Sin cargar el distintivo de una sorpresa, Feliciano Castro Meléndrez arribó a la secretaría General de Gobierno del Estado, en medio de la violencia y los efectos multilaterales que causa la confrontación de dos facciones de la delincuencia organizada que lo colocan en un dilema: aportar propuestas para la gobernabilidad por corresponderle parte de la seguridad pública, o cuadrarse ante Enrique Inzunza -que fue pasivo ante los hechos- y cuidarle la silla rumbo al 2027.
Entre uno y otro, pesa una gran diferencia, que es posible aprovechar para abonar a la calma.
El primero, posee una amplia trayectoria en el servicio público así como en la historia de las luchas sociales y al asumir como el segundo de a bordo de la entidad, le permitirá delinear medidas de tipo político que son las que se requieren para que retorne la tranquilidad a la ciudadanía que vive con miedo y en algunos casos, en el encierro.
Obvio, con resultados que apunten a fortalecer la seguridad comunitaria.
O hacer planteamientos que coadyuven a mejorar las graves condiciones por las que se atraviesa.
Cuenta con toda una carrera política y experiencia probada.
El segundo, por azahares del destino, sin esperarlo, porque toda su vida se ciñó al quehacer en la abogacía institucional que lo llevó por influencias a la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, no acopió las enseñanzas que le puso en frente su estancia como el número dos de Sinaloa.
La suerte y sus relaciones con los personajes del poder dominante en turno, porque nunca se le descubrieron semblantes de simpatías genuinas, lo catapultaron al Senado de la República, gracias a su nominación por las siglas de Morena, que arrasó en todo el país, más no por el carisma y la fuerza que presumió poseer en lo personal.
Su sello de tecnócrata jamás lo dejó ver la realidad de lo que se debió hacer en un cargo tan trascendente como el que le asignaron en Palacio de Gobierno, y entre sus cercanos siempre se filtró, que parecía que gozaba con los sucesos violentos que se verificaron antes y luego a la fecha que nos ocupa.
No hizo aportaciones de provecho a los segmentos sociales ni al buen gobierno que se intenta promover.
Feliciano Castro Meléndrez, demostró que siguió al pie de la letra las sugerencias que alguien le enlistó y desde que llegó al Congreso del Estado maniobró y tuvo “opositores leales”, que le aprobaron todo lo que quiso.
Y en unos meses, los cambió de color y se pasaron a Movimiento de Regeneración Nacional sin vergüenza alguna.
En síntesis, exhibió el uso de una “mano zurda” para cristalizar sus propósitos, aunque desataran la “bitachera” social y política.
Claramente se sabe, que el ex legislador local morenista no completa los puntos para ser candidato a la gubernatura en tres años y que Enrique Inzunza que partió a la Ciudad de México conserva las preferencias no de los votantes, sino de quien puede tomar las decisiones locales más transcendentes al respecto.
Empero, igualmente concibe que nadie lo puede “dar por muerto”.
Todo dependerá de la estrategia que desenvuelva para proponer ante el Ejecutivo estatal, Rubén Rocha Moya, programas y acciones que coadyuven al bienestar de los sinaloenses y convencer de que está listo para la sucesión. Asimismo influirá de cómo se muevan las fichas en la oficina de la Presidenta Claudia Sheinbaum, que de antemano su asunción y el nombramiento de su gabinete, arrojó a la pista a nuevos competidores que hacen más extensa la lista.
Más lo esencial, es observar el comportamiento que despliegue el nuevo secretario general de Gobierno del Estado, porque en la oficina central y en las apéndices, su antecesor le dejó operadores, hombres y damas de sus lealtades y “orejas y soplones”, que le informan de lo que sucede con la intención de manejar todo a control remoto.
Por tal motivo, el ex coordinador de la Junta de Coordinación Política de la cámara local de diputados, tendrá que desmarcarse pronto o decidir, ser solamente un funcionario pasajero y sin fuerza, que se apegará a cuidar los intereses y pretensiones de quien a como dé lugar, busca convertirse en gobernador de la tierra de los once ríos.
La segunda sesión del Gabinete de Seguridad en Sinaloa.
Después de tener una conversación en la Ciudad de México con el Secretario de Protección Ciudadana del Gobierno de la República, Omar García Harfuch, el gobernador Rubén Rocha Moya anunció que el Gabinete de Seguridad nacional sesionará en el estado para analizar el problema de la inseguridad pública y los choques entre grupos armados.
Ese encuentro entre los altos mandos, que se ignora para cuando se llevará a cabo, deberá determinar acciones contundentes e inmediatas que contribuyan a reestablecer el orden que se desea. O de lo contrario, no servirán de mucho, lo que a su vez, es improbable.
Sí se precisó eso, es porque a algo positivo vendrán poner en marcha al lugar de los hechos.
Ya en 2008 en el Salón Gobernadores, Jesús Aguilar Padilla recibió a ese equipo que encabezó el desprestigiado –hoy en la cárcel y a punto de recibir sentencia en Estados Unidos, Genaro García Luna. Y a minutos de la reunión, hicieron notorio hacia dónde enfilaban sus estratégicas baterías, burdamente, lo que en días llenó de pesares y homicidios los estados del país. Particularmente el espacio sinaloense.
Fue la época trágica y tormentosa del panista Felipe Calderón Hinojosa en que se ordenó matar a todo lo que se moviera y le dieron manos libres a las Fuerzas Armadas y a la corrupta Policía Federal para que tras las incursiones y matanzas, se adjudicara los “botines de guerra”.
¿A ver si es distinto?
El paro en la UAS, echará “más leña al fuego”.
Al ambiente de temor y claustro que se padece, el paro indefinido al que convocó el encargado de Rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Candelario Ortiz, tras la separación de Robespierre Lizárraga que por órdenes de un juez se materializó, se le echará “más gasolina al fuego”.
La paralización de labores para este lunes, se empezó a convocar desde el domingo y de antemano, dividió a la sociedad que emitió opiniones a favor y en contra, más con ello reafirmaron una situación de encono que podría agravarse si no hay resoluciones a una disputa que permanece por más de un año entre autoridades y universitarios.
Gradualmente, pasarán a las manifestaciones y a la toma de calles y oficinas gubernamentales para rechazar las reformas a la Ley Orgánica de la UAS y “sabrá Dios que continuará” en los escenarios donde definitivamente, “no está el horno para bollos”.