Las aguas turquesas y los paisajes del sureste mexicano son, sin duda, los escenarios que resguardan los secretos de las culturas prehispánicas de nuestro país, enigmáticas y ricas en información conforme a las investigaciones y descubrimientos que se realizan en la actualidad.
Por eso, el reciente hallazgo de la cueva de Balamkú, o del dios Jaguar, del que se dieron informes el pasado 5 de marzo y las noticias sobre la reconstrucción de Naia, los restos humanos más antiguos de América, arrojan literalmente “nuevas luces” sobre la vida subterránea de la antigüedad.
Respecto al proyecto Gran Acuífero Maya del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Guillermo de Anda, quien lo comanda, dio detalles sobre la cavidad descubierta ubicada a 2.7 kilómetros al este de la Pirámide de El Castillo o Templo de Kukulcán en Chichén Itzá.
El arqueólogo nos comenta que su importancia radica en determinar un período de la cultura maya en el cual posiblemente pedían a sus dioses agua, ante una posible sequía que determinan las investigaciones.
En entrevista con Organización Editorial Mexicana (OEM), De Anda aclara que no son 200 vasijas para incienso los que se encontraron en el lugar, como se había publicado, sino que son 100 de éstas, los demás artefactos son contenedores de barro, los cuales ayudarán a conocer más sobre este hallazgo.
“El estado de conservación de las vasijas es bueno, unas están intactas, otras rotas por el paso del tiempo. Son 200 artefactos, con más de 100 incensarios que tienen mucho que ver con que los mayas hacían ofrendas a los dioses donde utilizaban incienso o madera y los restos de estos son valiosísimos porque nos pueden indicar toda una época, costumbres o relaciones con otros grupos humanos, etcétera”, comentó el arqueólogo.
Sobre al período que estos utensilios pueden determinar de la cultura maya, el antropólogo dijo: “Tenemos un análisis previo, lo que en arqueología llamamos la tipología cerámica por el tipo de artefactos que puede ser del clásico tardío o terminal, en algún punto de entre los siglos 9 y 11 de nuestra era. El período de la utilización de la cueva es muy largo, también esto hay que considerarlo”.
Posteriormente mencionó que en cuanto se tenga la determinación exacta de la temporalidad, también se podrá ver si esto tenía que ver con una sequía, por lo que los mayas tendrían que tener contacto con las deidades para tener lluvia.
“Tenemos algunas hipótesis y teorías, buscando esas conexiones de agua y cenotes, dimos con esta cueva que estaba sellada, la gente local nos decía que allí había un cenote y no sabíamos que estaba tapado. Ya cuando vimos que había un orificio nos dimos cuenta que era un sellado prehispánico.
El antecedente, es que el arqueólogo Víctor Segovia, narró De Anda, encontró la cueva hace cinco décadas después de que un grupo de ejidatarios dieron con ésta al buscar un mapache y decidió tapiarla.
Al preguntarle si no dar cuenta de esto a las autoridades correspondientes era ilícito, el arqueólogo señaló: “Hay que poner en contexto la arqueología de la época que tampoco tomaba muy en cuenta las cuevas, pero hemos estado indagando que Segovia sí se dio cuenta de la importancia y mandó una carta al director de esa época del INAH, no sabemos cuál fue la respuesta. Fue una decisión acertada sellarla totalmente, porque eso ha provocado que nosotros la encontráramos con métodos más modernos, con otras hipótesis, ya conociendo el entorno de una manera muy eficiente. Con un trabajo ya previo de arqueología de las cuevas.
¿Qué es lo que sigue de este descubrimiento?
Muchísimo trabajo, necesitamos terminar la exploración totalmente. Todavía no se encuentra hecho el mapa de la cueva bien detallado, hacer un modelo en tercera dimensión para poder tener una imagen más amplia sin tener que entrar a la cueva, hacer análisis digitales de todo, incluso reproducir los artefactos si esto fuera posible.
Cómo arqueólogo, ¿qué satisfacción le causa este hallazgo?
Yo lo siento como un regalo en mi carrera, claro, nada es gratis. Hemos estado trabajando bastante. Es un privilegio pero también una gran responsabilidad porque ahora viene preservarlo y cuidarlo. En este país tenemos cosas grandiosas y maravillosas y ojalá que todos hagamos conciencia de ello para preservar nuestro patrimonio.
Cabe destacar que esta investigación por parte del INAH cuenta con el apoyo financiero de la National Geographic Society y la Universidad de California en Los Ángeles. Se espera que los resultados permitan avanzar en el conocimiento de Chichen Itzá y en la búsqueda de la entrada al cuerpo de agua que supuestamente se encuentra debajo de El Castillo o Templo de Kukulcán.
El doctor Guillermo de Anda Alanís dirigió la Primera Fase del Proyecto Gran Acuífero Maya en la Zona Arqueológica de Chichén Itzá durante el segundo semestre de 2017 con la participación del INAH, National Geographic y la Universidad de California. En esta primera fase, el equipo del Proyecto GAM realizó trabajos de prospección en El Osario, El Castillo, el Cenote Xtolok y el Cenote Sagrado, principalmente.