Culiacán, Sin. Gregorio Rosas Barreras ha estado en peligro en dos ocasiones, la primera fue cuando en su antiguo trabajo como conductor de Uber, fue asaltado y recibió cuatro balazos que atravesaron su brazo derecho y parte de su cabeza, dejándolo imposibilitado de caminar, a menos que sea con sus muletas.
“Aquí todavía tengo una bala”, dice y se palpa entre el hombro y el pecho, mientras recuerda la situación. La segunda ocasión en la que su vida pudo verse afectada, fue cuando dio positivo a Covid-19.
Ahora, recuperado de los dos golpes que casi le arrancan la vida, un día de cuarentena decidió irse al Centro de la ciudad, confeccionar pulseras para vender y regalar cubrebocas a los desprevenidos.
“Yo le doy cubrebocas a los que veo que no traen y a los que ya traen uno bien desgastado porque hay que cuidarnos. Lo primero que hago al llegar cuando me instalo aquí, es poner el letrerito de cubrebocas gratis y ya pongo las pulseras”, explica.
Y es que la mayor preocupación de Don Gregorio es que sigan acrecentando los contagios. “Yo sé lo que es tener esto y vi familia morir por lo mismo, es muy importante que estemos cuidándonos por eso tengo tres semanas dándolos”, señala.
Al igual que los comerciantes del Centro, tres meses no pudo poner su negocio de pulseras (más uno extra por la recuperación del virus), el mismo que le diera de comer a él, sus hijas y esposa, luego de quedar incapacitado por las balas que su cuerpo recibió en aquel asalto.
“Yo no camino y he recibido mucha ayuda de la gente y por eso yo les ayudo así”, comparte, mientras detiene la entrevista para obsequiarle un cubrebocas a un señor mayor que pasaba por su puesto.
CONTROVERSIA
Sin embargo, aunque ya puede color su puesto, el Ayuntamiento de Culiacán le ha dado la instrucción de que solo se coloque los tres días a la semana.
“Me da tristeza, oiga, yo ya tenía permiso de trabajar todos los días, yo tengo permiso por el DIF y aparte el dueño de aquí (señala a la entrada de la tienda de ropa que está tras de él), me ha dado permiso. Ya me ha dicho que si es necesario, me va dejar meterme” asegura.
Hoy Gregorio invirtió 400 pesos en cubrebocas desechables normales y kn95, estos últimos, solo los da a quienes él considera que va a cuidarlo porque son de los caros. Pero la noble labor le ha traído enemigos, pues los vendedores ambulantes de cubrebocas de tela y desechables, lo han tratado de reportar con las autoridades de Inspección y Vigilancia del ayuntamiento para que no lo dejen vender ni regalar cubrebocas.
“Yo mis pulseritas las doy a 20 pesos, oiga, y aunque ya salí en la tele y saben que necesito vender para comer, a mí no me importa que me compren pulseras, quiero que sepan que les estoy dando cubrebocas”, expresa.
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Lunes, Miércoles y Viernes; son los días que el ayuntamiento lo dejó laborar, pero Gregorio quiso avisar a quien lea esto que él este martes estará en la acera frente a la catedral del centro de Culiacán, para regalar cubrebocas.
“A mí no me pueden multar por vender ni decirme nada porque yo tengo mi permiso del DIF, por mi incapacidad permanente y puedo vender en cualquier lugar” destaca y saca de su bolsa la documentación que respalda lo dicho.
Luego de que Gregorio dejara de caminar sin ayuda de sus muletas, empezó a hacer pulseras y vio que tenía talento para ello. Sus hijas se encargaron de mostrarlas por redes sociales y comenzaron a vender lo que las manos de su padre hacían, pero Gregorio no quería quedarse en casa y prefiere salir a mostrar su trabajo.
AYUDA
Las pulseras son de hilo con cuarzos, piedras y demás adornos que se le puedan ocurrir. Apoye a Gregorio, él se encuentra afuera de una tienda de ropa juvenil, sobre la avenida Álvaro Obregón, en la acera de en frente a la catedral.
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