/ sábado 17 de agosto de 2019

El médico especialista en neumología es el resucitador

El especialista narra cómo le ha arrebatado a la muerte a varios pacientes que ya habían pasado a mejor vida

Culiacán, Sin. - El especialista en neumología, a pesar de sus logros, es un hombre sencillo, habla con toda la naturalidad del mundo al narrar cómo le ha arrebatado a la muerte, pacientes que ya habían pasado a mejor vida

No se siente un ser extraordinario, mucho menos que compite con el creador, solo atina a decir que la ciencia y los milagros han marcado su carrera.

Su nombre es Joel Valdez Jiménez. Es hijo de un maestro de primaria. Nació en Badiraguato y desde niño sintió el deseo de ser médico y salvar vidas.

Recuerda que el primer caso difícil que le tocó y que realmente marcó su vida fue hace 32 años, en febrero de 1987 cuando un paciente llegó al Hospital Civil de Culiacán -lugar donde hacía su residencia de cirujano-, agredido por un arma blanca que le penetró debajo de la última costilla izquierda.

Cruz Roja llevó al paciente al servicio de urgencias, lo revisaron y encontraron que tenía una lesión, que probablemente había lastimado su corazón.

“Digo probablemente, porque los datos clínicos que tenía el paciente, eso nos hacía pensar que le había penetrado el corazón, cuando lo revisamos nos dimos cuenta de la presencia de esa lesión, al llevarlo a quirófano, nos percatamos que los pulsos de la muñeca, del cuello y el de la femoral ya no lo tenía…estaba muerto”, recuerda. La ciencia había perdido la batalla.

En la camilla, rumbo al quirófano el paciente sufrió un paro cardiaco. Se le paró totalmente el corazón. Llegamos corriendo al quirófano y el anestesiólogo que nos recibe, nos confirma que el paciente había fallecido. Apoyado por el médico, lo abrí y le di masaje al corazón.

Joel Valdez

Al hacerle la incisión, es decir una herida abdominal, fracturo las costillas para llegar más rápido al corazón porque era urgente darle masaje al músculo… ya tenía varios minutos que había fallecido.

“Después de quitarle la cubierta del pericardio, el doctor con sus manos agarró el corazón inerte, lo empezó a masajear, los iba contando y al onceavo masaje se empieza a reanimar el corazón, se mueve que, al latir, de tal manera que por el orificio del músculo empieza a botar sangre”.

“Todos nos alegramos. En ese momento llega el plasma para transfusión, porque en ese entonces no teníamos banco y los médicos cruzaban la sangre y a veces nosotros mismos como residentes e internos donábamos en el momento de operar, porque además el Hospital Civil no tenía recursos”, recuerda.

Tampoco contaban con hilo para saturar el corazón, se suturó con una seda gruesa.

Después de dar masaje y revivir el corazón el médico saturó el músculo, luego se abocó a reconstruir el hígado que estaba lastimado, posteriormente, limpiaron que no quedaran restos de sangre y cerraron al paciente.

Lo maravilloso de esto, recuerda, es que empezaron alrededor de las ocho de la noche y a las once, es decir en tres horas ya estaba listo y a las seis de la mañana ya estábamos platicando con el paciente en su cama, porque tampoco había terapia intensiva.

“Gracias a Dios, él salió adelante. Vivió 15 años y falleció de desnutrición, lo triste del caso, gente humilde que no tenía recursos para subsistir”, lamenta.

Recuerda que sus maestros cuando entregaron la guardia y ver al paciente en buen estado de salud, se sorprendieron porque comentaron que nunca habían visto que alguien se salvara por el tipo de heridas que traía “todos se mueren”, dijeron y eso le causó una gran emoción, haber salvado una vida, era mi gran recompensa”.

A los tres meses de ese caso, me habla el director Rigoberto Armienta Canizales, para darme la buena noticia de los ingresos económicos que tenía el Hospital Civil, después de esta exitosa intervención quirúrgica, porque fue divulgada y la gente empezó a confiar en el nosocomio.

“Fue una cirugía que me marcó, termino mi residencia de cirugía general y de inmediato el entonces rector de la UAS, Audómar Ahumada me dio trabajo”, recuerda.

Pero los éxitos no pararon ahí. Los baleados en la capital, era cosa de todos los días.

“Balaceaban a las personas y los dejaban moribundos y yo los revivía. Ahora no, los rematan. Llegaban mal heridos, muchos con las venas cavas dañadas. La reparación de esas lesiones requiere de una técnica especializada y yo, en ese momento, no tenía conocimiento de esas técnicas”.

Ramón, un muchacho joven fue baleado, llegó por propio pie a una clínica particular con un balazo en el cuello, le había lastimado la aorta y la carótida. Se desangró, sus pulmones estaban inundados de sangre, después de intubarlo, tuvo paro cardiaco, se murió unos minutos, con un dedo, tipo torniquete le detenía el sangrado y como pudo le dio masaje… volvió a la vida.

También recordó que llegó un paciente de 16 años, herido con arma blanca y se le ocurrió que, presionando la vena cava superior con las manos, podía cohibir el sangrado y al momento de soltar el dedo, daba un punto con hilo y aguja y quien lo estaba auxiliando, amarraba el hilo y así sucesivamente. Destapaba con el dedo pulgar la vena y al soltarla se venía un sangrado, le daba el punto hasta que suturaron casi un centímetro y medio, de no ser así, el paciente hubiese muerto.

Comenta que ese caso lo presentó en un congreso nacional de cirugía vascular y fue muy bien recibido, por la forma en que se reparó este caso sólo presionando con el dedo índice y el dedo pulgar la vena cava que está pegada al corazón, ya que si se pinzan todas esas venas no le llega sangre al corazón y éste se para, por eso el pivoteo de los dedos.

Joel Valenzuela lamentó que, en los últimos años, no haya podido salvar más vidas, pero sí se siente orgulloso de haber rescatado más de una decena de personas, que ya estaban muertas.

Un paciente joven ha resucitado tres veces, ya que ha sido baleado en tres ocasiones con armas de alto poder, dos veces llegó sin presión y en otra se le paró el corazón. Pasó más de un mes en terapia intensiva la última vez, y todavía anda vivito y coleando.

En el IMSS, llegó un hombre herido de bala, corazón perforado, murió de infarto, luego de masajear el músculo, de volverlo a la vida, le puso un parche de teflón, porque el corazón tenía una enorme zanja.

“Son pocos los pacientes que llegan vivas, porque lógicamente los rematan, le pegan el tiro de gracia. Lo que me ha tocado, son accidentados con fracturas múltiples que producen un tórax inestable, que no permite al paciente respirar de manera adecuada”.

Otro paciente que le quitó a la muerte, fue a Constantino Krinis, quien tuvo un aparatoso accidente de motocicleta, duró seis horas operándolo, tuvo paro cardiaco, se desangró, se le pusieron más de 20 paquetes de sangre. Duró entre cinco y seis minutos muerto.

El sufrimiento de sus pacientes, también son sus dolores, por ejemplo, recuerda a una señora que iba con su niña en el carro, la chocan, ella acompaña a su hija al ISSSTE y al entregarla pierde el conocimiento, tuvo problemas de una arteria, se pasó a quirófanos, pero ahí tuvo paro cardiaco y el doctor…la resucitó. Después de que pasó unos días en terapia intensiva y despertar lo primero que buscó fue a su niña, que había muerto.

Dinora, otra paciente que iba saliendo de su casa, cuando intempestivamente la choco un vehículo que iba perseguido por la policía. Tuvo fractura de más de 15 costillas, le estallaron los dos pulmones… y gracias está muy bien.

También una paciente con mediastinitis, la inflamación del mediastino (la cavidad mediastínica, que contiene el corazón, la glándula del timo, algunos ganglios linfáticos y parte del esófago, la aorta y las glándulas tiroides y paratiroides), fue operada por siete veces.

“¡Gracias a Dios muchos viven para contarlo!, ahora, además de ser mis pacientes, son mis amigos y yo le pido a Dios me siga iluminando para dar lo mejor de mí, en bien de la humanidad” …concluye.



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Culiacán, Sin. - El especialista en neumología, a pesar de sus logros, es un hombre sencillo, habla con toda la naturalidad del mundo al narrar cómo le ha arrebatado a la muerte, pacientes que ya habían pasado a mejor vida

No se siente un ser extraordinario, mucho menos que compite con el creador, solo atina a decir que la ciencia y los milagros han marcado su carrera.

Su nombre es Joel Valdez Jiménez. Es hijo de un maestro de primaria. Nació en Badiraguato y desde niño sintió el deseo de ser médico y salvar vidas.

Recuerda que el primer caso difícil que le tocó y que realmente marcó su vida fue hace 32 años, en febrero de 1987 cuando un paciente llegó al Hospital Civil de Culiacán -lugar donde hacía su residencia de cirujano-, agredido por un arma blanca que le penetró debajo de la última costilla izquierda.

Cruz Roja llevó al paciente al servicio de urgencias, lo revisaron y encontraron que tenía una lesión, que probablemente había lastimado su corazón.

“Digo probablemente, porque los datos clínicos que tenía el paciente, eso nos hacía pensar que le había penetrado el corazón, cuando lo revisamos nos dimos cuenta de la presencia de esa lesión, al llevarlo a quirófano, nos percatamos que los pulsos de la muñeca, del cuello y el de la femoral ya no lo tenía…estaba muerto”, recuerda. La ciencia había perdido la batalla.

En la camilla, rumbo al quirófano el paciente sufrió un paro cardiaco. Se le paró totalmente el corazón. Llegamos corriendo al quirófano y el anestesiólogo que nos recibe, nos confirma que el paciente había fallecido. Apoyado por el médico, lo abrí y le di masaje al corazón.

Joel Valdez

Al hacerle la incisión, es decir una herida abdominal, fracturo las costillas para llegar más rápido al corazón porque era urgente darle masaje al músculo… ya tenía varios minutos que había fallecido.

“Después de quitarle la cubierta del pericardio, el doctor con sus manos agarró el corazón inerte, lo empezó a masajear, los iba contando y al onceavo masaje se empieza a reanimar el corazón, se mueve que, al latir, de tal manera que por el orificio del músculo empieza a botar sangre”.

“Todos nos alegramos. En ese momento llega el plasma para transfusión, porque en ese entonces no teníamos banco y los médicos cruzaban la sangre y a veces nosotros mismos como residentes e internos donábamos en el momento de operar, porque además el Hospital Civil no tenía recursos”, recuerda.

Tampoco contaban con hilo para saturar el corazón, se suturó con una seda gruesa.

Después de dar masaje y revivir el corazón el médico saturó el músculo, luego se abocó a reconstruir el hígado que estaba lastimado, posteriormente, limpiaron que no quedaran restos de sangre y cerraron al paciente.

Lo maravilloso de esto, recuerda, es que empezaron alrededor de las ocho de la noche y a las once, es decir en tres horas ya estaba listo y a las seis de la mañana ya estábamos platicando con el paciente en su cama, porque tampoco había terapia intensiva.

“Gracias a Dios, él salió adelante. Vivió 15 años y falleció de desnutrición, lo triste del caso, gente humilde que no tenía recursos para subsistir”, lamenta.

Recuerda que sus maestros cuando entregaron la guardia y ver al paciente en buen estado de salud, se sorprendieron porque comentaron que nunca habían visto que alguien se salvara por el tipo de heridas que traía “todos se mueren”, dijeron y eso le causó una gran emoción, haber salvado una vida, era mi gran recompensa”.

A los tres meses de ese caso, me habla el director Rigoberto Armienta Canizales, para darme la buena noticia de los ingresos económicos que tenía el Hospital Civil, después de esta exitosa intervención quirúrgica, porque fue divulgada y la gente empezó a confiar en el nosocomio.

“Fue una cirugía que me marcó, termino mi residencia de cirugía general y de inmediato el entonces rector de la UAS, Audómar Ahumada me dio trabajo”, recuerda.

Pero los éxitos no pararon ahí. Los baleados en la capital, era cosa de todos los días.

“Balaceaban a las personas y los dejaban moribundos y yo los revivía. Ahora no, los rematan. Llegaban mal heridos, muchos con las venas cavas dañadas. La reparación de esas lesiones requiere de una técnica especializada y yo, en ese momento, no tenía conocimiento de esas técnicas”.

Ramón, un muchacho joven fue baleado, llegó por propio pie a una clínica particular con un balazo en el cuello, le había lastimado la aorta y la carótida. Se desangró, sus pulmones estaban inundados de sangre, después de intubarlo, tuvo paro cardiaco, se murió unos minutos, con un dedo, tipo torniquete le detenía el sangrado y como pudo le dio masaje… volvió a la vida.

También recordó que llegó un paciente de 16 años, herido con arma blanca y se le ocurrió que, presionando la vena cava superior con las manos, podía cohibir el sangrado y al momento de soltar el dedo, daba un punto con hilo y aguja y quien lo estaba auxiliando, amarraba el hilo y así sucesivamente. Destapaba con el dedo pulgar la vena y al soltarla se venía un sangrado, le daba el punto hasta que suturaron casi un centímetro y medio, de no ser así, el paciente hubiese muerto.

Comenta que ese caso lo presentó en un congreso nacional de cirugía vascular y fue muy bien recibido, por la forma en que se reparó este caso sólo presionando con el dedo índice y el dedo pulgar la vena cava que está pegada al corazón, ya que si se pinzan todas esas venas no le llega sangre al corazón y éste se para, por eso el pivoteo de los dedos.

Joel Valenzuela lamentó que, en los últimos años, no haya podido salvar más vidas, pero sí se siente orgulloso de haber rescatado más de una decena de personas, que ya estaban muertas.

Un paciente joven ha resucitado tres veces, ya que ha sido baleado en tres ocasiones con armas de alto poder, dos veces llegó sin presión y en otra se le paró el corazón. Pasó más de un mes en terapia intensiva la última vez, y todavía anda vivito y coleando.

En el IMSS, llegó un hombre herido de bala, corazón perforado, murió de infarto, luego de masajear el músculo, de volverlo a la vida, le puso un parche de teflón, porque el corazón tenía una enorme zanja.

“Son pocos los pacientes que llegan vivas, porque lógicamente los rematan, le pegan el tiro de gracia. Lo que me ha tocado, son accidentados con fracturas múltiples que producen un tórax inestable, que no permite al paciente respirar de manera adecuada”.

Otro paciente que le quitó a la muerte, fue a Constantino Krinis, quien tuvo un aparatoso accidente de motocicleta, duró seis horas operándolo, tuvo paro cardiaco, se desangró, se le pusieron más de 20 paquetes de sangre. Duró entre cinco y seis minutos muerto.

El sufrimiento de sus pacientes, también son sus dolores, por ejemplo, recuerda a una señora que iba con su niña en el carro, la chocan, ella acompaña a su hija al ISSSTE y al entregarla pierde el conocimiento, tuvo problemas de una arteria, se pasó a quirófanos, pero ahí tuvo paro cardiaco y el doctor…la resucitó. Después de que pasó unos días en terapia intensiva y despertar lo primero que buscó fue a su niña, que había muerto.

Dinora, otra paciente que iba saliendo de su casa, cuando intempestivamente la choco un vehículo que iba perseguido por la policía. Tuvo fractura de más de 15 costillas, le estallaron los dos pulmones… y gracias está muy bien.

También una paciente con mediastinitis, la inflamación del mediastino (la cavidad mediastínica, que contiene el corazón, la glándula del timo, algunos ganglios linfáticos y parte del esófago, la aorta y las glándulas tiroides y paratiroides), fue operada por siete veces.

“¡Gracias a Dios muchos viven para contarlo!, ahora, además de ser mis pacientes, son mis amigos y yo le pido a Dios me siga iluminando para dar lo mejor de mí, en bien de la humanidad” …concluye.



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