Culiacán, Sin. - Este miércoles se festeja el Día del Adulto Mayor; sin embargo, los “viejos” como suelen llamarlos, nada tienen que festejar, muchos, se encuentran abandonados, mal alimentados y otros con su cuerpo cansado, avejentado y con el espíritu ajado, tienen que buscar el alimento no del alma, sino del cuerpo, porque no hay quien vea por ellos.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Sinaloa tiene más de 300 mil adultos mayores, de ellos más de75 mil requieren cuidados especiales, debido a que tienen serios problemas de salud; hay 22 casas hogar que atienden a cerca de 500 adultos; sin embargo, la mayoría no puede pagar el costo de su estancia en esos lugares.
Asimismo, de acuerdo al INEGI una de cada tres personas de 60 años o más tiene alguna discapacidad -31.6%-. Por sexo, es mayor la proporción de mujeres -56.3%-, que la de hombres -43.7%-. La discapacidad con mayor proporción es la relacionada a la movilidad -dificultad para caminar, moverse, subir o bajar- tanto en hombres y mujeres.
La causa principal de los adultos mayores para ser hospitalizados es por lesiones, debido a caídas. El 12 por ciento de las mujeres y 9.2 por ciento de los hombres adultos mayores viven solos.
Las causas por las que mueren las personas adultas mayores están relacionadas con enfermedades crónico-degenerativas. Las principales son la diabetes mellitus y las enfermedades isquémicas del corazón, además de los tumores malignos.
DECADENCIA Y OLVIDO
Desde 1982 se celebra el Día de Adulto Mayor, pero, sólo lo festejan las autoridades encargadas de la protección a este sector, en el resto de la sociedad pasa desapercibido, en nada se parece, por ejemplo, al 30 de abril, Día del Niño.
“Cuando uno es viejo… ¡hasta estorba!”, lamenta Gabino García, quien, a sus 80 años de vida, dice que se siente, pero que “un trapo viejo”, ya que asegura que sus hijos y nietos lo tienen totalmente abandonado.
Su vida la desarrolla en el patio del hogar de uno de sus hijos.
“Me siento mejor aquí. Mis nietos me dicen que apesto a viejito, que no me aguantan, yo me baño con una jícara abajo del árbol pa’ poder convivir con mis bisnietos que están chiquitos, me gustan mucho los niños”, señala.
Sin embargo, señala que a él no le gustaría que lo encerraran en un asilo “me moriría, aunque mis hijos me tengan abandonado, estoy cerquita de ellos… sé que están bien”.
Lamenta que por su edad ya no pueda moverse, ya que antes salía a escondidas a vender dulces, porque quería sentirse útil.
“Me escapaba, nadie me echaba de menos, quería tener mi dinero, aquí no me falta alimento, me falta que me quieran un poquito”, dice.
De acuerdo con el INEGI, en el 2018 la población total de Sinaloa era de 3 millones 050 mil 335 personas, de ellas, 1 millón 423 mil 285 personas constituían la Población Económicamente Activa (PEA). Del total de la PEA, 1 millón 389 mil 061 personas, el 97.60%, se encontraban ocupadas y de ellas, 125 mil 415 personas - 9.03%-, tenían 60 años y más.
Sin embargo, no se toman en cuenta, los que están en la informalidad y así podemos ver a cientos de ancianos trabajando de paqueteros, vendiendo en la calle, haciendo piruetas o lo que puedan para ganarse unos pesos y seguir sobreviviendo.
Juan Betancourt es un anciano de 77 años, a diario se levanta temprano para irse a trabajar en un centro comercial, señala que tiene problemas de continencia, por lo que le hacen bullying.
“Me dicen “mión”, cochino, apestoso y yo ya no puedo con eso; me baño hasta tres veces al día, porque en el trabajo, en la casa me rechazan por eso”, señala.
Destaca que con lo que gana, no le alcanza para comprarse pañales, porque hace de todo para no tener ese problema; sin embargo, lamenta que su familia no se ocupa de él, al contrario, lo rechazan y al igual que Gabino, se resiste a irse a un asilo de ancianos, porque “me gusta el bullicio de la familia”.
ACOMPAÑAMIENTO DE CALIDAD
El índice de envejecimiento nacional -mayores de 60 años-, es de 36.1%, por cada 100 menores de 15 años. El índice de Sinaloa es de 39.8, el quinto mayor del país.
Hay una alta prevalencia de suicidios entre la población adulta mayor, particularmente en hombres mayores de 80 años, la mayoría intenta quitarse la vida por no tener motivaciones, por enfermedad y violencia familiar.
José tiene 84 años, contrario a los otros entrevistados, es un hombre bien cuidado por su familia. A diario lo llevan a una casa donde se cuidan ancianos y por la tarde lo recogen; sin embargo, ya no tiene deseos de vivir y ha intentado quitarse la vida.
“Mi temor más grande, es que un día mi abuelito en un descuido se quite la vida, lo ha intentado tomándose pastillas, se ha querido colgar. En el lugar que lo dejamos le dan terapia, pero nada lo reanima, su tristeza se ha acentuado en los últimos meses”, señala Gabriela.
La nieta de don José explica que la falta de motivación, es la ausencia de su esposa que hace tres años falleció y desde entonces, se volvió taciturno, depresivo, pero de unos meses para acá la tristeza lo invade.
En las casas geriátricas de la ciudad se les brinda hospedaje, vestimenta, alimentación y cuidados médicos, pero lo más importante, acompañamiento con calidad. Unos llegan a esos lugares porque sus familiares no tienen tiempo de cuidarlos; sin embargo, son pocos los que tienen este privilegio, debido a que o no tienen dinero, o bien, a la familia pese a que no les dan calidad de vida, no les interesa que otros se las den.
En los asilos que atiende el gobierno estatal y municipal, sus moradores son rescatados de la calle y otros más han sido abandonados y, al igual que en los de paga, se les atiende con cariño, esmero y calidad; sin embargo, falta mucho por hacer, sobre todo, por las familias que no aman a sus ancianos.
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