La captura de Ovidio Guzmán López se basó en las lecciones que dejó aquel fatídico jueves 17 de octubre de 2019, episodio conocido como el Culiacanazo. En una línea de tiempo que el secretario de la Defensa Nacional fijó en seis meses, en los que se desplegó una estrategia de inteligencia “estratégica, operacional y táctica”, finalmente fue detenido durante la madrugada del jueves 5 de enero en Las Higueras, en la sindicatura de Jesús María, al norte de Culiacán.
El general Luis Crescencio Sandoval González dio pistas el pasado viernes 6 de enero en la conferencia “mañanera”, de cómo se estructuró la cacería contra el personaje que estaba convertido en objetivo prioritario tras el fiasco del “jueves negro”.
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Fuentes militares consultadas por separado, explicaron que cuando el general Sandoval dijo que hubo una actualización en los planes de defensa, se refirió a que se estudió a fondo los recursos del enemigo sobre todo en materia de manejo de información y contrainformación.
Se desarrollaron adiestramientos más intensos, para responder a la capacidad de fuego que se sabía contaban las células del crimen organizado en la capital del estado y alrededores.
Se desplegaron mayores medios, mejor coordinados y con conocimiento del terreno. El secretario mencionó fuerzas de reacción terrestres, aéreas, y sobre todo que se les dio mayor agilidad a las tropas para ser más flexibles y versátiles en su capacidad de respuesta.
Algo que llamó la atención porque no sucedió en el Culiacanazo, fue el reforzamiento de la seguridad en las instalaciones militares.
Cacería
La operación del 5 de enero pasado se le atribuyó a la Guardia Nacional con apoyo del Ejército. Una fuente militar consultada explicó que el trabajo previo que duró varios meses, fue producto de varios factores donde la batuta la llevó el Ejército. Primero hubo un mejor conocimiento del terreno y se analizó a fondo los recursos del “enemigo”. Sobre la participación de la DEA, las fuentes consultadas se negaron a confirmar versiones que aseguran apoyó con información.
Sobre todo porque el Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico (GIAN) de la Sedena, realizó un mejor trabajo de inteligencia, el aseguramiento de laboratorios durante 2022 en Culiacán operados por células de Ovidio, arrojaron pistas sobre sus movimientos, logística y red de contactos.
La novena zona militar con sede en Culiacán, divide en varios sectores a las tropas para fines operativos. Efectivos de un batallón de infantería y de una compañía no encuadrada están desplegados estratégicamente en función de la información de inteligencia y de las órdenes de operaciones que el mando superior, en este caso la comandancia de región, ordena. Paralelo a ello los Órganos de Búsqueda de Información (OBI) trabajaron mejor organizados.
A diferencia del 2019, en esta ocasión la sección segunda –inteligencia militar—del Estado Mayor de la Defensa Nacional, trabajó mejor coordinada y con mejores “blindajes”. El jefe de la S-2 es un oficial de alto rango de origen sinaloense, que al igual que el hoy ex comandante de la novena zona militar el general Héctor Ávila Alcocer, son militares con más experiencia operativa.
Para evitar infiltraciones desde noviembre pasado el alto mando castrense preparó relevos de mandos militares y oficiales subalternos en Sinaloa. El 1 diciembre llegó como comandante de la tercera región militar con sede en Mazatlán el general de división Francisco Jesús Leana Ojeda, un experimentado oficial de artillería proveniente de la comandancia de la región en Oaxaca. Apenas el pasado 4 de enero asumió el mando de la novena zona el general Alfredo Salgado Vargas, quien viene de la comandancia de zona en Parral, Chihuahua.
La rotación de mandos militares y de otros oficiales, permitió “blindar” mejor la operación. Los Órganos de Búsqueda de Información (OBI) lograron infiltrarse en el tejido social que es el primer y mejor blindaje que protegía a Ovidio.
La tarea de las unidades operativas, reforzadas con unidades aéreas artilladas, tenían bien estudiado el terreno, lo que abonó al éxito de la misión. Pese a ello, el Ejército tuvo 10 bajas mortales, entre ellos el coronel Juan José Moreno Orzua, comandante del 43 de infantería con sede en Tepic, Nayarit, quien murió junto a uno de sus soldados durante una emboscada cerca de Escuinapa, cuando se dirigían a reforzar el apoyo al sur de Sinaloa.
Los rastros en Guacamaya
Un documento desclasificado de la SEDENA por el colectivo Guacamaya, también arroja luz de cómo desde el Alto Mando se gestó una sigilosa tarea de monitoreo y recopilación de datos, haciendo conexiones con células que trabajan en sociedad con la organización de Ovidio.
Se trata de la investigación en contra de Joel “El Güero”, mano derecha de Juan José Esparragoza Jiménez, “El Cora”, hijo del extinto capo Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”.
El 1 de julio de 2022, la inteligencia militar obtuvo la intercepción de una llamada donde “El Güero” y “El Cora” hablaban de la venta de dos kilos de droga al responsable de la distribución de “tienditas” de Guzmán López, quien contaba con 200 puntos de venta de droga al menudeo en Culiacán.
Otra fuente de seguridad indicó que Ovidio era el responsable del narcomenudeo en Sinaloa para Los Chapitos, controlaba los expendios de droga, desde los conocidos como dispensarios hasta “las jugadas”, conocidas así por ser centro de consumo y de maquinitas tragamonedas.
Las comunicaciones interceptadas incluyen una donde hablan de “Walter”, quien se identificó como gente de “El 200”, a su vez “escolta de Iván Archivaldo”, en referencia al mayor de los hermanos Guzmán.
En estas pistas también se menciona a un sujeto de apodo “Médico”, a quien “El Cora” le mandó 52 kilos de droga (no especifican cuál), cuyos paquetes tenían la imagen de un guerrero y un vaquero.
El documento de la Sedena, si bien es una comunicación interna, se trataba de una investigación en curso originada el 22 de junio de 2022 en Chiapas, cuando se le daba seguimiento al narcocacique Luis Alejandro Cruz Ruiz, “El Pelón”, socio de “Güero” y de “El Cora”, quienes según el expediente hackeado, surtían las tienditas de Ovidio Guzmán López.
En Culiacán era fácil detectar los convoyes de Ovidio, los cuales se componían casi exclusivamente de camionetas Toyota RAV4 con protectores blindados en los quemacocos, de donde salían fusiles Barret empotrados. Cada unidad portaba hasta torretas.