Culiacán. - Algunas han tomado la decisión de asistir a clases de defensa personal, otras ya portan un gas pimienta y unas más, cada vez que salen envían la ubicación en tiempo real a sus familiares, sobre todo cuando se trasladan en transporte privado.
En el caso de Paulina Acosta, de 30 años, manifestó que de no haber sido por sus conocimientos de defensa personal ahora podría no estar viva. Con 26 años, un hijo y vistiendo un vestido de cuerpo completo, la intentaron secuestrar, pero al reaccionar para protegerse fue que sobrevivió.
SI NOS DEFENDEMOS, NOS METEN A LA CÁRCEL
Entre otros casos, Andrea de 17 años, es reiterativa con sus amigas de no medirse en su defensa en caso de que un hombre quiera dañarlas, porque está convencida que es mejor que sus padres vayan por ella a la cárcel a que reconozcan su cuerpo en el SEMEFO.
“Si nos defendemos nos meten en la cárcel y si no nos defendemos amanecemos muertas o violadas, es una situación muy difícil que se tiene que terminar”, manifestó después de asistir a una marcha en la exigencia de justicia por los feminicidios que han sucedido en la capital sinaloense.
Sinaloa, el estado que a nivel internacional ha sido destacado por los altos niveles de violencia que se vive en sus calles, acompañado de su capital, Culiacán, son relacionados por los delitos de alto impacto que se cometen contra hombres y recientemente más contra las mujeres.
Sin importar la edad, estrato social, religión, sector de la ciudad o sindicatura en donde viva una mujer, es el objetivo de un grupo de hombres que andan por la vida haciendo añicos con la vista a cualquiera que se le cruce por su camino.
Sea de día o de noche, cuando las mujeres que salen de sus hogares para ir a la escuela, al trabajo, al super, tiendas, a dejar a sus hijos en guarderías o salir a bailar, las acompaña un enemigo que aparenta jamás desaparecerá: el miedo.
Es cuando se deja de pensar que las cosas malas le pasan a una persona que no tiene parentesco familiar o relación cercana con su círculo social, cuando las mujeres sin importar su edad empiezan a recibir el crudo impacto de cómo avanza la violencia en cualquier rincón.
Dejando una miscelánea de emociones, en el que se combina el miedo, la incertidumbre, el coraje, la impotencia y una serie de pensamientos que termina en un vacío en el pecho de cada mujer que piensa que podría ser ella a quien la lastimen, violen o asesinen y que finalmente no exista justicia.
VIOLENCIA CAMBIA LA VIDA
En un rango de edad de entre 15 y 30 años, las mujeres se han visto obligadas a tener un antes y un después en sus vidas, en donde la inseguridad, impunidad e injusticia empodera para que, al salir de sus hogares, de su zona relativamente segura se encomienden a Dios o salgan con la guardia en alto.
Ante los recientes casos de feminicidios y desapariciones de jóvenes, en una ciudad en donde impera los delitos de alto impacto, los grupos de mujeres encuentran mayor seguridad en sus amigas y familias, en lugar de las autoridades competentes en el tema.
Y es que a raíz del número de casos que quedan en impunidad, los otros más que no se denuncian por miedo y la poca atención de los organismos que “defienden” a las mujeres para darle importancia a cualquier afectación hacía una mujer hasta que ocurre una desgracia, ha hecho que la fe vaya desapareciendo.
Sumado a que, se han percatado de que, si los padres de la mujer que fue desaparecida, violada o asesinada no tienen “contactos” con las autoridades municipales y estatales, queda el caso como un carpetazo.
A pesar de que existe grupos de mujeres que defienden y exigen respeto y justicia de los casos atroces que se presentan, las ciudadanas perciben un Culiacán en donde también está arraigada la apatía y algunas personas a un no se dan cuenta de la magnitud del problema.
Entre los cientos de historias de niñas, jóvenes y señoras que han sido acosadas por hombres a lo largo de su vida, todas coinciden en que mientras caminaban algunos hombres les chiflan, gritan o hablan en tonos sexuales, las han tocado y a algunas, han intentado levantar.
Al ver que los elementos de seguridad no dan el ancho y no son suficientes para cubrir toda la ciudad, entre grupos de amigas, cada día crece la idea de portar un gas pimienta en bolsa “por si algo pasa”, además de tomar clases de defensa personal para dejar de sentirse vulnerables.
MIEDO A ANDAR SOLA
Para Cintia, de 17 años, “andar sola si me da mucho miedo, incluso aunque seamos dos mujeres también, sí se necesita la seguridad de que vayamos en grupo, de no andar solas o igual cualquier carro que pasa ya lo ves sospechoso o te da miedo y pues, sí nos ayuda estar un poquito más alerta pero igual causa mucho temor”.
Quienes se convierten en protectores eternos de las mujeres, en algunos casos, son sus padres, quienes, al percatarse de la violencia, buscan cualquier modo de cuidar a sus tesoros y estar en la mayoría del tiempo de lado de ellas o sabiendo en qué lugares estarán.
Con temor prefieren aconsejar a sus hijas desde pequeñas las formas en que se tienen que cuidar solas por las calles de Culiacán, no sonreír a hombres que les dicen cosas, no andar por lugares solos, estar atentas todo el tiempo y saber cómo golpear en caso de ser necesario, son algunos de los ya mantras de las jóvenes.
Los padres también viven con un cierto miedo de no saber qué cosas le puede pasar a sus hijas, si volverán después de que dejaron su hogar y si tendrán la infortuna de tener que enterrarlas a causa de la violencia.
Situaciones como estas es cada vez más frecuente en una ciudad que por un lado busca demostrar que los buenos son más, pero que ante la violencia que se presenta están siendo rebasados.
Es así como adolescentes, jóvenes y señoras, sobreviven día con día en un estado que no ha logrado controlar la violencia hacía mujeres y hombres que cada vez son más los afectados, convirtiéndose en una cifra más de la estadística.
ALERTA, UN FRACASO
A casi tres años de que el gobierno estatal aceptó declarar la alerta de género para Sinaloa, 173 mujeres han sido asesinadas en el estado, las violaciones sexuales a mujeres han crecido en más del 100 por ciento, al igual que la violencia intrafamiliar.
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