Culiacán, Sin. Heriberto Mendívil, perteneciente a una estirpe de socorristas de antaño, nacido en la década de los sesenta y pionero en la formación del comité de juventud en Sinaloa. Forjado del miedo a las sirenas de las ambulancias que venció por el amor a la banda de guerra.
Hermano mayor de Juan, una leyenda de los ambulantes, Heriberto inicia su carrera a las 13 años, un niño todavía. Rápidamente se formó como socorrista para subir a las ambulancias 5 años después.
Mendívil cuenta con nostalgia que su experiencia está marcada de hechos tristes y lamentables, palabras lejanas le llegan a la memoria y se detiene para contar sobre aquella vez que recibió el cuerpo inerte de un niño que había sido atropellado por su padre, un accidente que le llenó la vida de incertidumbre; "eso me pude pasar a mí", dice.
Viaja más al fondo de su memoria para encontrarse en una día nublado de octubre, el huracán Waldo impactaba Sinaloa en fase II y el llamado de auxilio llegó desde el Limón de los Ramos; sin unidades disponibles en la estación de Culiacán, tuvieron que improvisar.
EL TEMPORAL
Un auto patrulla se ofreció a llevar a 4 paramédicos a ese llamado, con la sirenas prendidas y en medio de una lluvia incipiente que pasó a ser torrencial. Un camino de cuarenta minutos con poca visibilidad y mucha incertidumbre.
Al llegar al poblado encontraron un ambiente fantasmal, las personas huyeron a zonas altas y los arroyos comenzaban a tomar causes agresivos. En su búsqueda de la gente varada que decía aquel reporte, llegaron a un lado de la carretera con una casa a 300 metros al fondo.
Separados por una creciente de un metro de altura y cada ves más ancha, decidieron adentrarse al ver 4 sobrevivientes dentro de la casa de lamina y adobe. El jefe de servicio iba al frente, detrás Heriberto y otro socorro más.
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A la mitad del arroyo los 3 ambulantes sintieron una vibración extraña bajo sus pies, un bramido, como lo describe Mendívil, que les removió las entrañas al saber que algo no estaba bien.
Vámonos, sálganse, dijo el jefe de servicio. Los 3 socorros salieron de nuevo a la carretera y tomaron el megáfono del auto patrulla para avisarles a los residentes de la casita. Les pidieron que si estaban bien, levantaran un trapo rojo o amarillo; segundos después un brazo se erigió con una camisa roja apuñada.
SE HIZO EL SILENCIO
Desde la carretera les iban dando instrucciones a esas personas, salió el padre con dos niños tomados de los brazos y detrás su esposa, temerosos y empapados. Esa familia tenía pocos minutos para salir así que obedecieron a los ambulantes.
No habían dado diez pasos cuando el bramido se acrecentó y develó una fuerte corriente de agua, ramas y animales ahogados que venía arrasando todo a su paso. Mendivil vio frente a él como el agua se llevó a la familia completa junto a su casa; desaparecieron.
El silencio de los 4 ocupantes del auto patrulla era interrumpido por la corriente de lluvia y los esporádicos berreos de una cabra que se resistía a la corriente. Un escenario dantesco aquella muestra de poder de un huracán.
Tiempo después lo platicaron en esas charlas informales de guardias en Cruz Roja, no pasó de ser una plática normal y hasta la fecha a Heriberto le carcome la memoria la visión de esa familia del Limón de los Ramos que desapareció en las fauces del huracán Waldo, y nunca se hallaron restos.
PERFIL
Heriberto Medívil se integró a la juventud de la Cruz Roja desde los 13 años, siguiendo a su hermano mayor. Hoy forma parte del grupo de veteranos que por décadas ha servido a esta noble institución de salvamento.
AÑO FUNESTO
En 1985 y con 18 años, el mayor de los hermanos Mendivil acude a apoyar en un desastre natural, dejando memorias tristes en su cabeza.