En un tramo de menos de 40 kilómetros, hay 227 cenotafios que hablan de muerte, enfrentamientos como ecos del pasado, de vendettas que marcaron a una generación, pero también de falta de precaución a la hora de viajar en vehículos.
La muerte en la carretera Culiacán-Navolato a diario está al asecho, la gente que vive a la orilla de la rúa, ya ve o escucha con normalidad el ulular de las sirenas, la estridencia que ocasiona un choque, el retumbar de una ametralladora o el comentar que se estrelló un carro y hubo muertos.
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Hace poco más de una década, esta ruta que parece una línea recta, que se desprende de Aguaruto y alcanza a la comunidad de Altata, fue testigo de constantes choques armados; eran sicarios de los Carrillo Fuentes que se enfrentaban contra grupos del Cártel de Sinaloa, dirigido entonces por Joaquín Guzmán Loera e Ismael Zambada García.
En noviembre de 2008, todo el 94 Batallón de Infantería lo atravesó para ir en busca de los Carrillo; la tropa iba bajo el mando del general Noé Sandoval Alcázar, comandante de la Novena Zona Militar. Un año después, el comando de las Equis encabezado por El Macho Prieto y El Chino Ántrax, también surcó este “río” de chapopote para cazar a sus enemigos. De todo esto, muchos cenotafios son memoria de aquellos años de guerras intestinas.
MEMORIALES PARA DIFUNTOS
¡Allá está uno…! ¡Acá está otro…!, exclaman transeúntes al no dar alcance para contar estas cruces y capillas. En medio de arbotantes, flores, anuncios, sobresalen los cenotafios, algunos bien adornados, otros en menor escala, tienen flores artificiales y uno que otro, flores frescas que un familiar lo recordó en el lugar que murió.
En esta carretera, encontramos una tradición sagrada, que durante años ha persistido como un elogio a los que se han vuelto invisibles después de un accidente o después de morir bajo las balas furiosas del crimen organizado.
En la carretera hay de todo. Hay quienes lo recuerdan con una cruz, una capillita, les pone flores, aunque cada vez se ven menos, se han ido difuminándose cual la memoria de un pueblo que olvida, por eso es que cuando nos encontramos con una, resulta realmente cautivador atrevernos a imaginar su historia.
Los automovilistas si ponen atención al paisaje urbano, pueden observar que en menos de un kilómetro, están diseminados hasta seis cenotafios, todos recordando, algunos con mantas colgadas de la capillita, que ahí falleció tal o cual persona.
ACOSTUMBRARSE A MORIR
“Uno ya está acostumbrado a ver este tipo de cosas, como al ruido que ocasionan las ambulancias tanto para recoger muertos, heridos y enfermos”, señala el señor Antonio Aréchiga.
El señor Aréchiga quien tiene un negocio de pan a la orilla de la carretera Culiacán a Navolato, destaca que los accidentes de todo tipo, es algo cotidiano, incluso, aclara que había más cenotafios, pero que con la modernidad, o algunos negocios que se instalan a la orilla de la carretera, los van quitando.
¡Uy… uy…uy…! exclama la señora Beneranda Partida, al señalar que hay muchos epitafios, pero eran más, pero que debido a que hay mucho vandalismo por éstos lugares, los destruyen.
“Mira, los jóvenes a veces vienen de la playa bien ahogados, vienen jugando carreras, sin ninguna precaución, los que no se estrellan, otros se bajan a destruir las cruces, tal parece que les molesta que les recuerden que si no se portan bien, ahí van a quedar…aunque gracias a Dios, la verdad, son más los que se salvan porque a como vienen, no sé cómo se salvan, a nosotros nos ha tocado auxiliar a algunos”, indica.
“Es una forma dolorosa de recordar la situación en la que falleció mi padre, es un proceso de duelo para recordarlo, es algo así como una negación de la forma en que murió mi padre por la irresponsabilidad de unos borrachos, es algo que no se acepta del todo fácilmente”, señala Mónica Astrid Lafarga, quien en ese momento acude al cenotafio colocado a un lado de la carretera.
EN EL OLVIDO
Sin embargo, hay otros cenotafios que se pierden entre la maleza, no hay nadie que los rescate, otros, resultan un peligro, porque no se ven bien y pueden ocasionar un accidente al chocar contra el montón de cemento y fierro.
¡En ésta carretera, muchos transeúntes vienen buscando la muerte…! señala Guillermo Zazueta.
Dicen que las cruces y las capillitas, la mayoría son por accidentes, pero también hay de personas que han caído por ráfagas de ametralladoras, o bien, que han ido a tirar el cadáver a la orilla de la carretera.
“Aquí hay de todo como en botica, muchos son de jóvenes que se les hace fácil tomar la carretera en autopistas, por las noches, nada más se escucha el ruido de motores, o a veces, el rugir de metrallas, aunque no es muy seguido”, señala un estudiante de preparatoria.
Los cenotafios sobre este camino, se ha convertido en una especie de ofrenda, un escenario que da lugar a instantes sagrados póstumos, donde las personas llevan flores, veladoras o incluso placeres materiales que solían gustarle al que pereció en aquél lugar, aunque en la carretera, lo que más se ve, son pedazos de vehículos que quedaron en el lugar, después de un choque, o los casquillos del arma con el que fueron ejecutados.