Culiacán, Sin.- Cuando los hombres armados irrumpieron en el domicilio de Rosa, además de robarles, les querían quitar celulares, para saber si alguien del pueblo tenía comunicación con el grupo antagónico al atacante.
Como otros habitantes de Bagrecitos, ella estaba advertida de la masacre que se avecinaba el 24 de junio a manos de “Los Chapitos” y la gente de “El Ruso”, sin embargo, la escena que no esperaba ver fue la su hijo de 13 años amagado por gatilleros en su propia casa, los que iban en busca de la persona a la que le quieren quitar el territorio.
Yo estaba en la tienda y me dijeron que ya venían, un señor nos avisó, y pues me fui a mi casa y veo que tienen a mi hijo encañonado, preguntándonos sí sabíamos de la persona a la que buscaban. Nosotros qué íbamos a saber. Les dije que dejaran a mi hijo, a mí me pedían que me metiera a la casa pero no iba a dejar a mi hijo ahí con ellos, así que me esperé a que lo soltaran.
Rosa
Ya que soltó a mi hijo, le pedí que por favor me diera mi celular, ya que yo no tenía otra forma de comunicarme con mi familia. Pero no me hacía caso el hombre y por miedo me metí a la casa. Ya después de que se fueron vi que me había dejado el celular tirado pero a otros sí les quitaron los celulares y los dejaron incomunicados. A mis vecinos por ejemplo, yo no sé nada de ellos desde entonces.
Rosa
LA CRÓNICA DE AQUEL DÍA
Todo fue rápido ese día, relata, a las 8:30 horas los balazos empezaron a sonar en el pueblo y el pánico recorría veredas. Rosa y sus dos hijos no se fueron ese mismo día, por miedo y porque no tenían cómo transportarse, fue hasta que otros habitantes fueron por sus pertenencias al día siguiente que consiguieron el “raite”.
“En cuanto pudimos nos vinimos, allá dejamos todo”, dice Rosa. Lo que no pudieron dejar en su casa es el miedo que la despierta a medianoche, pues comenta que algunos días ha despertado asustada, soñando con el sonido de armas de alto calibre.
Pero, pese a lo que se cree, en Bagrecitos no había miedo hasta esos días de junio.
Yo quisiera que volviera a ser un lugar tranquilo como antes, antes de que llegaran los malandrines. Los plebes podían andar en la tienda a cualquier hora de la noche y aparte podíamos andar por el rancho a gusto. Días antes yo ya no dejaba que salieran.
Rosa
EL FUEGO ALCANZA
Rosa y su hija Elizabeth conocen al hombre que buscaban y por el que se incendiaron casas. Ellas lo han visto andar en su camioneta por el pueblo pero no les da miedo, asegura, porque ahí nadie se mete con nadie.
Sí sabíamos de levantones y asesinados, pero eso no era en nuestro rancho, era más abajo de la sierra y pues nosotros no pensábamos que todo eso nos iba afectar nosotros, creíamos que mientras no nos metiéramos con nadie, vamos a estar bien.
Rosa
Elizabeth es estudiante del telebachillerato de Bagrecitos, fue convocada el día de ayer por el Instituto Municipal de la Juventud (IMJU) para que expusiera, junto con otros 19 jóvenes, las necesidades que padecía al haber sido desplazada de su hogar.
Yo la verdad quiero regresarme, pero ahorita no podemos, sabemos que van a pasar meses hasta que se pueda volver a la casa. Yo quisiera ahorita trabajar, no tenemos dinero.
Elizabeth
La joven recuerda que cuando entraron a su casa “los contras”, eran varios hombres de 20 años aproximadamente, que preguntaban a ella y a su hermano menor por el paradero de “el señor”.
Los malandrines no eran ningún conocido de nosotros y aparte qué íbamos a saber dónde iba a estar el señor que buscan. Lo hemos visto paseándose en su camioneta pero no sabemos dónde anda.
Elizabeth
Rosa y Elizabeth comparten el sentimiento de querer volver al pueblo que recuerdan tranquilo, donde han hecho su vida y han construido su hogar con “lo poquito que tienen”.
No se nos había dado ningún apoyo ni nos había buscado alguien del ayuntamiento hasta ahorita con el muchacho del IMJU. Ojalá sí nos apoye porque nosotros no nos hallamos en la ciudad, mi hija ya quiere volver pero sobre todo queremos que todo sea como antes.
Rosa
NECESIDADES
La renta, el transporte y la comida; son la otra incertidumbre que enfrentan los desplazados que no tienen con quién quedarse en la ciudad.
En el encuentro dado en el ayuntamiento con el director del IMJU, uno de los padres de los jóvenes externó que desean más presencia militar y seguridad para volver por algunas de sus cosas.
Esto, el alcalde Jesús Estrada Ferreiro lo prometió a la prensa la semana pasada, aseguró que la Guardia Nacional se encargaría de escoltar cada tres días a las familias desplazadas a Bagrecitos, para que alimentara a su ganado y fueran por pertenencias, sin embargo, el alcalde no tiene conocimiento siquiera de la cantidad de familias que están fuera de sus hogares y pidiendo ayuda.
La señora Rosa vive en Culiacán, por ahora, con su hija mayor de 16 años en una casa que le han prestado sus familiares.
Su hijo ha conseguido un trabajo de ayudante con un comerciante, su esposo continúa en la sierra trabajando en un rancho y Rosa y su hija de 16 años, Elizabeth, están esperando a ver que les cae para generar recurso económico en lo que vuelven a Bagrecitos, porque pese a lo ocurrido, ellas desean volver.
250
Son el número aproximado de familias que se desplazaron de la zona norte de Culiacán debido a los enfrentamientos.
DESPLAZAMIENTO FORZADO
Toda persona que tiene que salir de su hogar por motivos de violencia, se convierte en un desplazado, pero en México este fenómeno no es reconocido por el Gobierno, ni si quiera existe una figura legal en las leyes.
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