/ lunes 29 de julio de 2024

El día en que Ramón Arellano casi mata a Ismael “El Mayo” Zambada en Mazatlán

“El Mayo” no tuvo ningún rasguño aquel domingo de Carnaval de 2002

Mazatlán, Sin.- Aquella tarde de febrero de 2002 una movilización policiaca después de un tiroteo en calles de la zona hotelera dejó una persona muerta que al paso del tiempo reconfiguró el narcotráfico en México. Hasta ese momento el clan sinaloense Arellano Félix, asentada desde los años 80 en Tijuana, Baja California, era una de las principales organizaciones que disputaban a sus ex socios de Sinaloa la ruta del Pacifico.

Sus rivales eran liderados por Ismael Zambada García “El Mayo” y Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, a quienes se habían comprometido a eliminar a los hermanos Arellano Félix de la geografía del narcotráfico. Los Arellano se enteraron que “El Mayo” pasaría un fin de semana en Mazatlán para presenciar la máxima fiesta del puerto.

También puedes leer: Mayo, la historia detrás del sombrero

Ramón Arellano Félix, el brazo operativo y el más sanguinario del Cártel de Tijuana, se trasladó hasta el puerto sinaloense con un grupo de sicarios para dar de baja a su antiguo socio. La tarde del domingo 10 de febrero de 2002, se celebraría el primer desfile sobre el malecón, zona que se vuelve intransitable por las cientos de miles de personas que acuden al evento.

Cuando Ramón y sus pistoleros circulaban en un “vocho” por la calle Rodolfo T. Loaiza, hoy Playa Gaviotas, para reconocer el terreno y rutas de escape, se toparon con una volanta de la Policía Ministerial del Estado, cuyos agentes les hicieron el alto para revisarlos, pero los del bando tijuanense aceleraron el vehículo y se internaron en el hotel donde se hospedaron.

Al bajar del estacionamiento se dirigieron a las habitaciones donde tenían las armas que utilizarían para asesinar a “El Mayo”, quien estaría en uno de los balcones de un hotel en Paseo Olas Altas junto a su familia. Los ministeriales los siguieron por el interior del lugar donde sometieron a dos de ellos, y en un enfrentamiento abatieron a quien posteriormente fue identificado como Efraín Quintero Carrizosa “El Efra”, integrante de una dinastía ligada al Cártel de Tijuana.

Lo que en realidad hicieron los sicarios fue establecer un diamante de seguridad para permitir la huida de Ramón, pero éste fue perseguido por el agente estatal Antonio Arias.

Ramón Arellano Félix encontró la muerte en la Zona Dorada de Mazatlán. Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán


Durante la persecución hubo intercambio de disparos, y según la versión oficial, ambos cayeron muertos entre la calle y la banqueta de ese sector de la Zona Dorada.

Sin embargo, una versión que trascendió por aquellos años fue que la pistola .9 milímetros que portaba Ramón se vació del cargador, por lo que se quedó sin municiones y fue sometido por el policía ministerial, quien presumiblemente lo asesinó a quemarropa.

La misma versión, no reconocida por las autoridades, cierra con el relato de que después de que el policía disparó su arma contra Ramón, desde un carro en la avenida Camarón Sábalo bajó un tirador con un fusil de asalto que disparó contra el agente para no dejar testigos del crimen. A la zona llegaron agentes de la DEA que operaban en Mazatlán, quienes al descubrir quién era la víctima llamaron de inmediato por sus teléfonos celulares para reportar a sus superiores el hecho.

Con la muerte de Ramón se cimbró la estructura narca de Tijuana y comenzó el declive de los Arellano Félix en el mundo criminal en México. Durante las investigaciones se dijo que la persona abatida era un agente de la Procuraduría General de la República de nombre Jorge López Pérez, pero la identidad y la placa resultaron apócrifas.

También puedes leer: ¿’El Mayo’ iba secuestrado el día de su captura? Esto dice su abogado

La verdadera identidad se reveló semanas después, pero el cuerpo fue recogido antes del Servicio Médico Forense de Mazatlán y su rastro se perdió.

Un mes después de la muerte de Ramón, el 9 de marzo, fue capturado Benjamín Arellano Félix por el Ejército en Puebla junto con uno de sus sicarios, y en los años posteriores fueron arrestados Francisco Javier y Eduardo Arellano Félix en Los Cabos y Tijuana.

“El Mayo” no tuvo ningún rasguño aquel domingo de Carnaval de 2002 en Mazatlán.

Mazatlán, Sin.- Aquella tarde de febrero de 2002 una movilización policiaca después de un tiroteo en calles de la zona hotelera dejó una persona muerta que al paso del tiempo reconfiguró el narcotráfico en México. Hasta ese momento el clan sinaloense Arellano Félix, asentada desde los años 80 en Tijuana, Baja California, era una de las principales organizaciones que disputaban a sus ex socios de Sinaloa la ruta del Pacifico.

Sus rivales eran liderados por Ismael Zambada García “El Mayo” y Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, a quienes se habían comprometido a eliminar a los hermanos Arellano Félix de la geografía del narcotráfico. Los Arellano se enteraron que “El Mayo” pasaría un fin de semana en Mazatlán para presenciar la máxima fiesta del puerto.

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Ramón Arellano Félix, el brazo operativo y el más sanguinario del Cártel de Tijuana, se trasladó hasta el puerto sinaloense con un grupo de sicarios para dar de baja a su antiguo socio. La tarde del domingo 10 de febrero de 2002, se celebraría el primer desfile sobre el malecón, zona que se vuelve intransitable por las cientos de miles de personas que acuden al evento.

Cuando Ramón y sus pistoleros circulaban en un “vocho” por la calle Rodolfo T. Loaiza, hoy Playa Gaviotas, para reconocer el terreno y rutas de escape, se toparon con una volanta de la Policía Ministerial del Estado, cuyos agentes les hicieron el alto para revisarlos, pero los del bando tijuanense aceleraron el vehículo y se internaron en el hotel donde se hospedaron.

Al bajar del estacionamiento se dirigieron a las habitaciones donde tenían las armas que utilizarían para asesinar a “El Mayo”, quien estaría en uno de los balcones de un hotel en Paseo Olas Altas junto a su familia. Los ministeriales los siguieron por el interior del lugar donde sometieron a dos de ellos, y en un enfrentamiento abatieron a quien posteriormente fue identificado como Efraín Quintero Carrizosa “El Efra”, integrante de una dinastía ligada al Cártel de Tijuana.

Lo que en realidad hicieron los sicarios fue establecer un diamante de seguridad para permitir la huida de Ramón, pero éste fue perseguido por el agente estatal Antonio Arias.

Ramón Arellano Félix encontró la muerte en la Zona Dorada de Mazatlán. Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán


Durante la persecución hubo intercambio de disparos, y según la versión oficial, ambos cayeron muertos entre la calle y la banqueta de ese sector de la Zona Dorada.

Sin embargo, una versión que trascendió por aquellos años fue que la pistola .9 milímetros que portaba Ramón se vació del cargador, por lo que se quedó sin municiones y fue sometido por el policía ministerial, quien presumiblemente lo asesinó a quemarropa.

La misma versión, no reconocida por las autoridades, cierra con el relato de que después de que el policía disparó su arma contra Ramón, desde un carro en la avenida Camarón Sábalo bajó un tirador con un fusil de asalto que disparó contra el agente para no dejar testigos del crimen. A la zona llegaron agentes de la DEA que operaban en Mazatlán, quienes al descubrir quién era la víctima llamaron de inmediato por sus teléfonos celulares para reportar a sus superiores el hecho.

Con la muerte de Ramón se cimbró la estructura narca de Tijuana y comenzó el declive de los Arellano Félix en el mundo criminal en México. Durante las investigaciones se dijo que la persona abatida era un agente de la Procuraduría General de la República de nombre Jorge López Pérez, pero la identidad y la placa resultaron apócrifas.

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La verdadera identidad se reveló semanas después, pero el cuerpo fue recogido antes del Servicio Médico Forense de Mazatlán y su rastro se perdió.

Un mes después de la muerte de Ramón, el 9 de marzo, fue capturado Benjamín Arellano Félix por el Ejército en Puebla junto con uno de sus sicarios, y en los años posteriores fueron arrestados Francisco Javier y Eduardo Arellano Félix en Los Cabos y Tijuana.

“El Mayo” no tuvo ningún rasguño aquel domingo de Carnaval de 2002 en Mazatlán.

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