Culiacán, Sin.- La falta de oportunidades, la pandemia y el nulo acceso a las tecnologías arrojaron a cientos de niños sinaloenses a la calle porque no tienen computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes ni internet, herramientas que los pudieran ayudar a realizar mejor sus tareas.
Ahora se le ve a cualquier hora pululando en las principales avenidas de la capital del estado ofreciendo diversos oficios, porque este ciclo escolar no es para ellos al no tener la mínima oportunidad de recibir las clases a distancia.
Joshua es un niño de ocho años, pasó a tercer año, pero no tuvo la oportunidad de retornar a la escuela porque ni siquiera tiene un lugar en su casa para sentarse a recibir la clase, mucho menos una computadora.
Vive en una de las zonas más marginadas de la ciudad: colonia Bicentenario. Por su ubicación, casi todos sus moradores se dedican a pepenar basura y a vender los residuos que les dejan dinero y Joshua no iba a ser la excepción
Su carita chorreada por el sudor que se junta con el polvo, expresa la marginación en la que vive.
Sus ojos profundos hablan. Se les ve triste y al relatar su situación, nos cuenta sus dolores y sus deseos.
PRECARIEDAD QUE DUELE
“Mi casa no tiene luz, pero si hubiera luz, pos iba a estar en las mismas porque mi amá no tiene pa’ comprarnos ni televisión ni computadora”, dice mientras se limpia el sudor.
Carga un costal con botes y cartón, dice que con esa ayuda tendrán para comprar frijoles. Además, se viste de Mickey Mouse y en los semáforos solicita apoyo
Sobre sus estudios, al relatar sus deseos, abre grande sus ojos y con voz fuerte suelta lo que se ha vedado para él.
“¡Huy! pos yo quisiera que ya se acabara esa enfermedad que anda y que se le pega a la gente que está cerca y poder ir a la escuela, porque ya perdí mucho, mi amá dice que si esto sigue así ya no vamos a ir a la escuela la Viridiana y yo, porque no hay dinero y yo le entré a la chamba pa ayudar a mi amá y así sacar un dinerito más y ayudarnos”.
Dice que él cuando sea grande quiere ser diputado.
“Quiero ser diputado pero de los “güenos”, de esos que ayudan a la gente y no se clavan el dinero”, señala, pero revira “a lo mejor nomás lo pienso porque no hay dinero pa seguir en la escuela”.
Por las calles los niños corren en medio de casas edificadas con paredes de materiales reciclados, algunos están agujerados, los techos cubiertos con plástico y aun así los pequeños tienen sueños y esperanzas.
LA PEQUEÑA MIROS
Miroslava es una pequeña de diez años, encarrerada apenas se da tiempo para hablar un poco de su situación en estos momentos.
“Voy a esperar la camioneta donde salgo con mi patrón y mi mamá a comprar cosas viejas, como refrigeradores, colchones, andamos por las colonias hasta bien tarde, yo no estudio porque no hay dinero, ahora se necesitan rete hartas cosas pa poder estudiar, no tengo computadora, bueno, nada de nada, a lo mejor me voy a quedar burra, pero ni modo y ya me voy porque me están esperando y si no trabajo no gano los cincuenta pesos que me pagan por el jale”, dice.
También en la colonia 5 de febrero, la situación es la misma: muchos niños no estudian por falta de herramientas, algunos de plano van a desertar, pese a que la educación es un derecho constitucional, a ellos ese derecho no los ampara al menos en este ciclo escolar por falta de recursos económicos.
Miguel Alejandro, es un niño vivaracho, ve la vida con optimismo, tiene ocho años, pero ya se siente el hombre de la casa.
“El virus me hace los mandados, me cuido cuando salgo a vender calabazas, nopales y tomate a las casas, a veces, todos los días el patrón cambia de colonia, me gusta esto que hago, llevar dinero a la casa para que mi mamá ya no trabaje, si no pude estudiar porque así como dan las clases ahora, es solamente para los ricos, nosotros no tenemos nada de eso, entonces hay que chambear mucho y algún día tener una computadora, pero ahorita hay que jalar para adelante”, indica.
Sonia, la mamá de Miguel Alejandro, es madre soltera, trabaja como empleada doméstica, cuando inició el “quédate en casa” y empezaron las clases en casa, hacía grandes sacrificios, compró guías, imprimía trabajos, recibía las tareas de la maestra a través del celular de la hija de su patrona, pero con las clases en línea ya no pudo sostener a su hijo en el ciclo escolar .
“Me duele mucho que mi hijo no haya podido seguir estudiando, es un niño muy inteligente, todo lo que hace, lo hace con gusto, le pone muchas ganas, ahora anda pendiente de que nos cuidemos, con lo que gana ha comprado cubrebocas, gel. Es un niño excepcional, quiere que su hermanita el año que entra pueda tomar las clases a distancia, está juntando dinero para comprar una computadora…”, relata.
ESPERANZA ROBADA
Otro caso, Sandy, es una pequeña de doce años, iba a concluir su primaria, estaba entusiasmada, pero el Covid-19 le quitó toda expectativa, ahora, corre de un lado a otro ofreciendo nopales a los transeúntes.
Vive en la colonia la Esperanza junto con tres hermanos, mismos que no tuvieron la oportunidad de seguir estudiando, además su padre murió de Covid-19.
“Mi apá se murió de esa epidemia, era muy borracho y un día se sintió mal y mi amá le dijo que se muera a morir a otro lado para que no nos pegara el mal, ella iba y le dejaba comida hasta que se murió…”
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Huérfanos y sin la ayuda del padre que era albañil, Sandy se vio en la necesidad de dejar los estudios y ayudar en el gasto de la familia.
“No podemos estudiar porque no tenemos internet en la casa. Tenemos una televisión vieja que la tienes que golpear para que se puedan ver los monos y ya no se pudo”, dice.
Dice que ella era feliz en la escuela, con sus compañeros “pero creo, bueno eso nos dice mi mamá que por esa enfermedad que anda, ya no podremos asistir a la escuela, porque nos hacemos bola y nos contagiamos, por eso le rezo todos los días a mi Diosito que la gente ya se alivie y podamos volver a la escuela, eso, es lo que más deseo”.
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