Culiacán, Sin.- En la nueva normalidad educativa, parece que el coronavirus se robó el entusiasmo de los niños por aprender, el de algunos padres por ver crecer a sus hijos y cuadriplicó las funciones de los docentes, quienes tienen que dividirse entre sus alumnos que educan a través de la pantalla y los poquitos que van a la escuela.
"La educación no se dejó de lado", es el discurso que la autoridad ha tomado en medio de la pandemia, sin embargo, la realidad pega duro a maestros como Dulce Lizárraga Solís, por percatarse como el rezago escolar es un problema más grave de lo que se imaginaba.
La docente Dulce, es una de los miles de maestros de Sinaloa que tiene una doble jornada por un mismo sueldo; los días lunes, martes y viernes, imparte clases desde su recamara a 15 alumnos; miércoles y jueves se traslada de Culiacán a Navolato para atender a 10 estudiantes y en su tiempo libre, está en búsqueda de ocho más que han estado ausentes.
Recientemente se ganó una plaza y esta semana se incorporó a la primaria Dr. Fortino Cuellar Ramírez, se despidió de sus alumnos de sexto grado de un colegio y emprendió el reto de conocer a un grupo nuevo y adaptarse a una nueva escuela que está a más de una hora de distancia de su casa.
El rezago
Pero lo más preocupante, es darse cuenta que los alumnos de cuarto año, se quedaron con los conocimientos de segundo, como si las clases de tercer grado nunca hubieran pasado.
“Me voy a dar la tarea a encaminarlos, a ver que tanto se logra, porque no asisten, entonces tendría que ser presencial, entonces me imagino que así como están ellos, en todas las escuelas hay este rezago y este abandono por parte de los papás”, contó.
Desde 2012, Dulce ha ejercido como maestra, educando a decenas de niños en sus aulas; la convivencia y la participación era algo fundamental para que los alumnos no perdieran el interés. Ahora las clases en la escuela es como si fuera "un día flojo".
“La verdad sí es muy triste llegar y ver el aula vacía, porque no trabajas igual, siempre el entusiasmo de ver el aula llena como que te carga de energía, entonces tienes toda la mañana ocupada, trabajando, revisando y que si alguien no entendió y siento que así para ellos también está más relajada la clase en cuestión de entusiasmo”, compartió.
En la primaria, las clases son de 8:00 a 12:00 horas. Unos 30 minutos antes de la hora de entrada empiezan a llegar los alumnos, el uniforme es el mismo, pero el uso del cubrebocas, el filtro sanitario en la puerta de acceso, el sanitizante y gel antibacterial en la mesa del maestro, es el recuerdo de cómo las clases no volverán a ser iguales.
La recámara: la nueva aula
Por más de un año, su casa ha sido habilitada para dar clases a distancia, al mismo tiempo que se dividió para que sus tres hijos tomaran clases; un cuarto para Dulce, otro para su hija de preparatoria, la sala para el niño de preescolar por la mañana y por la tarde, para su hijo de primaria. En todo esto, confiesa, su mamá ha sido su respaldo.
“La verdad al inicio fue muy pesado, porque era nuevo la tecnología, o sea, sabía manejar una computadora y todo, pero para mí fue difícil dar mis clases a través de la pantalla, porque no me daba cuenta realmente si los niños estaban trabajando”, recordó.
A la distancia, Dulce envía el plan de trabajo por las mañanas, por dos horas imparte la clase y espera a que los padres envíen evidencia del trabajo prácticamente todo el día. Una dificultad es que, algunos padres han dejado en segundo plano la escuela.
“Ya no lo ven como una obligación, como un deber que el niño asista a la escuela o que en este caso el niño está asistiendo en clases virtuales, porque así lo decidieron, pero no tienen ese compromiso”, mencionó.
La maestra Dulce, quiere que sus 33 alumnos regresen a la escuela para nivelar sus conocimientos y para esto, va a cuidar las medidas sanitarias para asegurar a los padres que su aula es segura.
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