Culiacán,Sin.- La gente de Culiacán, sus personales íconos, sus barrios y sus edificios, se unen y alegóricamente forman un puntal que sostiene la vida de Guillermo Torres Chinchillas. El puntal, con palabras sinaloenses, es el “horcón de en medio” al que le rinde homenaje con diversas semblanzas impresas en papel y cuyo título es ese.
El autor nació circunstancialmente en Los Mochis a mediados del siglo pasado. Sus padres sólo estaban de paso por motivos laborables. A los 11 meses de edad se le trajo a Culiacán y desde entonces vive aquí. Se dice culichi 100 por ciento, aun cuando sus padres tampoco sean de Culiacán. Su madre, es de Choix; su padre, de Badiraguato.
Si volviera a nacer y se le diera la oportunidad de elegir qué ciudad le gustaría para crecer y vivir, ¿cuál elegiría?, se le pregunta y sin pensarlo casi nada responde:
“Culiacán. Yo cuando salgo, a los ocho días me quiero regresar. Es una ciudad única por su gente, y con altibajos y todo, aquí me formé. He pensado irme a vivir a Los Mochis, por ser una ciudad con buena calidad de vida y donde tengo muchos familiares y amigos… pero no”.
Guillermo Torres ha sido abogado litigante, ha ocupado diversos cargos en la administración pública, desde director de Averiguaciones Previas en la entonces Procuraduría del Estado hasta director jurídico del Colegio de Bachilleres de Sinaloa.
Pero también ha logrado consolidar una larga carrera en el derecho electoral que le ha llevado a ser presidente de consejos distritales electorales, consejero del Instituto Electoral del Estado de Sinaloa y ahora es magistrado presidente del Tribunal Electoral del Estado de Sinaloa.
Ahora se estrena como escritor y eligió lo que más quiere: su ciudad. Con nostalgia recuerda los viejos edificios históricos de Culiacán que han ido desapareciendo, sobre todo por tener amplios portales como característica.
“A Culiacán se le llamaba La Ciudad de Los Portales. Se han ido destruyendo sus viejos edificios seguramente por darle el carácter de una ciudad moderna, pese a que es muy vieja, de casi la llegada de los españoles, pero en cuanto a la época prehispánica también se encuentran vestigios de culturas indígenas. Desde entonces Culiacán era un buen lugar para vivir”.
En su libro recuerda precisamente algunas edificaciones con esas características.
“El teatro Apolo era uno de los más bellos del país, por eso le llamaban Apolo, y quedó en nada. Podían haberse puesto comercios sin destruirlo.
“La penitenciaria de Culiacán es otro edificio histórico que desapareció. Era único, más bellos que los de Guanajuato y Zacatecas. Ahí se construyó Difocur, ahora ISIC.
“En Colón y Morelos había también una hermosa casa colonial, con un portal en forma circular, muy parecido a lo que tenía el Colegio Cervantes, y tenía su patio central y arcos. Y ahí no hay nada ahora”.
PERSONAJES
Por tener toda su vida viviendo en Culiacán, el autor muestra pequeñas semblanzas de personajes. Uno es Lupita, la novia de Culiacán. “Mucha gente comenta diversas versiones, yo platico la mía, pues yo la conocí y hasta cierto punto me daba miedo porque tenía un carácter fuerte, estaba exageradamente maquillada, siempre vestida de novia y muy pulcra”.
En su libro también incluye a un gobernador que le gustaba mucho la música, Gabriel Leyva, quien formó la Banda del Estado, cuyo director era un clon de Benito Juárez.
“También hablo de Enrique Sánchez Alonso y su relación con Pedro Infante, quien de aquí se fue a México al éxito. Los dos eran músicos y compadres Los dos tocaban la batería. El Negrumo tocaba con la banda La Estrella y Pedro Infante con el Cachi Anaya. Como Pedro cantaba y El Negrumo componía, se llevaban en una peluquería, por la Zaragoza, cuyo peluquero también era bohemio”.
Entre los personajes que aparecen en el libro también está otro ex gobernador: Leopoldo Sánchez Célis, quien fue producto de la cultura del esfuerzo. “Aunque no pudo estudiar, porque se fue a la Ciudad de México y se regresó. Sin embargo, era muy culto. Leía mucho. Siempre estaba leyendo un libro y era un magnífico conversador. Su relación con los ejidatarios fue muy estrecha y fue cuando más se dio el reparto agrario. Creo el Plan Estatal de Superación Campesino, y junto con Valdez Montoya sembró las bases para el desarrollo de una agroindustria, pero vinieron otros gobernadores que le dieron para abajo a todo eso”.
VIEJO TRANSPORTE
Del viejo Culiacán, Torres Chinchillas recuerda “Las Arañas”, de las cuales dice que “eran un carro tropical jalado por un caballo chinampo, que iba defecando y defecando por todo el camino. Este transporte era muy utilizado porque antes sólo la gente acomodada tenía carro. Se utilizaba para llevar mandado del mercado a las casas”.
De la imagen urbana de aquella etapa de niño, adolescente y adulto, el autor del libro “El Horcón de en medio” recuerda que el caserío llegaba a la carreterita a Navolato, que ahora es el bulevar Emiliano Zapata, en cuya construcción trabajó como “cadenero” (ayudante de topógrafo) a sus 15 años.
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De los viejos barrios recuerda los de La Mosca, Coloso, La Vaquita, la Garrita y El Alacrán. “El Coloso era donde estaba la fábrica quemada. Hay una cuartería por la calle Vicente Guerrero, que da vuelta por la Ángel Flores. La fábrica era de hilados y se llamaba El Coloso de Rodas. Incluso había una vecindad, que le decían el abecedario porque las casas tenían letras en lugar de números.
“Ahí la gente tenía más o menos calidad de vida. Estaba también cerca el Ingenio de La Aurora, ahora conocida como El Pitón. Ahí cerca había tres huertas a las que se les conocían como Las Quintas. Eran puras huertas de mango. Me tocó ir. Por un peso podías comer y traer todos los mangos que quisieras”.
Por todo esto que le ha tocado vivir, Torres Chinchillas sostiene que Culiacán le sostiene su vida.
Es una ciudad única por su gente, y con altibajos y todo, aquí me formé. He pensado irme a vivir a Los Mochis, por ser una ciudad con buena calidad de vida y donde tengo muchos familiares y amigos… pero no Guillermo Torres Chinchillas, Abogado