/ sábado 20 de julio de 2019

Vigilante de almas: Un andar entre tumbas en el cementerio

‘Nico’ cuida todos los días los 800 sepulcros que se encuentran dentro del Panteón Jardín Número 4

Mazatlán, Sin. - El reloj marca las 18:00 horas, el sol aún continúa firme, se resiste a ocultarse y pese a la claridad de la tarde-noche, “Nico” se alista para dar su primer recorrido en un trabajo que para muchos resulta temeroso.

Nicomedes Espericueta Hernández, “Nico”, es el velador desde hace un año del Panteón Jardín Número 4, que se encuentra por la avenida Luis Donaldo Colosio, frente al fraccionamiento Los Portales.

A paso lento, el vigilante recorre los angostos caminos de terracería de un predio que alberga 800 tumbas, que se hallan distribuidas casi al topar con la barda del fraccionamiento Los Olivos.

La caminata que hace es de supervisión, para comprobar que todo está bien, que no exista alguna anomalía.

Muchas leyendas e historias rodean a los panteones. “Nico” está tranquilo. Nunca ha observado nada anormal y realiza su trabajo como si fuera cualquier otro.

Él es uno de los dos únicos vigilantes con los que cuentan los tres cementerios municipales del puerto, cuya labor inicia a las 6:00 de la tarde y finaliza a las 6:00 de la mañana del siguiente día.

Tanto el Panteón Jardín Número 4 como el Número 3, que se encuentra a un costado de conocida fábrica de café, en la colonia Esperanza, cuentan con el servicio de velador.

El único cementerio que no tiene vigilante es el número 2, mejor conocido como Ángela Peralta, que se halla en la colonia Montuosa, a un costado de la escuela secundaria Miguel Hidalgo.

Un panteón del siglo pasado

En su andar entre tumbas, “Nico” presume encontrarse en el último cementerio que hay en Mazatlán, que inició a funcionar a mediados de la década de los 80, ya hace casi 40 años.

Este panteón, antes era un camposanto privado, donde no cualquiera podía disponer de un “terrenito”, pues se tenía que contar con recursos para hacerse de él.

Precisamente, sus pasos lo llevan a tumbas ostentosas, que se hallan en la parte centro y sur del inmueble, las cuales corresponden a la época donde las personas con dinero suficiente podían construir hasta un altar para su familiar.

Problemas fiscales hicieron que el Ayuntamiento se hiciera cargo de él, donde hasta ahora cualquier difunto, sea pudiente o de escasos recursos, pueda descansar ahí.

Lo que la gente cuenta

“Nada anormal me ha pasado en el panteón, si me hubiera pasado algo, claro que lo cuento, pero no he visto nada como lo que la gente dice haber visto adentro o afuera”.

Recuerda que hace dos años, ahí fue enterrada una pareja, un hombre y una mujer, que días antes habían sido privados de la vida en las inmediaciones del fraccionamiento San Ángel.

“Uno de los deudos, una vez concluida la sepultura, regresó al sitio pues se le había olvidado una pala, y grande fue su sorpresa al ver el espíritu de la fémina que se encontraba a un costado de su tumba”, dice.

El doliente, sin conocer o haber convivido con la hoy occisa, aseguró que era la misma persona, pues momentos antes de ser enterrada, había visto su foto entre los arreglos florales.

Mientras pausa su labor, “Nico” menciona que hay gente que comenta haber visto a una niña, que se pasea entre las tumbas, pero hasta la fecha asegura no verla por ningún lado.

Puedes leer: Niega Jumapam contaminar el arroyo Jabalines con aguas negras

Entre tumbas, ‘Nico’ confirma que no haya alguna anomalía de gentes ajenas al lugar.

Ese tipo de historias, que se pasan de boca en boca, han hecho que al Panteón Número 4 acudan producciones completas de programas de televisión, que investigan hechos paranormales, pero de igual manera no han encontrado nada.

“Nico” continúa entonces con su actividad, donde a paso lento su silueta se pierde en medio de la noche. Sabe que es un trabajo que tiene que hacer para que los que se adelantaron a la vida eterna se sientan “cuidados”.

Anteriormente, comenta, laboraba en otra área del inmueble, pero ahora se dedica a velar porque no se presenten anomalías tanto al interior como al exterior del cementerio.

A las seis de la tarde inician las labores del velador del Panteón Jardín número 4.

El cuidado de las tumbas, así como de la herramienta que es utilizada para mantener en buen estado el lugar, es otra de las consignas que tiene que cumplir durante su periodo de vigilancia.

Historias van, historias vienen, mientras tanto, “Nico” continúa su andar entre tumbas.

DATO

800 tumbas se encuentran dentro del Panteón Jardín Número 4.





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Mazatlán, Sin. - El reloj marca las 18:00 horas, el sol aún continúa firme, se resiste a ocultarse y pese a la claridad de la tarde-noche, “Nico” se alista para dar su primer recorrido en un trabajo que para muchos resulta temeroso.

Nicomedes Espericueta Hernández, “Nico”, es el velador desde hace un año del Panteón Jardín Número 4, que se encuentra por la avenida Luis Donaldo Colosio, frente al fraccionamiento Los Portales.

A paso lento, el vigilante recorre los angostos caminos de terracería de un predio que alberga 800 tumbas, que se hallan distribuidas casi al topar con la barda del fraccionamiento Los Olivos.

La caminata que hace es de supervisión, para comprobar que todo está bien, que no exista alguna anomalía.

Muchas leyendas e historias rodean a los panteones. “Nico” está tranquilo. Nunca ha observado nada anormal y realiza su trabajo como si fuera cualquier otro.

Él es uno de los dos únicos vigilantes con los que cuentan los tres cementerios municipales del puerto, cuya labor inicia a las 6:00 de la tarde y finaliza a las 6:00 de la mañana del siguiente día.

Tanto el Panteón Jardín Número 4 como el Número 3, que se encuentra a un costado de conocida fábrica de café, en la colonia Esperanza, cuentan con el servicio de velador.

El único cementerio que no tiene vigilante es el número 2, mejor conocido como Ángela Peralta, que se halla en la colonia Montuosa, a un costado de la escuela secundaria Miguel Hidalgo.

Un panteón del siglo pasado

En su andar entre tumbas, “Nico” presume encontrarse en el último cementerio que hay en Mazatlán, que inició a funcionar a mediados de la década de los 80, ya hace casi 40 años.

Este panteón, antes era un camposanto privado, donde no cualquiera podía disponer de un “terrenito”, pues se tenía que contar con recursos para hacerse de él.

Precisamente, sus pasos lo llevan a tumbas ostentosas, que se hallan en la parte centro y sur del inmueble, las cuales corresponden a la época donde las personas con dinero suficiente podían construir hasta un altar para su familiar.

Problemas fiscales hicieron que el Ayuntamiento se hiciera cargo de él, donde hasta ahora cualquier difunto, sea pudiente o de escasos recursos, pueda descansar ahí.

Lo que la gente cuenta

“Nada anormal me ha pasado en el panteón, si me hubiera pasado algo, claro que lo cuento, pero no he visto nada como lo que la gente dice haber visto adentro o afuera”.

Recuerda que hace dos años, ahí fue enterrada una pareja, un hombre y una mujer, que días antes habían sido privados de la vida en las inmediaciones del fraccionamiento San Ángel.

“Uno de los deudos, una vez concluida la sepultura, regresó al sitio pues se le había olvidado una pala, y grande fue su sorpresa al ver el espíritu de la fémina que se encontraba a un costado de su tumba”, dice.

El doliente, sin conocer o haber convivido con la hoy occisa, aseguró que era la misma persona, pues momentos antes de ser enterrada, había visto su foto entre los arreglos florales.

Mientras pausa su labor, “Nico” menciona que hay gente que comenta haber visto a una niña, que se pasea entre las tumbas, pero hasta la fecha asegura no verla por ningún lado.

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Entre tumbas, ‘Nico’ confirma que no haya alguna anomalía de gentes ajenas al lugar.

Ese tipo de historias, que se pasan de boca en boca, han hecho que al Panteón Número 4 acudan producciones completas de programas de televisión, que investigan hechos paranormales, pero de igual manera no han encontrado nada.

“Nico” continúa entonces con su actividad, donde a paso lento su silueta se pierde en medio de la noche. Sabe que es un trabajo que tiene que hacer para que los que se adelantaron a la vida eterna se sientan “cuidados”.

Anteriormente, comenta, laboraba en otra área del inmueble, pero ahora se dedica a velar porque no se presenten anomalías tanto al interior como al exterior del cementerio.

A las seis de la tarde inician las labores del velador del Panteón Jardín número 4.

El cuidado de las tumbas, así como de la herramienta que es utilizada para mantener en buen estado el lugar, es otra de las consignas que tiene que cumplir durante su periodo de vigilancia.

Historias van, historias vienen, mientras tanto, “Nico” continúa su andar entre tumbas.

DATO

800 tumbas se encuentran dentro del Panteón Jardín Número 4.





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