/ sábado 23 de mayo de 2020

Jorge pasó de bolero a limosnero por culpa del Covid-19

Como última alternativa, tuvo que salir a las calles a pedir dinero para mantener a su familia

Culiacán, Sin.- Son las 2:00 de la mañana de cualquier día de la semana y la mente de Jorge Armando Cano Molina, empieza a crear sus primeros pensamientos: cómo alimentar a sus tres hijos y esposa en medio de la crisis económica que atraviesa a causa del coronavirus, y que con su oficio de bolero, no es suficiente.

Desde los 27 años, el bolero de la plazuela Obregón con 38 años de trayectoria, sufre de insomnio como secuela de una enfermedad que tuvo en su juventud. Por lo que cada madrugada permanece acostado en la cama junto a su esposa mientras su cerebro ya está en acción.

Cada día se pone más crítica la situación, las calles del primer cuadro de la ciudad están cada vez más abandonadas por personas que intentan salvarse del coronavirus en sus hogares, ahora en fase tres de la contingencia. Dejando de lado los oficios que no pueden parar, al vivir los trabajadores de los pesos ganados en el día.

Siempre a las 7:00 horas de la mañana, Jorge se instala en su pequeño puesto de bolero, oficio que ha desempeñado desde la corta edad de 11 años por invitación de sus amigos, quienes en esa época “si no eran boleros, eran paleteros”, empezando en las inmediaciones del Mercado Gustavo Garmendia, para posteriormente instalarse en la icónica plazuela de Culiacán.

SE FUE EL TRABAJO

Antes de la llegada del coronavirus a Sinaloa, sobre todo a Culiacán, municipio con un alto índice de contagios a nivel nacional, lo que era normal en una jornada de trabajo de 18 a 25 boleadas por día, se convirtió en menos de cinco al día, haciendo más difícil comprar los alimentos para su familia y empezando a rondar en sus pensamientos la opción de pedir dinero en la calle.

Foto: Jesús Verdugo I El Sol de Sinaloa

Pero ahora con la pandemia, nombre, Dios mío, pegaba dos o tres boleadas, un día pegué una y ahorita siete, pero es poquito para un hombre de familia como yo que tengo varias bocas que mantener, está duro.

Jorge Armando Cano Molina

Hijos de 11, 15 y 17 años, la noticia es el poco dinero que obtuvo en su jornada de trabajo, y ya en la madrugada, cuando sus primeros pensamientos llegan, con el recuerdo llegan lágrimas por no tener dinero. Esto lo vuelve más fuerte para pedir ayuda a los conductores que pasan por la avenida Álvaro Obregón.

PEDIR AYUDA

Es así como con toda la pena y como última opción para sobrevenir agarró un cartón, una cartulina y un plumón para escribir “trabajo de bolero, no está cayendo trabajo, tengo cinco bocas que mantener, lo que usted guste cooperar, gracias, Dios le bendiga”. Pero la vergüenza fue mayor y por 20 días el cartel estuvo escondido en su puesto de bolero.

Hasta que, “al verme al tiro, de verdad, pero, bien, bien, hasta con las lágrimas en mis ojos tuve que salir con todo y pena a pedir y ahí yo empecé” y aunque ya tiene casi el mes sobreviviendo de la ayuda de los culichis, todavía siente vergüenza y en su mente solo está el que llegue el primero de junio para no salir a la calle a pedir, porque dicen por ahí que el primero de junio van a abrir el centro de la ciudad.

Encomendándose a Dios cada vez que sale de su hogar, es la mejor forma de cuidarse dice Jorge, recordando el dicho de “cuando te toca, ni aunque te quites y cuando no te toca, aunque te pongas”. Y ahora el cubrebocas es parte esencial de su vestimenta, porque tampoco debe tentar a Dios para que algo le ocurra dentro de la pandemia.

Teniendo en mente el proteger a su familia, Jorge se para en el semáforo de la avenida Álvaro Obregón, frente a la plazuela Obregón para ver si de casualidad le llega un cliente. Bajo los rayos del sol, usa una cachucha, unos lentes, cubrebocas y el letrero, con la esperanza de conseguir unos pesos.

Foto: Jesús Verdugo I El Sol de Sinaloa

"Me pongo enfrente de ellos cuando se pone el semáforo en rojo, les pongo el letrero en frente y pues ya unos me dan y otros no me dan y de poco a poquito ahí, como dice el dicho, de grano a grano la gallina llena el buche y hay gente que me da dos pesos, tres pesos", dijo Jorge.

En ocasiones los conductores solidarios le dicen que solo tienen pocas monedas para donarle, pero para Jorge “para mí, dos pesos es mucho y es cierto en esa situación, para uno, para mí, un peso, dos pesos que me den, para mi es mucho”.

Lee también: Salvador, un paramédico con una historia increíble

Y aunque en ocasiones hay personas que le dan 100 o 200 pesos, el bolero señaló que prefiere que le donen de poquito y no de mucho, porque después se puede mal imponer y existe el riesgo de que agarre vicio. Motivo por el que, no ha perdido su pensamiento de ganar dinero boleando zapatos y cuando ve un cliente, deja la calle y regresa a su lugar en la plazuela Obregón.

PREFIERE EMPLEO

Yo prefiero ganarme el dinero boleando que estar allá, porque a como están las cosas ahorita, ahorita gano más de limosnero que aquí boleando, pero prefiero ganarme aquí el dinero, mejor boleando.

Jorge Cano

Por toda la ayuda que ha recibido por parte de los culichis que pasan por la avenida principal de la ciudad, el bolero conoció la bondad de los ciudadanos, personas que con poco o mucho buscan ayudarle en la pandemia que a todos ha afectado, es así como para Jorge siempre habrá respeto hacia toda esa gente.

Otro apoyo que ha recibido, es por parte de sus conocidos que están en situación de calle, quienes al recibir despensas, pero no tener una cocina para preparar los alimentos, se los entregan a Jorge, quien como muestra de agradecimiento les entrega la comida hecha por su esposa.

El reloj marca las 19:00 horas y después de pasar todo el día en la calle, guarda su letrero y sus cosas de bolero, se pone el cubrebocas y va rumbo a su casa en transporte público, en donde la única preocupación que tiene es no estornudar. Porque ya le pasó una vez que al estornudar por cinco ocasiones, el chófer lo bajó del camión, cuando ya faltaban tres cuadras para su parada.

Llega a su casa y aunque es el único que trabaja, para Jorge es una gran satisfacción el saber que sus hijos están estudiando, al ser la mejor herencia que les pueda dejar, para que de mayores puedan tener un mejor trabajo y estilo de vida.

Jorge, es un bolero que hasta que Dios se lo permita seguirá trabajando en la plazuela Obregón, una vez que la peor fase de la contingencia por coronavirus pase y que en Culiacán se regrese a la famosa y tan esperada “nueva normalidad” que le permita ganar unos pesos al día.







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Culiacán, Sin.- Son las 2:00 de la mañana de cualquier día de la semana y la mente de Jorge Armando Cano Molina, empieza a crear sus primeros pensamientos: cómo alimentar a sus tres hijos y esposa en medio de la crisis económica que atraviesa a causa del coronavirus, y que con su oficio de bolero, no es suficiente.

Desde los 27 años, el bolero de la plazuela Obregón con 38 años de trayectoria, sufre de insomnio como secuela de una enfermedad que tuvo en su juventud. Por lo que cada madrugada permanece acostado en la cama junto a su esposa mientras su cerebro ya está en acción.

Cada día se pone más crítica la situación, las calles del primer cuadro de la ciudad están cada vez más abandonadas por personas que intentan salvarse del coronavirus en sus hogares, ahora en fase tres de la contingencia. Dejando de lado los oficios que no pueden parar, al vivir los trabajadores de los pesos ganados en el día.

Siempre a las 7:00 horas de la mañana, Jorge se instala en su pequeño puesto de bolero, oficio que ha desempeñado desde la corta edad de 11 años por invitación de sus amigos, quienes en esa época “si no eran boleros, eran paleteros”, empezando en las inmediaciones del Mercado Gustavo Garmendia, para posteriormente instalarse en la icónica plazuela de Culiacán.

SE FUE EL TRABAJO

Antes de la llegada del coronavirus a Sinaloa, sobre todo a Culiacán, municipio con un alto índice de contagios a nivel nacional, lo que era normal en una jornada de trabajo de 18 a 25 boleadas por día, se convirtió en menos de cinco al día, haciendo más difícil comprar los alimentos para su familia y empezando a rondar en sus pensamientos la opción de pedir dinero en la calle.

Foto: Jesús Verdugo I El Sol de Sinaloa

Pero ahora con la pandemia, nombre, Dios mío, pegaba dos o tres boleadas, un día pegué una y ahorita siete, pero es poquito para un hombre de familia como yo que tengo varias bocas que mantener, está duro.

Jorge Armando Cano Molina

Hijos de 11, 15 y 17 años, la noticia es el poco dinero que obtuvo en su jornada de trabajo, y ya en la madrugada, cuando sus primeros pensamientos llegan, con el recuerdo llegan lágrimas por no tener dinero. Esto lo vuelve más fuerte para pedir ayuda a los conductores que pasan por la avenida Álvaro Obregón.

PEDIR AYUDA

Es así como con toda la pena y como última opción para sobrevenir agarró un cartón, una cartulina y un plumón para escribir “trabajo de bolero, no está cayendo trabajo, tengo cinco bocas que mantener, lo que usted guste cooperar, gracias, Dios le bendiga”. Pero la vergüenza fue mayor y por 20 días el cartel estuvo escondido en su puesto de bolero.

Hasta que, “al verme al tiro, de verdad, pero, bien, bien, hasta con las lágrimas en mis ojos tuve que salir con todo y pena a pedir y ahí yo empecé” y aunque ya tiene casi el mes sobreviviendo de la ayuda de los culichis, todavía siente vergüenza y en su mente solo está el que llegue el primero de junio para no salir a la calle a pedir, porque dicen por ahí que el primero de junio van a abrir el centro de la ciudad.

Encomendándose a Dios cada vez que sale de su hogar, es la mejor forma de cuidarse dice Jorge, recordando el dicho de “cuando te toca, ni aunque te quites y cuando no te toca, aunque te pongas”. Y ahora el cubrebocas es parte esencial de su vestimenta, porque tampoco debe tentar a Dios para que algo le ocurra dentro de la pandemia.

Teniendo en mente el proteger a su familia, Jorge se para en el semáforo de la avenida Álvaro Obregón, frente a la plazuela Obregón para ver si de casualidad le llega un cliente. Bajo los rayos del sol, usa una cachucha, unos lentes, cubrebocas y el letrero, con la esperanza de conseguir unos pesos.

Foto: Jesús Verdugo I El Sol de Sinaloa

"Me pongo enfrente de ellos cuando se pone el semáforo en rojo, les pongo el letrero en frente y pues ya unos me dan y otros no me dan y de poco a poquito ahí, como dice el dicho, de grano a grano la gallina llena el buche y hay gente que me da dos pesos, tres pesos", dijo Jorge.

En ocasiones los conductores solidarios le dicen que solo tienen pocas monedas para donarle, pero para Jorge “para mí, dos pesos es mucho y es cierto en esa situación, para uno, para mí, un peso, dos pesos que me den, para mi es mucho”.

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Y aunque en ocasiones hay personas que le dan 100 o 200 pesos, el bolero señaló que prefiere que le donen de poquito y no de mucho, porque después se puede mal imponer y existe el riesgo de que agarre vicio. Motivo por el que, no ha perdido su pensamiento de ganar dinero boleando zapatos y cuando ve un cliente, deja la calle y regresa a su lugar en la plazuela Obregón.

PREFIERE EMPLEO

Yo prefiero ganarme el dinero boleando que estar allá, porque a como están las cosas ahorita, ahorita gano más de limosnero que aquí boleando, pero prefiero ganarme aquí el dinero, mejor boleando.

Jorge Cano

Por toda la ayuda que ha recibido por parte de los culichis que pasan por la avenida principal de la ciudad, el bolero conoció la bondad de los ciudadanos, personas que con poco o mucho buscan ayudarle en la pandemia que a todos ha afectado, es así como para Jorge siempre habrá respeto hacia toda esa gente.

Otro apoyo que ha recibido, es por parte de sus conocidos que están en situación de calle, quienes al recibir despensas, pero no tener una cocina para preparar los alimentos, se los entregan a Jorge, quien como muestra de agradecimiento les entrega la comida hecha por su esposa.

El reloj marca las 19:00 horas y después de pasar todo el día en la calle, guarda su letrero y sus cosas de bolero, se pone el cubrebocas y va rumbo a su casa en transporte público, en donde la única preocupación que tiene es no estornudar. Porque ya le pasó una vez que al estornudar por cinco ocasiones, el chófer lo bajó del camión, cuando ya faltaban tres cuadras para su parada.

Llega a su casa y aunque es el único que trabaja, para Jorge es una gran satisfacción el saber que sus hijos están estudiando, al ser la mejor herencia que les pueda dejar, para que de mayores puedan tener un mejor trabajo y estilo de vida.

Jorge, es un bolero que hasta que Dios se lo permita seguirá trabajando en la plazuela Obregón, una vez que la peor fase de la contingencia por coronavirus pase y que en Culiacán se regrese a la famosa y tan esperada “nueva normalidad” que le permita ganar unos pesos al día.







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