Le arrebataron a su familia a balazos, pero no su deseo de supervivencia

El softbol y el amor que le tenía a su esposa e hijo perdidos han sido su mejor terapia a lo largo de nueve años

David Velázquez Robles │ El Sol de Sinaloa

  · lunes 14 de septiembre de 2020

Varios galardones han ganado Luis Eduardo López Núñez en su carácter de lanzador. Foto: Cortesía │ Martín García Castillo

Culiacán, Sin. - El sábado 16 de abril de 2011 le cambió todo por completo a Luis Eduardo López Núñez, debido que unas balas asesinas le arrancaron la vida a su esposa María Sacramento López (47 años apenas cumplidos dos días atrás) y su hijo Luis Eduardo (16), ello a raíz de un enfrentamiento entre dos grupos antagónicos.

Y no es que ellos estuvieran en el lugar equivocado, para nada. Ellos tranquilamente se encontraban en su hogar, momento en que sucedió la balacera cerca de ellos, pero se extendió hacia su domicilio y fueron alcanzados por esos proyectiles asesinos dejando sin vida a su esposa e hijo que nada tenían que ver en el asunto que los sicarios querían resolver.

A López Núñez le alcanzó una bala que le destrozó el codo de su brazo derecho, luego que inicialmente le dieron la noticia que perdería la extremidad completa y que él contestara que ya no le importaba que sucediera ello (porque lo más preciado –esposa e hijo—ya no les tendría más), surgió otra opinión médica que al final del camino trajo por consiguiente la rehabilitación para su bienestar, no sin antes tener que esperar 15 días para ser intervenido por un especialista cirujano.

Un total de 23 años lleva en el softbol y no lo han detenido ni tres infartos, otros tantos soplos en el corazón y misma cantidad de discos herniados. Foto: Cortesía │ Martín García Castillo

También rescatable fue que su hija María de los Ángeles, en ese entonces de 16 años, salió totalmente ilesa de ese brutal enfrentamiento y actualmente es una de las poderosas razones de sobrevivencia (y un nieto y otro en camino, noticia que apenas recibió el jueves), sin dejar a un lado el softbol, deporte al que él ha denominado la causal por la que se encuentra todavía en este mundo.

Esas dos pérdidas irreparables, la soledad, el que ha tenido tres infartos, otros tantos soplos en el corazón y la misma cantidad de discos herniados, que no ve con su ojo derecho, no han podido doblegar a Luis Eduardo, quien está próximo a cumplir (el 30 de septiembre) los 53 años, pero todo ello gracias a que jamás pasó por su mente dejar de practicar el softbol, pero siempre bajo la sombra y pensamiento de su familia cobardemente perdida.

¿Le guardas algún rencor a los culpables de tu desgracia?

--“No, siempre mi familia supimos que la vida es mágica y muchas cosas pasan de una u otra forma, no soy creyente de Dios, por eso no le echó la culpa a nada de eso. Si la vida, si te pone así, tiene que tener el valor de salir adelante con lo que tienes al frente y no echar culpas”.

Un total de 23 años tiene Luis Eduardo (mejor conocido como El Perico o El Cotorro) inmerso en el softbol, todos como lanzador y prueba de que el softbol es la mejor terapia para sanar heridas de ese tipo, juega a donde lo inviten porque de paso le sirve para tener presente a su esposa e hijo.

Ha deambulado por ligas como la Tecate (donde se inició a invitación de Jesús María Huerta Paredes), Libertad, Parque 87, MLS, CCC, La Careada y Club Campestre Villa Universidad.

¿Y cómo te sientes después de esos nueve años atrás?

--“Hay veces que sí entro en depresión, sí los extraño demasiado y hay veces que entre más tiempo pasa, no se borra, pero es bueno platicarlo, sí te duele, es un dolor fuerte y más cuando estás solo, pero tienes que superarlo. Fuimos, mi hija y yo, mucho con psicólogos y psiquiatras y claro, fueron terapias que nos han servido”.

Luis Eduardo, quien ha sido un ejemplo de vida, de personas que no se arrinconan a darle vuelta a una situación tan desagradable, está metido de lleno al softbol.

Los diversos estadios han sido su casa abierta y donde desde siempre le ha gustado hacer amigos más allá del triunfo o la derrota, amén que de manera constante se le observa lejos de estar en los momentos de diferencias que se generan en el marco de un encuentro.

“Yo en mi mente llevo puras cosas preciosas de mi esposa, momentos que no se borran, pero hay que buscarle lo positivo. Muchas veces hay que demostrarlo por fuera para que le gente sepa que se puede para salir adelante”, expresó.

Foto: Cortesía │ Martín García Castillo

¿Qué te ha dejado el softbol en estos 23 años de jugador?

--“A mí me ha servido bastante, más a raíz de que me arrebataron a mi familia, me ha servido para no caer en depresión. La misma convivencia en todos los equipos, en todos los campos es extraño que no me conozcan. Siempre ser amigable con los jugadores míos y los contrarios que son parte de una familia que produce este deporte”.

Pese a todos los males de salud que aqueja, en el campo de entrega como cualquier otro, a veces por las exigencias del mismo, tiene que hacer un esfuerzo extra, pero no se quiebra.

“A mi chaparrita (su esposa) le gustaba el softbol, ella me seguía a todos los juegos, ella siempre llevaba las estadísticas, memorizaba más que yo al bateador, me gritaba ´adentro no le tires, ese te pega ahí´, era como mi manager, me gritaba en la banca, ella siempre muy entusiasta.

Yo por ella seguí, los primeros juegos sí me sentía muy triste, la buscaba en las gradas e iba y me asomada a ver si estaba”.

Foto: Cortesía │ Martín García

Luis Eduardo recuerda que después de dos meses que lo dieron de alta, le tocó pitchear con su brazo izquierdo y el derecho vendado y que le decían que lo lastimarían, pero su respuesta era que le valía morir en el campo.

“Y como ella me decía, siempre hay que ser alegre, amigable. Antes era más payaso cuando lanzaba, me divertía mucho y hasta apostaba mi cabellera larga, pero desde que no está mi esposa me tuve que cortar la melena porque era ella quien me la aseaba”.

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¿Qué recuerdo te guarda tu esposa?

“Nosotros, aparte de esposos, éramos muy buenos amigos, y siempre sabíamos nos íbamos a ir uno u otro. Siempre tuvimos problemas, pero nos dábamos la cara y eso es demasiado fuerte, lo único bueno es que siempre tuve el valor muy alto”.

FRASE

El domingo que no juego caigo en depresión, no me puedo levantar, pero cuando juego lo hago con todo el ánimo y se lo dedico a mi esposa.

Luis Eduardo López Núñez



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