Tenía 83 años, casi 84 dicen sus hijos, era fuerte y vigoroso, caminaba sin ayuda de un bastón o andadera, vivía solo y era autosuficiente, todos los días antes de las 8:00 de la mañana el frente de su casa ya estaba barrido, era su actividad matutina, así lo recuerdan los vecinos, él es Isidoro Medina Zazueta, el adulto mayor que fue víctima presuntamente de las balas del Ejército Mexicano en un operativo militar contra el narco.
“Fueron ellos (los militares), dicen que fue una bala perdida pero no, no hay manera porque no hubo respuesta, sólo ellos dispararon”, explica uno de los familiares.
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Dos días después del operativo para capturar a Ovidio Guzmán López, y que tuvo como saldo la muerte de al menos 19 civiles y 10 elementos castrenses, el robo e incendio de vehículos, cientos de bloqueos que dejaron incomunicado al estado y el vandalismo y rapiña en comercios locales, el sábado 7 de enero se realizó un despliegue militar en la colonia Miguel Hidalgo, al oriente de Culiacán.
“Iban por un pesado”, como se dice de manera coloquial en las calles de la capital para referirse a un operativo para capturar a un sicario o narcotraficante.
Llamadas contrariadas
Eran las 19:00 horas cuando en los chats de WhatsApp empezaron a circular audios y advertencias de la presencia de militares en la colonia Hidalgo, habían “reventado” una casa ubicada en la calle Mariano Escobedo.
Isidoro vivía a un lado de unas viviendas-oficinas, rápidamente los vecinos alertaron a sus hijos, él estaba incomunicado, ya que en varias ocasiones habían intentado que tuviera un celular, pero no sabía usarlos y terminaban por averiarse.
“Nos hablaron los vecinos, nos dijeron que había muchos policías y militares, y yo le hablé a él (a su hermano Osvaldo), le dije: ve y saca a mi papá”, relata Isabel, una de las hijas de Isidoro.
Luego de recibir la llamada de Isabel, Osvaldo tardó 10 minutos en llegar al lugar de los hechos, puesto que se encontraba en su trabajo, en una clínica de rehabilitación a unas cuadras de la casa de su papá.
Recuerda que todo el sitio estaba bloqueado, militares y policías no dejaban pasar a nadie, pese a que se identificó como vecino de la colonia y dijo que quería saber de su padre, los elementos del Ejército no lo dejaron pasar y tuvo que esperar afuera.
“Llegué aquí como a las 8:00, estaba todo cerrado, no dejaban pasar, hasta allá estaba cerrado (dice mientras señala una casa que se encuentra a lo lejos)”, relató Osvaldo Medina, el hijo mayor de Isidoro.
La colonia que lo vio crecer
Villa Satélite, Infonavit El Barrio y San Juan son colonias más recientes que la Miguel Hidalgo, la cual tiene unos 60 años de haberse fundado, Don Isidoro y su difunta esposa, Doña Toya, fueron de los primeros habitantes del sector, afirman los vecinos.
La pareja tenía una tienda de abarrotes que mantuvieron abierta durante 50 años, con las ganancias les alcanzaba para vivir dignamente, mantener a sus hijos y construir poco a poco, ladrillo a ladrillo, el hogar donde vivían.
“Mi mamá con lo que sacaba de la tienda con eso, la casa tiene desniveles porque no la construyeron de una, fue por partes, poco a poco, a como podían iban construyendo”, explicó Isabel.
Cuando Doña Toya murió, Don Isidoro tenía 67 años, sus hijos le pidieron en innumerables ocasiones que se mudara con uno de ellos, pero él se rehusó, decidió habitar la casa donde vio crecer a sus hijos, hoy todos personas trabajadoras.
En la colonia era conocido como Papá Yoyo, los vecinos lo querían, lo visitaban, estaban al pendiente de él y todos los días le llevaban comida, cuando salía a barrer la calle se quedaba platicando largo rato en la banqueta, a veces hasta que se ponía el sol.
Irrupción violenta
Como parte del operativo, los militares irrumpieron en varias viviendas, entre ellas la de Isidoro, abrieron las puertas a la fuerza, tumbaron el portón y al interior realizaron cientos de destrozos.
Isidoro se encontraba durmiendo, alrededor de las 19:00 horas, cuando según la versión de vecinos, los militares entraron a la fuerza, rompieron la chapa y el vitral de la puerta principal, ingresaron a la vivienda y removieron todo a su paso, rompieron las puertas y entraron a la habitación de Isidoro.
De alguna manera (que las autoridades no han explicado), mientras los militares realizaban el operativo, una bala impactó en el cuerpo de Isidoro perforando un pulmón, al percatarse de los hechos, los elementos decidieron llevarlo a un hospital en un vehículo del Ejército Mexicano.
Fue entonces, cuando lo sacaron de su domicilio que su hijo Osvaldo, quien esperaba afuera, se dio cuenta y los siguió hasta el hospital, al llegar pidió verlo de inmediato, y los médicos le comunicaron el grave estado en el que se encontraba.
“Cuando llegué les dije: es mi papá, quiero verlo. No me dejaron pasar, solo me dijeron: está muy grave, ya eran como las 9:00 de la noche”, relató Osvaldo.
Horas más tarde Isidoro murió en el hospital.
Zona de guerra
La vivienda de Isidoro se encuentra en la calle Mariano Escobedo, entre Amado Nervo y Fray Bernardo de Buelna, no es distinta a las demás que fueron intervenidas durante el operativo, la seña particular: puertas y portones destrozados.
El vitral de su puerta principal fue destruido, recibió un golpe muy fuerte o quizás un impacto de bala, en la entrada justo en la sala, un charco de sangre y las huellas secas de bota tipo militar son la evidencia de un crimen.
La casa es grande, con más de 10 habitaciones, pero Isidoro vivía solo, todas estaban vacías y aun así fueron rotas, algunas tenían bultos de pertenencias personales, algún mueble o un aparato que ya no se utilizaba.
La decoración de la vivienda es antigua, como de los años 70, hay una vitrina que conserva una vajilla un poco empolvada, el comedor, el sillón de la sala y el televisor también parecen un poco antiguos, no hay más elementos en el hogar.
Al fondo, a un lado de la cocina y del patio trasero está la habitación de Isidoro, los hijos no han querido mover nada, está igual a como la encontraron, siguen esperando que investigadores y peritos de la fiscalía vayan a tomar nota de los hechos.
La cama está a medio hacer, el cobertor desdoblado, los zapatos y la chamarra que aún reposan en una silla son señal de que alguien se levantó de prisa y olvidó ponérselos.
La puerta de la habitación de Isidoro está destruida, en la entrada a la habitación ahí hay otro charco de sangre, el que quizás fue el primero, y conduce a la puerta principal. Hay gotas de sangre y huellas por toda la casa, el desorden indica que personas extrañas estuvieron ahí buscando algo, o a alguien.
“Lo trataron como un criminal, entraron y rompieron todo, el portón lo tumbaron, él ya estaba dormido cuando pasó eso”, relató un familiar.
Afuera de la vivienda hay decenas de veladoras aún encendidas que los vecinos y familiares ha llevado, también hay una corona fúnebre de rosas y margaritas con la leyenda “De parte de todos tus vecinos, queremos justicia”, como muestra del cariño que le tenían y el reclamo de justicia.
Ausencia de las autoridades
Los hechos ocurrieron el sábado 7 de enero, Isidoro fue velado y sepultado tres días después, desde entonces ninguna autoridad de ningún órgano de gobierno se ha acercado con los familiares a brindar ayuda, evaluar los daños o intentar reparar los perjuicios.
Los gastos que generó el funeral, el sepelio y los daños en la vivienda ascienden a cientos de miles de pesos que la familia no puede cubrir. Los hijos de Isidoro exigen que se haga justicia, que se investigue y se castigue a los responsables además de reparar los daños materiales.