Culiacán, Sin.- Desde hace tres años, un sonido peculiar se escucha entre las calles Ramón Corona y Benito Juárez en el primer cuadro de la ciudad de Culiacán. Allí se encuentra Jessy Ruiz tocando el organillo, una tradición desconocida para muchos, pero que para él significa la identidad de toda una historia.
Esa esquina del primer cuadro de la ciudad, sin duda te traslada a otra época. Jessy es originario de Ciudad de México, tiene más de 30 años tocando su caja instrumental con la que actualmente se gana la vida a sus 58 años.
Proveniente de una familia de organilleros, relata que a la edad de 15 años optó por dejar de estudiar, para seguir los pasos de sus padres y abuelos, quienes le enseñaron desde cómo tocar las melodías hasta repararlo y engrasarlo.
“Esto es herencia de familia, mis padres y mis abuelos tocaban el organillo, ellos eran de México. Yo ya no quise estudiar, miraba a mis abuelos dedicarse a esto y me gustó. Mi abuelo que en paz descanse, fue el primero que me enseñó a tocarlo, hoy en día estoy agradecida con él por eso”, dijo.
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DE FAMILIA
Compartió que su abuelo le explicaba que este instrumento fue importado de Berlín y traído a México por inmigrantes alemanes cerca del año 1884. Este multifacético instrumento fue el que dio a pie al nacimiento de una tradición que hoy es más mexicana que nunca.
Por azares del destino su familia lo comenzó a tocar en Ciudad de México y de eso vivieron toda su vida.
“Se toca a base de pura vuelta y vuelta, todas estas grapitas es la música, esto es de aire, sólo tengo que darle vueltas y vueltas. Aunque se ve fácil si tiene su chiste y dependiendo la velocidad va saliendo la canción”, explica.
Menciona que no solo es tocar el organillo, pues para ello tiene que portar el uniforme de un policía, pues lejos de ser una obligación ya es una tradición.
“El uniforme se usa así porque en Ciudad de México los policías que no trabajan un día, les daban el día siguiente a que se fueran a tocarlos a las plazuelas, entonces para no cambiarse de ropa se iban con el uniforme de policía y por eso así andamos vestidos”, puntualizó.
EN BUSCA DE SUERTE
Después de pasar toda una vida en México, decidió probar suerte en la Culiacán, Sinaloa, donde lleva ya ocho años de su vida, trasladando una tradición adoptada en su tierra natal.
“Me cansé de trabajar allá, quise probar suerte en otro lado. Me vine a la capital del estado y llegué hace ocho años, trabajé en otras cosas y quise probar suerte, aquí la gente es muy buena, todos se portan bien conmigo”, expuso.
Al llegar a Culiacán, solicitó trabajo en un restaurante donde comenzó a trabajar de otras cosas, por lo que tuvo que dejar su instrumento musical donde vivía, para salir adelante realizando otras actividades.
“Me vine para acá, deje mi organillo, actualmente lo rento mis parientes, porque este aparato si no lo estas usando se deteriora. Ese organillo es herencia de mi abuelo, para mi tiene un valor sentimental pues, me lo regaló en vida y era un organillo que tenía más de 80 años con él”, relató.
En el mismo restaurante, hace tres surgió la idea de comprar un organillo para que Jessy lo tocara y deleitara a los culichis que acudían a consumir al lugar y para que también lo escucharan las personas que transitan por las calles Ramón Corona y Benito Juárez.
Desde entonces, Jessy Ruiz se instala desde las nueve hasta las 11 de la mañana, con su organillo que cuenta con ocho canciones, en la que destaca el sinaloense, las Mañanitas, María Bonita, Recuerdos de Acapulco, por mencionar algunos.
“Yo en lo personal siento tan bonito cuando lo estoy tocando, me acuerdo de mi abuelo y es tan bonito son sentimientos encontrados. Aquí la gente a veces viene a verme, me dicen ¡ay! cuando iba a Ciudad de México era el sonido que más me gustaba, es bonito escucharlo acá”, apunto.
LEGADO
- Actualmente tiene tres hijos, todos pequeños, pero no pierde la esperanza de que continúen con el legado de tocar esta caja musical.
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