Culiacán Sin.- El paramédico Jorge estaba en la guardia del viernes 31 de octubre del dos mil y algo, las fechas en estos casos suelen olvidarse por razones obvias. De por sí los viernes son movidos y ahora con las fiestas de Halloween, pues más. Esa guardia no se completó y los operadores de ambulancia también se metían a atender si se requería.
De puros choques y volcaduras nos llegaban los reportes y ahí vamos. Todo regular y normal para la fecha y la hora. Así se nos fue la noche, apurada y repetitiva. A las 3 de la madrugada nos llega otro más; choque de un auto al sur de la ciudad, seis heridos... Más de lo mismo, pensé.
Llegamos al hecho, mucho ruido y olor a llanta quemada. Íbamos dos Técnicos en Urgencias Médicas y un alumno, así que comenzamos a evaluar a cada herido. Los menos graves fueron atendidos por el alumno y mi compañero y yo nos concentramos en el único que presentaba heridas de gravedad; traumatismo craneoencefálico con pocas o nulas probabilidades de sobrevivir. Llamamos a otra ambulancia de apoyo pues varios pacientes ameritaban traslado.
Bajo la regla de que la primera ambulancia en llegar es la última en irse, subimos al joven que presentaba las heridas de gravedad. El choque fue entre dos automóviles en un cruce, el impacto de costado lo recibió la persona detrás del piloto, en este caso nuestro paciente. Rápidamente lo aseguramos y partimos rumbo al hospital del Seguro Social, en el camino tratamos de estabilizarlo pero el daño era grave y alcanzamos a llevarlo a la sala de emergencias aún con vida.
Cuando bajamos el carro-camilla para entrar a urgencias veo en la entrada a una mujer desesperada llorando, pasamos junto a ella y nos grita: ¿Ese es mi hijo? ¡Él es mi hijo!.
Nosotros “seguimos de largo” (sic) y mi pregunta es cómo pudo llegar tan rápido al hospital, nuestro trayecto se hizo en menos de 15 minutos, imposible que llegara antes.
Dejamos al herido con bajas esperanzas de vida y al salir la mujer me aborda y comienza a gritarme: "dime que mi hijo se va salvar, por favor, dime que va estar bien". Yo siento que la garganta se me anuda y sin querer decirle que probablemente su hijo fallezca, solo le digo que estaba atendiéndolo; ella no me suelta y con sus ojos cansados de llorar me mira y me dice que estaba ahí porque acaba de fallecer su otro hijo, igual, en un accidente y no quiere perder uno más.
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Mi mirada se cruza con las de mis compañeros, el dolor de esa madre se puede sentir en el aire. Nos retiramos hacia la estación y todo era silencio. El alumno con la cabeza abajo me dice que prefiere regresar a sus guardias regulares, no puede con esto. Lo entiendo, pues estos golpes pueden sacudir hasta al más experimentado.
Ya no seguí el caso, quizás aquel joven sobrevivió o no, no quise saberlo. Aquella noche de brujas se convirtió en una pesadilla real para aquella madre solitaria que por las brutales casualidades pudo perder a sus dos hijos en una semana.
PROTOCOLO
En Cruz Roja hay una regla… La primera ambulancia en llegar a una escena, es la última en irse, sirve para atención inmediata de heridos múltiples.
DOLOR
"Dime que mi hijo se va salvar, por favor, dime que va estar bien…"; gritó una madre al paramédico.
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