En mis redes sociales cada vez es más común leer a personas que se plantean la disyuntiva entre emigrar o continuar sus vidas en Sinaloa. La ola de violencia está orillando a muchos sinaloenses (sobre todo a los culichis) a replantearse un futuro dentro del estado. Los que tienen la posibilidad económica o nexos familiares ya han salido de la entidad. En ciudades cercanas a Culiacán, como es el caso de Los Mochis, se ha reportado un aumento en la cantidad de culichis que han rentado una casa o están en busca de hacerlo. Lancé una pregunta entre mis contactos; más del 80% contestó que partirían de Sinaloa si tuvieran la forma de hacerlo.
Salirse de Sinaloa es un asunto de jóvenes o de muy ricos. Particularmente son los jóvenes quienes están encabezando el éxodo de sinaloenses victimas de la violencia. En la juventud no existen los apegos tan fuertes familiares, económicos o sociales que los amarre a un lugar o una situación. Cuando un joven me pregunta mi opinión sobre emigrar o quedarse no lo dudo ni un instante. Les recomiendo irse de aquí. En Sinaloa no existen las condiciones para que los jóvenes puedan tener un futuro brillante. Hay excepciones, pero no queremos excepciones; ojalá fuera la regla la que gobernara el porvenir de la juventud. En Sinaloa, los y las jóvenes no se pueden divertir. Les arrebataron la vida nocturna. Tienen que cuidarse de no molestar a las personas erróneas y la cantidad de peligros que enfrentan es apabullante. Ya ni hablar de las opciones laborales (ese es tema para otra entrega).
Personalmente también me he planteado la opción de emigrar. Si tuviera los medios ya lo hubiera hecho; por desgracia, no los tengo. Salir de Sinaloa para alguien con la familia ya hecha y una carrera profesional es poco menos que imposible. En estos momentos ni siquiera vender tu casa es buena opción. El mercado inmobiliario se llena de personas que prefieren vender sus patrimonios y los compradores comienzan a decrecer. Profesionalmente tampoco es una opción. Difícilmente, en otras ciudades se puede construir una red de soporte en tan poco tiempo como para mantener algo del ingreso cercano al que ya se tiene. Por otro lado, una meta en nuestra familia es que nuestros hijos se vayan de aquí a la primera oportunidad. Tampoco es fácil y tal vez no se consiga, pero el proyecto y la meta existe.
Las autoridades insisten un día sí y el otro también que las cosas están regresando a la normalidad. Eso, evidentemente, es un intento desesperado por tratar de apaciguar la incertidumbre entre la ciudadanía. Es verdad que hay más movimiento en la ciudad, pero eso no obedece al aumento en la seguridad o en la disminución de la violencia. Eso obedece a la necesidad económica de las familias sinaloenses de salir adelante. Aquí nos dicen que las cosas se van a calmar cuando uno de los grupos en pugna termine por imponerse. No aprendimos nada. ¿De qué sirve que un grupo de imponga, si en 10 años o menos, vamos a tener otra guerra interna? Vivir en la “normalidad” sinaloense cada vez es menos atractivo para cualquier ser humano con ganas de vivir de manera honesta.
Por otro lado, también escucho muy a menudo que es mejor quedarse y luchar por “recuperar” nuestra ciudad. ¿Luchar contra quién? ¿Cómo se lucha contra los gobiernos omisos y grupos armados al mismo tiempo? ¿Cómo se recupera algo que nunca fue de uno? Sinaloa nunca nos perteneció. Nos los prestaron, pero no queríamos admitirlo, creíamos que eran nuestros espacios. Hoy, los verdaderos dueños del asunto reclaman su propiedad y están peleando por ella. Nosotros somos simples arrimados en una entidad que nos tocó nacer. Los sinaloenses somos presos en nuestra propia tierra. Salir de aquí es una tarea titánica. Aplaudo y admiro a quién lo ha logrado. Se armaron de valor y lograron romper el ciclo maldito que vivimos cada tantos años.
Seguramente una enorme cantidad de personas piensan que esta columna es una pieza de escritura llena de negatividad. Que no suma nada al tormento que nos toca experimentar día a día. Tal vez sea así. Tal vez ser negativo no sirva de mucho, pero ser positivo tampoco ha servido de nada. Lo que sirve son las acciones. Salir de Sinaloa es una acción. Es una acción difícil, pero los que han salido no se arrepienten, por algo será. Quedarse a luchar con palabras frente a las balas no es una pelea pareja. Las balas ganan por paliza.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Si tuviera la oportunidad económica y social partiría de Sinaloa?