Si hubiera una frase que resumiera su vida, podría ser que tejió sus sueños en medio de los surcos. Mientras Judit Ayala Valenzuela repasa algunos momentos de su vida, hace pequeñas pausas como si aquellos años de su infancia regresaran y estuvieran hoy muy presentes.
“No me da vergüenza mostrarme quién soy, porque no tengo nada que esconder. Soy indígena Yoreme, fui jornalera desde pequeña hasta la secundaria y para seguir estudiando trabajé en casas… Esa soy yo. Nunca he renegado de mis orígenes, lo digo con orgullo porque con carencias y mucho esfuerzo logré un título universitario”, dice esta legisladora que estudió en la Universidad Autónoma Indígena de México en la comunidad del Carrizo.
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Su niñez estuvo marcada por las desigualdades sociales, por la discriminación, por ser indígena, por morenita y gordita, pero nada de eso la arredraba, al contrario, a los ocho años ya sabía lo que quería, y para lograrlo le ponía más ganas. Si el sol le daba de lleno en su pequeño cuerpo, se imaginaba una nubecita que le calmara el calorón, pensaba que ya faltaba poco para ir por unos tragos de agua y unos tacos de frijoles, chile y tortillas de harina, que le preparaba su mamá.
“¡No quiero esto para mí…!” se decía a sí misma en medio del surco. Pese a las extenuantes jornadas, nada la doblegaba, no sentía el cansancio, su atención y su conciencia estaban fijas, concentradas en la promesa que repetía una y otra vez: “voy a estudiar, voy a estudiar”.
Por momentos dejaba su trabajo agotador, se enderezaba para descansar, levantaba la vista hacia el cielo y en cada gota de sudor que caía en las yerbas que traía en sus manos, se juraba: un día voy a ser diputada y voy a luchar por mi gente. “Mi lema siempre es y ha sido la justicia social”, dice mientras rememora que a los 14 años incursionó en la política en Vanguardia Juvenil Agrarista, organización priista, siempre en busca del contacto social, el desarrollo de las comunidades.
“He querido siempre que la gente pobre como yo, sepa que sí podemos, que se requiere sacrificios, claro que sí, quizá más que la de otras personas, por nuestra condición, pero hay que andar siempre con la cara en alto, porque con mucho compromiso y responsabilidad se puede salir adelante para transformar nuestra realidad”.
Su familia es originaria de una comunidad indígena del Fuerte, llamada Lo de Mayo, pero desde niña creció en el Carrizo, aunque siempre que puede visita a familiares que radican en ese lugar. Entiende el Yoreme, pero no lo habla, por el tema de la discriminación, poco a poco sus abuelos dejaron de enseñarles la lengua. Lo único que si cultiva son las tradiciones como ceremonias, velaciones. “Cuando estamos enfermos nos curamos a la antigüita, como levantar la mollera, quebrar las anginas, sobar la tripa, quitar el empacho y todas esas cosas”.
Las condiciones en las que vivía en el Carrizo obligaron a que desde niña estuviera pendiente de las necesidades más apremiantes de su familia compuesta por su mamá y cinco hermanos.
“Algunas veces me levantaba pensando ‘oh no tenemos para comer, no tengo zapatos, mi amá no tiene para pagar la inscripción, ya se me va a acabar el lápiz, no tengo libreta, voy a hacer la letra más chiquita’. Siempre estuve al pendiente de eso, aunque me daba cuenta de que no era la única, ahí fue cuando tomé conciencia, por qué estamos así, algo está mal y me di cuenta de que eran los políticos y me dije: voy a hacer política”.
“Desde pequeña me apasionó la política, siempre fui jefa de grupo desde la secundaria hasta la prepa, me elegían, no sé por qué porque era muy tímida”.
Hay momentos en que al narrar su historia llora, se desahoga, se limpia lentamente sus lágrimas, pero los sollozos no le permiten seguir, guarda un silencio para luego hablar con más fuerza. “Pero nada me ha detenido, sabía que la vida para nosotros es difícil y que nada iba a ser fácil… Solo me ha mantenido el amor por mis ancestros”.
Lamenta no haber tenido un padre que la apoyara y un apellido fuerte que la impulsara. Afirma que nada le han regalado, todo ha sido gracias a su esfuerzo, dedicación y amor, lo que la ha llevado a estar donde está. Pese a que a diario se tenía que enfrentar a las burlas, primero de niña y luego en la política, donde los mismos priistas han tenido expresiones tan fuertes como: la indígena pobretona quiere ser regidora.
“He sido denostada, en Ahome, me han puesto apodos por mi condición, dicen cosas de mí que ni siquiera yo sé, pero cada vez que escucho todas esas sandeces trabajo más y más. Esa es mi respuesta. Miro hacia atrás y a veces no soy consciente de lo que he logrado y me digo, no ha sido fácil, pero aquí estamos, generando mis propias circunstancias con la única fórmula que tengo desde niña y que no abandonaré nunca: estudiar y trabajar.”
Desde la primaria hasta la carrera universitaria estudió en el Carrizo. En el Cobaes fue donde descubrió sus dotes de oradora. Ganó el segundo lugar en el concurso de zona y después a nivel nacional representó a la CNC Sinaloa, obtuvo el cuarto lugar y desde ahí se le empezaron a abrir las puertas.
Después ingresó a la Universidad Autónoma Indígena de México. “Mi sueño siempre fue estudiar una carrera para ayudar a las comunidades. Estudié etnopsicología que va enfocada a trabajar con los grupos étnicos”. Fue dirigente estudiantil de los indígenas.
Ella seguía limpiando casas, pero como podía en los veranos se iba a México, logró conseguir una beca de Conacyt e ingresó al Colegio de México, siempre con el tema de Derechos Humanos, logrando especializarse en el tema en el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria O.P.A.C.
Su pasión es el activismo social, ha participado en marchas como la Caminata por la Verdad del poeta Javier Sicilia, donde su grupo de derechos humanos intervino en la logística para proveer de alimentos a las personas que participaron en la caravana.
También su grupo promotor de derechos humanos participó en una manifestación por los hechos que se suscitaron en el antro New's Divine de la Ciudad de México, donde varios jóvenes murieron asfixiados.
Su primer trabajo fue en 2005 cuando ingresó a la administración del alcalde de Ahome, Policarpio Infante Fierro, quien le dio la oportunidad en el área de atención a comunidades indígenas. Luego, en la administración de Arturo Duarte, fue directora del Instituto Municipal de la Mujer, después fue regidora, y hoy día diputada del PRI. Su labor legislativa se explica a partir de nueve iniciativas que la han llevado de forma constante a participar en tribuna, con un rasgo que resume como a favor de la población más desfavorecida.
“Ahora como diputada siento mucho compromiso, quiero hacer un buen papel para abrirle la puerta a otros como yo, que no digan que llegamos porque una cuota (indígena) nos favoreció, cumplí uno de mis sueños: siempre quise ser diputada… Ahora mi sueño es ser senadora de la república”.