Culiacán, Sin.- En la Navidad pasada, Alma Delia, o Azul, como la nombraban sus amiguitas, le había amanecido una muñeca de la Sirenita, la cual se había convertido en su más preciada propiedad. Todo el santo día jugaba con ella.
Con ella vivió sus últimas horas en el patio frente a los módulos 8 y 7 de la agrícola La Capilla, el escenario en el que la noche del martes 28 de diciembre pasado, el mayordomo del campo, un joven de 28 años repleto de ira, drogas y alcohol, le arrebató la vida a la niña de seis años.
Al día siguiente, sus amiguitas contaban la historia de la niña de las sirenas, una infancia atrapada en un destino de precariedad, arrastrada por sus padres a estos galerones donde los murmullos en lenguas indígenas se hacen presentes cada mañana.
Azul y su familia habían llegado en agosto pasado, provenientes de un pueblo perdido en la Costa Chica de Guerrero. Llegaron y se alojaron en las carracas 104 y 105 de la agrícola La Capilla, ubicada en el corazón del valle navolatense, cerca de El Vergel.
Entre surcos se labró su breve historia, en unos segundos el filo de un machete terminó con la alegría de aquel día, en que jugaba abrazando a su sirenita. Una infancia interrumpida de tajo.
AZUL ES TU NOMBRE
“Ella no se llama Alma Delia, ella se llama Azul”, cuenta Marina, una pequeña de escasos 8 años, también habitante del campo agrícola La Capilla.
Tanto ella como su madre, y el resto de las decenas de niños del campamento, esperan noticias de Azul, de su madre que andaba a la Fiscalía con un pequeño de brazos. Miran de aquí para allá el movimiento del campo.
En medios de comunicación se identificó a la víctima como Alma Delia, pero Marina y otras niñas no tienen otro nombre para ella más que el de Azul, como ese cielo que la vio partir.
Testimonios recabados un día después del crimen, señalan que Azul jugaba en los patios de las barracas, en donde se extienden largos tendederos de ropa y los niños más grandes corretean en las bicicletas.
“Soñaba con ser una sirena, era su personaje favorito y que incluso, como eso de las 5 de la tarde, ella había visto videos en Facebook acerca de sirenas”, relatan en voz baja.
“La niña estuvo jugando en el patio todo el día, vino y se sentó aquí afuera con nosotros, estuvimos viendo videos. Me dijo, ponme en el face videos de sirenas y aquí se quedó un buen rato”, expresa una mujer, afuera de una barraca, abrazando a sus hijas pequeñas.
Niñas y niños, hijos de jornaleros, miran desde balcones y puertas con un asombro contenido. Llegan periodistas, policías, funcionarios de gobierno. El trabajo incansable de la factoría agrícola no se detiene.
Acá llega un autobús de donde bajan trabajadores en fila india. El ambiente tiene un trasfondo tétrico en medio de un día nublado. Una noche antes, una corriente de chorro subtropical, hizo impacto con un viento frío que cuajó la humedad en lluvia, y esa lluvia que lavó la tierra donde Alma Delia expulsó la sangre.
Todavía entre cintas amarrillas se observan manchas hemáticas. En el umbral de la puerta de la carraca 121, también hay rastros de sangre: esas son de un hombre y una mujer heridos.
A pesar de tanta tragedia, en La Capilla el día transcurría normal, como si nada hubiese ocurrido, algunos jornaleros dejaron a sus hijos en la guardería del campo y partieron muy temprano a trabajar.
LA NAVIDAD DE LA NIÑA
Azul pasó la Navidad en el mismo módulo donde vivió sus últimos instantes de vida, de acuerdo a las declaraciones de los jornaleros, la pequeña había pasado el 24 de diciembre en compañía de su mamá, dos hermanos, su padrastro y el mayordomo del campo.
Santa Claus, en esta ocasión le había traído el juguete que ella tanto había esperado, una muñeca en forma de sirena.
“El mayordomo hizo un convivo, ahí estuvo ella con su mamá y su hermano y su padrastro, a ella le gustaban mucho las sirenas”, comentaron.
Después de la Navidad, el martes 28, durante la tarde algunas personas se encontraban conviviendo en la carraca 21: bebidas alcohólicas pasaban de mano en mano. Pero algo salió mal, y el presunto responsable atacó primero a una pareja.
Luego siguió con otra persona más y remató con la niña al encontrarla en su camino desfigurado. Mientras esto ocurría, jornaleros vecinos de este módulo corrieron a esconderse en sus hogares.
“Los gritos se escucharon hasta los lavaderos, nada más escuchamos la borulla y otros niños que gritaron la mató, mató a la niña, la mató”, jornaleros. El cuerpo de Azul quedó ahí, reducido como un montoncito de lágrimas oscuras.
La niña estuvo jugando en el patio todo el día, vino y se sentó aquí afuera con nosotros, estuvimos viendo videos.
María Habitante de La Capilla
PROCESO
El jornalero de 28 años será imputado por el delito de feminicidio, el cual alcanza una pena en Sinaloa de hasta 55 años en los casos más graves.
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