente de la república no busca aclarar ninguna información. Su propósito es claro: estigmatizar y linchar a los periodistas que se atreven a cuestionar acciones indebidas o erráticas de su gobierno, y que son llevados al patíbulo para su denostación pública.
Estamos aquí ante un gobierno intolerante, que descalifica la crítica y pretende asumir el monopolio de la verdad. ¿Quién es quién en las mentiras de la semana? es un abuso de poder, una práctica totalmente aberrante, que representa un acto de censura indirecta y un atentado contra el pluralismo y el ejercicio de la libertad de expresión.
Como en la utópica Oceanía, López Obrador actúa como El Gran Hermano que vigila todo. Y para ello cuenta ahora con su Ministerio de la Verdad, su policía del pensamiento y sus censores, que exhiben, fustigan y hostilizan a los periodistas “mentirosos, conservadores, fifís, neoliberales y enemigos del pueblo”.
Es evidente que este tribunal inquisitorial, empobrece la conversación pública y daña la calidad de nuestra democracia. Con Giovanni Sartori recordemos que la democracia es un gobierno fundado en la opinión libre y uno de sus componentes claves e imprescindibles es la deliberación y el debate público.
La Cuarta Transformación es refractaria a la democracia, al pluralismo, a la crítica, a la discusión y la tolerancia. Su modelo de sociedad y de gobierno es la Oceanía orwelliana, con el Gran Hermano y su Partido como depositarios de la verdad única, absoluta, irrebatible e infalible.