Mazatlan.Sin.- En el mundo existe una profesión que en muchas ocasiones es mal pagada y requiere de bastantes sacrificios en tiempo, esfuerzo y hasta en postergar las relaciones personales y familiares; ser bombero es una decisión que no se debe tomar a la ligera, y para la cual se requiere valor, constancia y disciplina, pero sobre todo ser solidario y tener empatía, así como fuerza para enfrentar los retos que representan esta profesión.
Pedro Valdez Hernández, de 59 años de edad, no dudo mucho a la hora de decidir ser parte del Heroico Cuerpo de Bomberos de Mazatlán, pero no fue una decisión fácil de tomar, sus padres se negaban en un principio a su elección, temían que al acudir a un llamado su hijo falleciera, pero aún así siguió adelante con su sueño.
Entré al departamento de Bomberos muy joven, yo entré un 18 de julio de 1977, tenía 17 años. Me busqué un padrino para entrar a la institución y así no esperarme a los 18 años. Me recomendó y él firmó como responsable por mí. A mis padres no les pareció, de hecho, yo duré muchos años fuera de con mis padres, por lo mismo, yo ahí vivía en Bomberos, no les gustaba y tuve que vivir en la Estación Pedro Valdez Hernández,
Recordó que además de sus padres, quien no estaba de acuerdo con que fuera bombero, era su esposa, que en ese entonces era apenas su novia; peleaban mucho porque vivía en la Estación y no tenía mucho tiempo disponible para ella.
“Se fue acostumbrando. Después mi novia se hizo mi esposa y para entonces ya estaba consciente. Yo siempre he trabajado, cuando entré a Bomberos yo trabajaba en una reaccionaria enfrente de Bomberos, y yo ya traía en la cabeza eso, de querer ser. Los conocí a todos, mi mamá de niño me disfrazaba de bombero y conviviendo con todos ellos en el trabajo, me volvieron a nacer la ganas”.
Aseguró que fueron tiempos difíciles, pues él trabajaba todo el día, y en caso de que surgiera una emergencia tenía autorización de sus superiores para abandonar su trabajo en lo que el problema se resolvía. Sus horarios complicados provocaron que no pasará mucho tiempo con sus tres hijos, por lo que se perdió su crecimiento y muchas de sus etapas importantes de vida.
“Admito que no los vi crecer, tengo dos hijas y un hijo, y ahora los tres están casados. De hecho, el más chico, también fue bombero. Cuando salía de la primaria venía conmigo, porque duré un tiempo fuera de casa también. Le nació y se hizo bombero. Nos los vi crecer por estar metido aquí, y siento algo de culpa, pero ahora que tengo nietos, pues, híjole, los quiero mucho”.
El ahora bombero, que ya cumplió 42 años desde que ingresó como voluntario, señaló que hay llamados de emergencia que lo marcan y quedan grabados en la memoria por siempre, y algo que nunca dejará de sentir es el dolor que le provoca ver a niños envueltos en accidentes. A lo largo de su vida le han quedado imágenes difíciles de borrar.
“El que sí nunca puedo olvidar fue una accidente, fue en El Castillo, Iba una vagoneta con turistas americanos, ellos iban de norte a sur y de sur a norte venía una camionetita cargada con licores de Jalisco. Todos lo de la vagoneta, a excepción del chofer y la esposa que salieron lesionados, murieron hechos bola. Cuando fuimos a la camionetita, cuando me di cuenta que venía un niño, me acuerdo y me siento mal. No sé por qué con los niños no puedo”.
Relató que hubo ocasiones en que llegaron a pasar cuatro noches y cinco días apagando un incendio, sin dormir bien, sin comer bien y sin bañarse, porque era estar en vela buscando eliminar las llamas y hubo otras que a pesar de apagarlos a tiempo, las personas quedaban al interior calcinadas, sin oportunidad de huir. Todo eso lo formó como el hombre que es hoy en día.
Pedro no recuerda todos los servicios que ha realizado, ha vivido numerosos sucesos que lo han marcado de por vida, incluso vio a la muerte de frente al acudir a un llamado, pero hoy sigue de pie.
“En un llamado de emergencia, íbamos a Urías. El camión en el que íbamos se volcó y mi columna vertebral se rompió, tuve tornillos y metales en toda la espalda un tiempo, después de ese susto que les di a mi familia, me dediqué de lleno a mantener las máquinas en óptimas condiciones, soy maquinista. Gracias a Dios no me ha tocado ver a ningún bombero caído, heridos sí y muchos, pero ninguno ha muerto en labores y espero siga así”.
Valdés Hernández declaró que si le dieran la oportunidad de elegir una profesión, su decisión sería la misma, ser bombero, es su vida y no se arrepiente ni un segundo haber decidido como trabajo salvar la vida de otros.
DE MILITAR A BOMBERO
Gilberto Rodríguez Canchola,tiene 62 años de edad, el tiempo y los numerosos retos que le ha impuesto la vida en su afán de convertirse en bombero,lo mantienen cansado físicamente, pero su espíritu sigue inquebrantable.
Desde niño él sabía que su vocación era salvar vidas, por lo que su primera escuela fue la Cruz Roja Mexicana, pero en su interior él soñaba con otra profesión, similar, pero más enfocado a la acción, fue entonces que tras dos intentos, consiguió a los 18 años formar parte del Heroico Cuerpo de Bomberos de Mazatlán.
Yo admiraba a los bomberos desde chico, por eso no quité el dedo del renglón. Es bonito salvar gente, que te den las gracias y que digan que los salvaste, te llena. Mis padres, ellos ya sabían en lo que yo andaba, porque desde chico era voluntario de la Cruz Roja, así que ya sabían Gilberto Rodríguez Canchola
En su afán de tener un ingreso, Gilberto trabajó en el Ejército y durante tres años se tuvo que ausentar de la base en Mazatlán, pues le dieron el cambio a Oaxaca, pero en ese estado, desconocido para él, nunca fue lo mismo, así que pidió su baja para continuar.
“Aquí me dejaban seguir sirviendo en Bomberos, pero cuando me fui a Oaxaca busqué en todas las estaciones poder entrar, pero no era lo mismo, estaban muy chicas. Así que pedí mi baja y coincidía con el término del contrato y volví otra vez, también me uní como paramédico a Cruz Roja”.
Señaló que en su familia, uno de sus hijos decidió seguir su ejemplo, pero como paramédico, por lo que el servicio y la solidaridad es algo que se ha ido transmitiendo, esto a pesar de la falta de convivencia que en algún momento le llegaron a reclamar.
“En veces sí había problemas, y es que mi vida era Bomberos, más que cualquier cosa, desde niño. Más que mi matrimonio e incluso un día mi hija me dijo: Papá de chica quería que me abrazaras pero no estabas. Por eso lo que no hice con mis hijos, lo hago con mis nietos, los traigo para acá y para allá,y a veces mi hija me reclama porque quería un trato así, pero era otros tiempos”.
Se declaró con suerte, porque a diferencia de otros compañeros, no ha sufrido heridas graves y tampoco le han tocado atender llamados de emergencia donde haya víctimas mortales, la única ocasión donde sintió arrepentimiento fue cuando hubo un incendio donde un socorrista, amigo de él, falleció junto a su familia, ese día no estaba en turno, pero le hubiera gustado ayudar.
“Sí hubo una perdida que hubo de una familia, de un compañero paramédico, que era socorrista y pues le pasó. Me hubiera gustado haber estado en turno para ayudarlo, para sacarlo. Yo pasé, vi el fuego, iba a mi trabajo, pero no sabía de quién se trataba y pasé, vi la torreta, vi todo. No era mi guardia, me hubiera gustado ayudarle, pero ni modo, no me tocó. Lo bueno es que ninguno de mis compañeros resultó herido, fue muy feo y todavía se me quiebra la voz cuando me acuerdo de ese socorrista”.
Al igual que Pedro, Gilberto no se arrepiente de la decisión que tomó hace 44 años, el sueldo que gana no será mucho, pero mientras tenga para comer, su vida la seguirá entregando a los Bomberos, porque siente la necesidad y el deber de ayudar, de eso no tiene duda alguna.
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DATO
- Pedro Valdez Hernández
59 años de edad
42 años siendo bombero
DATO
- Gilberto Rodríguez Canchola
62 años de edad
44 años siendo bombero