El Día de Muertos en México incorpora diversas tradiciones y creencias, y una de las más significativas proviene de la época prehispánica. En ese contexto, el perro Xoloitzcuintle desempeñaba un papel fundamental al asistir a las almas en su travesía hacia el Mictlán, el inframundo.
Según la leyenda, esta raza de perro, nativa del territorio azteca, tenía la tarea de guiar a los espíritus a través de un profundo y caudaloso río, cuyo destino final era la ciudad de los muertos. Se creía que la colaboración del Xolo era esencial para el éxito de este viaje post mortem.
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La gran travesía para llegar al Mictlán
De acuerdo a la historia, el Mictlán era considerado el reino de los muertos en la cosmología azteca, un lugar repleto de peligros y obstáculos que como ya se mencionó anteriormente, las almas debían atravesar para poder alcanzar el descanso eterno.
Para esto, necesitaban la ayuda de un guía especial, en este caso, el Xoloitzcuintle cumplía la función a la perfección, pues es un ser que era capaz de proteger y acompañar a las almas a través de estos desafíos. Además de ser un guía, era un componente fundamental en los rituales funerarios aztecas.
Se cuenta que cuando alguien fallecía, se sacrificaba y enterraba a uno o más Xolos junto al difunto, esto para asegurar que el perro continuara con su misión como guía en el más allá.
Así, el Xoloitzcuintle se convierte en un símbolo de lealtad y protección para las almas en el Día de Muertos, recordando la conexión entre el mundo de los vivos y el de los fallecidos, y la creencia en la importancia de honrar y recordar a aquellos que han partido.
Esta tradición perdura en la actualidad, y el Xolo sigue siendo una parte integral de la festividad, recordándonos la profunda espiritualidad y el respeto a los ancestros que caracterizan el Día de Muertos en México.