Han pasado más de 15 años desde la detención arbitraria de Florence Cassez e Israel Vallarta y la verdad sobre ese montaje todavía no se conoce. Eso es, en realidad, lo más inquietante sobre este caso que deja en evidencia que el sistema de justicia mexicano es una cloaca difícil de destapar.
Así lo aseguran los creadores del nuevo documental de Netflix, El caso Cassez-Vallarta: Una novela criminal (2022), que se estrenará el próximo 25 de agosto en 190 países.
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Y es que el caso fue tan manipulado por las autoridades que se formó una maraña informativa llena de contradicciones. Expedientes confusos, testimonios poco coherentes, montajes abiertamente reconocidos y personajes siniestros forman parte de esta trama que, ahora, es plasmada en un documental de cinco capítulos. Netflix se adentra en el caso y consigue los testimonios del expresidente de México, Felipe Calderón, y del expresidente de Francia, Nicolás Sarkozy. Pero no sólo eso: también aparece Eduardo Margolis, el judío más enigmático —y poco investigado— de esta historia.
“Hubo una imposibilidad de llegar a la verdad”, reconoce el guionista y productor de la serie documental, Alejandro Gerber, quien en constantes ocasiones intentó platicar vía telefónica con Israel Vallarta —que sigue preso, sin sentencia y con buena parte de su familia amenazada y encarcelada—, pero la comunicación, sencillamente, se cortaba. “La familia Vallarta vive bajo un acoso todavía presente. Hubo una maquinación hecha por el Estado”, dice.
La detención de Cassez —ciudadana de origen francés radicada en México en aquel entonces— sucedió en diciembre de 2005, cuando México atravesaba por su peor ola de secuestros. La primera versión oficial que se brindó sobre el caso fue que ella y su amante Israel Vallarta encabezaban una red de secuestradores en la Ciudad de México. Con el tiempo, la versión se cayó. E incluso Genaro García Luna, el zar antidrogas de México y exsecretario de Seguridad de Felipe Calderón, tuvo que admitir que todo se trató de un montaje para la televisión, especialmente para las dos grandes cadenas: Televisa y TV Azteca.
“La ambición de la novela, primero, y del documental, después, fue tratar de llegar a la verdad. Pero ni el documental ni la novela llegan a la verdad. No sabemos exactamente qué ocurrió ese 9 de diciembre de 2005. Y, sin embargo, lo que sí está claramente documentado son todas las maniobras hechas por el Estado y los medios para que la verdad no se conociera”, observa el escritor Jorge Volpi, cuyo libro Una novela criminal (2018, Alfaguara), fue utilizado como base para hacer el documental.
Los realizadores coinciden en que Florence Cassez atrajo casi toda la atención del caso por su origen europeo. Los conflictos diplomáticos entre México y Francia, así como el uso político que se le dio a los hechos, impidieron que se proyectara la suficiente luz sobre Israel Vallarta, cuya aprehensión estuvo marcada por innumerables ilegalidades, desde tortura hasta acusaciones sin sustento.
“Es un tema muy delicado. Hay gente que se verá por primera vez en pantalla. Muchos callos que se pisaron, mucha gente que estuvo con ganas de seguir contando y el documental les dio esa oportunidad”, asegura el productor Pablo Cruz.
Jorge Volpi considera que el documental es un formato óptimo para contar la historia con todas sus artistas porque el caso empezó, justamente, con un montaje audiovisual, o lo que él llama “una fantasmagoría creada por el poder”.
“Cuando ahora podemos ver todo de nuevo en el documental, se crea una sensación de desazón y de indignación incluso mayor”, admite el escritor. “Ahora vemos la historia completa y se genera esta enorme indignación por vivir en un país en donde lo que les pasa a los que están involucrados en este caso nos puede pasar a cualquiera de nosotros en cualquier momento. Y si uno no es poderoso o rico en este país, no hay posibilidad de tener justicia”.
Si bien ninguno de los escritores, realizadores o productores de El caso Cassez-Vallarta: Una novela criminal (2022) dijo haber recibido amenazas, el productor Pablo Cruz sí reconoce que hay “un miedo latente” por, quizá, haber tocado estructuras de poder muy peligrosas.
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