Culiacán, Sin.- En Sinaloa, el acoso laboral o mobbing es un tema que pocas mujeres se atreven a denunciar, sin embargo, se dice que de cinco mujeres por lo menos dos son hostigadas sexualmente en su centro de trabajo, y no denuncian… es un problema soterrado.
El hostigamiento o acoso sexual lo sufre desde una doctora, hasta una empleada doméstica y el temor es el mismo: guardar silencio para no perder el empleo.
Las palmadas en las pompis, o las continuas manos en el hombro que se deslizaban hasta el pecho. También los lascivos comentarios sobre su aspecto o las constantes insinuaciones del jefe es la constante que sufren la mayoría de las mujeres que trabajan y que socialmente está oculto porque cunde la sensación de que si se denuncia, la víctima acabará perdiendo el empleo
La ex senadora del PRI, Diva Hadamira Gastélum, quien empujó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, advirtió que en lo que se refiere a violencia de género hay resultados de encuestas que asustan.
Por ejemplo cita que hay una encuesta reciente que señala que de nueve de cada diez mujeres admiten que han sufrido violencia, pero lamenta que a la violencia laboral casi no se le voltea a ver porque la atención está centrada en feminicidios.
Advirtió que ahora con la pandemia del Covid-19, en la cual ha sobresalido la modalidad de “Trabajo en Casa”, conocida como “Home Office”, en realidad se les está cuadruplicando la carga laboral a las mujeres.
HISTORIA DE CARMEN
Carmen es una mujer que ama su trabajo, es empleada doméstica, se consideraba una mujer feliz es soltera, desea hacer una carrera, quizá para un día dejar de fregar los trastos y manejar una computadora, sin embargo, sus sueños fueron truncados al ser violada por su patrón.
“El patrón dejó de ir a la oficina por eso del Covid-19, trabajaba en su oficina, a veces me pedía que le llevara café. Mi patrona dormía hasta muy tarde, pero al patrón le dio por trabajar desde temprano, al principio, apenas levantaba la cara para decirme dónde le pusiera el café”, señala.
Sin embargo en el mes de mayo, la situación se empezó a tornar difícil, recuerda que sentía la mirada en su cuerpo, luego, le empezó a agarrar la mano, posteriormente ya eran caricias más subidas de tono, hasta que fue tomada por la fuerza.
“Lo único que hice, fue abandonar la casa, andar por la calle sin rumbo. Me desgració, perdí el trabajo, el sueldo y todavía no sé qué hacer, pero no lo denunciará por nada del mundo…”
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Quien se atrevió a denunciar el acoso que sufren las mujeres policías fue el presidente de la Comisión de Seguridad Pública, Mario Rafael González Sánchez.
El diputado denunció el año pasado que muchas mujeres policías eran acosadas sexualmente en su centro de trabajo, incluso hubo policías que acudieron con el rostro cubierto y con testimonios apoyaron la denuncia del legislador.
Sin embargo, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Cristóbal Castañeda Carrillo, lo negó rotundamente al asegurar que no existía denuncia formal en las instancias correspondientes.
FORO
Recientemente en el foro virtual “Violencia de Género en el Ámbito Laboral”, que se llevó a cabo en el Congreso del Estado, se remarcó que el acoso, la discriminación y las agresiones en el ámbito laboral son muy marcadas, pero poco visto, y aunque hay normas y medidas aplicadas, éstas no son lo suficiente.
La diputada Elva Margarita Inzunza Valenzuela, presidenta de la Comisión de Asuntos Obreros y de Trabajo y Previsión Social del Congreso del Estado de Sinaloa, advirtió que los esfuerzos para prevenir la violencia de género no han permeado lo suficiente pese a la aprobación de normas, la construcción de herramientas y el establecimiento de diversas medidas.
“De acuerdo a encuestas, el 50 por ciento de las víctimas de acoso laboral son mujeres, y el 65 por ciento ha señalado que han sido testigos de esta violencia por parte de sus jefes jerárquicos”, indicó.
La ley federal del trabajo expresamente prohíbe en todo momento, que los patrones o sus representantes realicen actos de hostigamiento y/o acoso sexual contra cualquier persona en el lugar de trabajo, así como permitir o tolerar actos de hostigamiento y/o acoso sexual en el centro de trabajo.
ESCAPAR DEL ACOSO
Carolina, es una joven secretaria que ha tenido que cambiar de trabajo en tres ocasiones por el mismo problema “el patrón se quiere pasar conmigo y mejor prefiero poner tierra de por medio o por miedo”, dice.
Explica que uno de sus jefes, por poco y la viola, situación que a veces no la deja dormir.
“Mi salida es a siete de la tarde, ese día, me planteó que me quedara un poco más porque estaba el cierre de mes y que teníamos que hacer un balance, sin sospechar, empezamos a trabajar, la oficina se quedó sola, entonces, el güey me empezó a tocar los hombros, luego, me puso su miembro en mi cuerpo, para entonces, me tenía sostenida de los brazos, me desgarró la blusa, si no ha sido por un compañero, el cobrador, que llegó inesperadamente el güey me viola, muchas veces por la noche, escucho su soplo agitado, despierto asustada, no lo he podido superar”.
Sin embargo, no denunció, sólo optó por renunciar para no volver a pasar por lo mismo, ahora, dice que tiene temor seguir buscando trabajo “pero qué hago, necesito trabajar, de eso vivo”, musita.
APOYO PSICOLÓGICO
La psicóloga Fernanda Madrigal recomienda que las personas que han sufrido acoso laboral van a necesitar con toda probabilidad apoyo psicológico para superar todas sus consecuencias y recuperar la normalidad en su vida familiar y en sus relaciones y sociales.
Mientras lo sufren y cuando éste ha concluido, ya sea porque ha solicitado la baja laboral, ha dejado el empleo o ha denunciado a su acosador, se sienten frecuentemente solas y sin apoyos, aisladas en el lugar de trabajo y a menudo incomprendidas por su familia y entorno social.
“Lo más importante es que las víctimas del acoso laboral adquieran conciencia real de lo que está sucediendo. A partir de ahí, deben saber que hay personas a las que pueden acudir, por ejemplo un o una psicóloga”, señala.
Lo único que hice, fue abandonar la casa, andar por la calle sin rumbo. Me desgració, perdí el trabajo, el sueldo y todavía no sé qué hacer.
Carmen, trabajadora doméstica
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