Culiacán, Sin. Como en los viejos tiempos, como en aquellos días en que se instalaba un circo en los alrededores y la gente decía que habían llegado los gitanos; similar a esa época cuando los cirqueros anunciaban las funciones por medio de altavoces y pedían que el público llevara sus propias sillas, fue la presentación de la obra Variación de Títeres para unas manos, cuento con el que dio inicio la temporada 2019 de Universarte, los Sábados Culturales Universitarios en torno a los cuales se da la reunión familiar, el espacio donde hijos, padres y medio cristo a la redonda disfrutan no nada más de las artes escénicas, sino también con los talleres interactivos de dibujo con la colaboración de personal de la Escuela de Artes Plásticas.
El Teatro Universitario volvió a colmarse de alegría, aplausos y risotadas con el espectáculo a cargo del Grupo Guiñoleros de la UAS, donde Fernando Mejía y Carlos Rochín mostraron su destreza en el manejo de títeres de hilo y guante, representando a coloridos personajes que hicieron la delicia de cuantos asistieron al recinto, donde no faltó -como antaño- quién tocara la popularísima Marcha de Zacatecas, el tema imprescindible de los circos del ayer, que se hacía oír como preámbulo al show de los cirqueros. Pero no nada más esa marcha le puso el toque musical a la función, porque de repente irrumpió “El Zorrillo de Santa Rosita”, una suerte de intérprete campirano, simpatiquísimo, acompañado por otro músico que tocaba la tuba.
El público estuvo de plácemes con la historia en la que aparecieron Don Narigón, Galeritas y un policía; resultó que el primero de ellos se había hallado un costal de naranjas en el parque, que el representante de la ley asumió como un robo; entonces Don Narigón, al saberse perseguido, soltó el llanto; y así, en medio del lagrimeo, fue encontrado por su amigo Galeritas, quien -para ayudarlo- le enseñó un jueguito: cuando fuese interrogado por el policía, a la primera pregunta contestaría “chímpete” y “chámpata”, a la segunda. Y así consecutivamente. De tal modo lo hizo ante el desespero del gendarme, quien finalmente lo tomó como a un loco, justo como había sido el plan de Galeritas, condicionado a que, luego de verse libre, Don Narigón compartiese las naranjas con él. Pero éste fue tranzado por su amigo en la repartición de las frutas y el público se quedó con la moraleja: “un pícaro siempre se vuela a otro pícaro”.
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Al término del programa, organizado por las Coordinación General de Extensión de la Cultura a través de sus direcciones de Actividades y Artísticas y Académico Cultural, no nada más los niños presentes quisieron tomarse fotos con los personajes de la obra, sino también un grupo de alumnos de la unidad académica Escuela Preparatoria Emiliano Zapata, que hizo acto de presencia para también solazase con el mágico universo del arte de los títeres.