Culiacán, Sin.- Don José observa un carro salir y de inmediato se apronta para avisar al conductor que está libre. A sus 70 años de edad, todavía se le ve fuerte y dice ya no tenerle miedo al Covid-19, pues está “encomendado a Dios”: ya la libró una vez, pero el bicho sigue afuera, agazapado.
José Fortino Sosa Pacheco lleva trabajando 12 años de “viene viene” o “cuida carros” en un centro comercial de la ciudad. Toda su vida, dice, se ha desempeñado en labores del rancho, pero al quedarse sin empleo y querer probar suerte, lo hizo lanzarse a ganar unos pesos ayudando a los clientes de la tienda de autoservicio. Lo que más lo mueve, asegura, es “sentirse útil”.
“Antes trabajaba en el rancho, tenía potreritos, trabajaba en el campo, soy de Badiraguato, pero ya tengo muchos años viviendo en Culiacán. Entonces supe de adultos mayores que trabajan en los supermercados y me animé, en ese entonces tenía casi 60 años, me quería sentir útil”, expone.
Debido al confinamiento social, uno de los sectores que se lleva la peor parte de la pandemia son los adultos mayores, quienes desde un inicio fueron relevados de sus labores de forma permanente o temporal, y que hasta el momento, no han regresado al 100 cien por ciento a sus actividades al ser los más vulnerables a adquirir el virus.
EMPUJADO POR LA NECESIDAD
Los “viene, viene”, como se les conoce coloquialmente, son los adultos mayores que en comparación con los abuelitos paqueteros, ya retornaron a sus actividades diarias.
Aunque revela que al principio no le gustaba la labor que desempeñaba, aprendió a agarrarle amor a su oficio, y argumenta que, aunque puede ser un trabajo común o vergonzoso para algunos, le gusta a ayudar a la gente a subir el mandado a sus carros.
“Ayudo a las personas cuando van a echar mandado, igual que les ayudo a regar la jardinera a podar los árboles de aquí del supermercado, barrer todo a la redonda, hacemos muchas cosas”, añadió.
MORIR DE HAMBRE O MORIR CONTAGIADO
Aun y cuando sabe el riesgo que corre de contraer el coronavirus, Don José, se levanta todos los días a las 5 de la mañana, pues tiene un horario que cumplir, que es de las 7:00 hasta las 15:00 horas, a veces, bajo los rayos del sol.
Recordó que hace un año, con la llegada de la pandemia y con las restricciones establecidas por las autoridades, se vieron obligados a pausar sus actividades, pues pese a que los supermercados seguían operando por ser negocios esenciales, los adultos mayores debían permanecer resguardados para no contagiarse de Covid-19.
Al ser avisados de que ya no se iban a presentar por un periodo indefinido, dijo que las alternativas se le agotaron al ser esta su principal fuente de ingresos.
“Un día el gerente del supermercado nos dijo que ya no podíamos trabajar, que corríamos riesgo de contagiarnos, yo sí me puse triste porque pensaba ¿cómo le voy a hacer? ¿qué comeremos yo y mi esposa? pero pues teníamos que hacerlo”, cuenta.
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Fueron alrededor de tres meses los que estuvo prácticamente sin trabajar, y en ese período pudo salir adelante gracias al apoyo de sus hijos y de un ahorro que había realizado a lo largo de los años, el cual, se estableció que iba a ser utilizado “pa lo que se ofreciera”, mencionó.
Después de ese periodo, cuando ya se fueron restableciendo las actividades económicas, Sosa Pacheco, revela que se sentía con toda la energía para volver a trabajar y decidió hablar con el gerente del supermercado para ver si ya podía trabajar y éste accedió.
“Un día vine y le pregunté al gerente si ya podíamos trabajar y me dijo que sí, pero que tuviéramos los cuidados necesarios y nombre, regresé emocionado porque ya me hacía falta trabajar, es un trabajo cualquiera pero honrado”, destaca.
Obligado a trabajar para ganarse el salario mínimo del día, a los seis meses de haber regresado a su oficio, se contagió de Covid-19 donde permaneció casi un mes en recuperación, pero logró salir adelante.
“Ya me pegó el Covid-19, duré como un mes enfermo, pero después de eso ya no me da miedo, ya aprendí a vivir así, solo espero que llegue la vacuna y me la puedan aplicar. Yo siempre confié en Dios y le dije si me ocupas llévame, sino déjame para seguir trabajando”, comenta.
GANANCIAS
A decir de Don José, un “viene viene” gana en promedio 250 pesos diarios en un día bueno, que vienen siendo mil 500 pesos a la semana, sin embargo, la cuenta nunca sale de esa manera, pues hay días en los que no se junta ni 100 pesos.
“Es un volado, depende de las fechas, en Semana Santa nos va mal, pero por ejemplo los días buenos son El Buen Fin, Navidad y Año Nuevo, ahí podemos juntar hasta 350 pesos diarios, que son muy buenos”, reconoce.
LA ESPERANZA
Actualmente el señor José Fortino ya está registrado dentro del padrón de la Secretaría de Salud en Sinaloa, para recibir la vacuna contra el Covid-19, una vez que se comience a inmunizar a los abuelitos de Culiacán.
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