/ sábado 8 de febrero de 2020

La narcocultura que permea en las infancias culichis

El narcotráfico ha permeado a tal grado en la estructura social, que en las escuelas impera la violencia y el narco

Culiacán, Sin. - Afuera de la secundaria ETI 91, en Villa Bonita, merodean los chicos a bordo de sus motocicletas. Las chicas los miran y se sonrojan. Son punteros. Un radio, una moto, una cachucha les ha dado momentáneamente la idea de que son parte de algo, de un grupo, de una comunidad. Acá los valores se invierten: aspirar a narco lo es todo. Y ser novia de un aspirante a criminal, también será parte de la cultura del narcotráfico.

Pero la narcocultura que permea en las infancias culichis y que hace nido las escuelas de la capital, hablan de otras historias, casos de familias fracturadas por la violencia, y que han generado una nueva generación que ha normalizado la muerte y el crimen.

“Amanda” y “José” eran dos niños vecinos de El Ranchito, una comunidad que se fundó en las afueras de Culiacán, pero con el crecimiento incesante de la ciudad, ya empezó a ser devorada por construcciones urbanas y amplias carreteras.

Ella de 12 años, él de 10, su madre fue asesinada hace años, y tuvieron que quedarse a cargo de su abuela materna. Cuando los menores entraron a primer año de secundaria, les tocó en el mismo salón, debido al que el chico había perdido un año en la primaria, ya que el padre lo obligaba a transportar droga, pues siendo un niño, nadie sospecharía que era una mula del narco.

Debido a los problemas familiares, sociales y falta de amor en el hogar, ni uno pudo continuar estudiando; el chico a los 15 años se encuentra trabajando para el narcotráfico mientras que la hermana está en calidad de desaparecida.

Esta es uno de los casos que se presentan a diario en Sinaloa y en México. La otra cara de la narcocultura.

Foto: Juan Carlos Cruz I El Sol de Sinaloa

TELÓN DE FONDO

Sinaloa, sobre todo Culiacán, es identificado ante otros lugares nacionales e internacionales por su narcocultura debido a las narcoseries y narcorridos que representa a los culichis, sin embargo, la realidad es que no se está muy lejos de la ficción, cuando se trabaja con jóvenes, expresa Yuniba Salcedo, maestra de una secundaria ubicada al sur de la ciudad.

Salcedo ha visto en las escuelas de Culiacán la indiferencia, la violencia, la impunidad y la falta de atención que a cada uno de sus alumnos necesita para evitar que ellos sean víctimas del crimen organizado que invade a Sinaloa.

"Veo tanto la indiferencia, pienso que la educación es como un frente de batalla porque el crimen en Culiacán es como un tipo cáncer que se infiltra, en el momento que uno da clases es el momento idóneo parar con esta violencia". Comenta Yuniba Salcedo

Cuenta cómo sus alumnos de secundaria aspiran un futuro con dinero a costa de trabajar con el narcotráfico; normalizar la violencia ha logrado que los jóvenes sientan admiración por los asesinos y orgullo si es alguien cercano.

La mayoría son hijos de padres de muy bajos recursos, entonces como que ven una posibilidad de aspirar ser mejor o tener más dinero haciendo trabajitos fáciles para el narco.

Yuniba Salcedo

Expresó que el mundo de la narcocultura está muy dentro de los jóvenes adolescentes, al ver todo el dinero que los capos tienen, el tener casas, carros del año, mucha ropa y lujos es el sueño de la mayoría de los jóvenes. Al final no es más que puro oropel.

Lee aquí: Es una distracción la rifa del avión presidencial: Ejecutivos de Ventas

"Lo más difícil es hacerlos entender de hacerles que se la crean de que realmente pueden llegar a hacer alguien importante por méritos propios". expresa Yuniba Salcedo

Especialista en sicología, Angie Arellano. Foto: Griselda Caro I El Sol de Sinaloa


ESPACIO SOCIAL

Las presas fáciles para el crimen organizado además de buscar una economía mejor por falta de oportunidades, desean sentirse aprobados y adaptados en un espacio social, en este caso, en el caso de Sinaloa, sucede entre los grupos que si no se es alguien no se acepta, revela la especialista en sicología Angie Arellano.

Señala que la narcocultura y narcocorridos son imitados por los menores de edad puesto que es la única manera de no sentirse rechazados.

"A nadie nos gusta sentirnos rechazados, aquí en Sinaloa la violencia y el tema del narco está muy normalizado, por ejemplo, si yo voy a una escuela donde la narcocultura está muy impregnada, entonces comienzo adaptar esos comportamientos para ser aceptada, tengo que encajar en ese contexto e imitar lo que veo en la tele, a escuchar narcocorridos." dijo Arellano

Para Arellano, los medios de comunicación han tenido alcance en los niños, niñas y adolescentes al normalizar el mundo del narcotráfico y ésta es una de las principales razones para que ellos tengan los comportamientos que ahora presentan, sin embargo, no significa que quieran dedicarse a eso.

En México, el factor que obliga a los adolescentes y jóvenes entrar al narcotráfico es la economía, la falta de oportunidades para las personas sin estudios, o incluso, hasta con una licenciatura terminada. Mientras siga existiendo indiferencia y falta de atención en el futuro de México la violencia aumentará, así lo manifestaron Arellano y Salcedo.







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Culiacán, Sin. - Afuera de la secundaria ETI 91, en Villa Bonita, merodean los chicos a bordo de sus motocicletas. Las chicas los miran y se sonrojan. Son punteros. Un radio, una moto, una cachucha les ha dado momentáneamente la idea de que son parte de algo, de un grupo, de una comunidad. Acá los valores se invierten: aspirar a narco lo es todo. Y ser novia de un aspirante a criminal, también será parte de la cultura del narcotráfico.

Pero la narcocultura que permea en las infancias culichis y que hace nido las escuelas de la capital, hablan de otras historias, casos de familias fracturadas por la violencia, y que han generado una nueva generación que ha normalizado la muerte y el crimen.

“Amanda” y “José” eran dos niños vecinos de El Ranchito, una comunidad que se fundó en las afueras de Culiacán, pero con el crecimiento incesante de la ciudad, ya empezó a ser devorada por construcciones urbanas y amplias carreteras.

Ella de 12 años, él de 10, su madre fue asesinada hace años, y tuvieron que quedarse a cargo de su abuela materna. Cuando los menores entraron a primer año de secundaria, les tocó en el mismo salón, debido al que el chico había perdido un año en la primaria, ya que el padre lo obligaba a transportar droga, pues siendo un niño, nadie sospecharía que era una mula del narco.

Debido a los problemas familiares, sociales y falta de amor en el hogar, ni uno pudo continuar estudiando; el chico a los 15 años se encuentra trabajando para el narcotráfico mientras que la hermana está en calidad de desaparecida.

Esta es uno de los casos que se presentan a diario en Sinaloa y en México. La otra cara de la narcocultura.

Foto: Juan Carlos Cruz I El Sol de Sinaloa

TELÓN DE FONDO

Sinaloa, sobre todo Culiacán, es identificado ante otros lugares nacionales e internacionales por su narcocultura debido a las narcoseries y narcorridos que representa a los culichis, sin embargo, la realidad es que no se está muy lejos de la ficción, cuando se trabaja con jóvenes, expresa Yuniba Salcedo, maestra de una secundaria ubicada al sur de la ciudad.

Salcedo ha visto en las escuelas de Culiacán la indiferencia, la violencia, la impunidad y la falta de atención que a cada uno de sus alumnos necesita para evitar que ellos sean víctimas del crimen organizado que invade a Sinaloa.

"Veo tanto la indiferencia, pienso que la educación es como un frente de batalla porque el crimen en Culiacán es como un tipo cáncer que se infiltra, en el momento que uno da clases es el momento idóneo parar con esta violencia". Comenta Yuniba Salcedo

Cuenta cómo sus alumnos de secundaria aspiran un futuro con dinero a costa de trabajar con el narcotráfico; normalizar la violencia ha logrado que los jóvenes sientan admiración por los asesinos y orgullo si es alguien cercano.

La mayoría son hijos de padres de muy bajos recursos, entonces como que ven una posibilidad de aspirar ser mejor o tener más dinero haciendo trabajitos fáciles para el narco.

Yuniba Salcedo

Expresó que el mundo de la narcocultura está muy dentro de los jóvenes adolescentes, al ver todo el dinero que los capos tienen, el tener casas, carros del año, mucha ropa y lujos es el sueño de la mayoría de los jóvenes. Al final no es más que puro oropel.

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"Lo más difícil es hacerlos entender de hacerles que se la crean de que realmente pueden llegar a hacer alguien importante por méritos propios". expresa Yuniba Salcedo

Especialista en sicología, Angie Arellano. Foto: Griselda Caro I El Sol de Sinaloa


ESPACIO SOCIAL

Las presas fáciles para el crimen organizado además de buscar una economía mejor por falta de oportunidades, desean sentirse aprobados y adaptados en un espacio social, en este caso, en el caso de Sinaloa, sucede entre los grupos que si no se es alguien no se acepta, revela la especialista en sicología Angie Arellano.

Señala que la narcocultura y narcocorridos son imitados por los menores de edad puesto que es la única manera de no sentirse rechazados.

"A nadie nos gusta sentirnos rechazados, aquí en Sinaloa la violencia y el tema del narco está muy normalizado, por ejemplo, si yo voy a una escuela donde la narcocultura está muy impregnada, entonces comienzo adaptar esos comportamientos para ser aceptada, tengo que encajar en ese contexto e imitar lo que veo en la tele, a escuchar narcocorridos." dijo Arellano

Para Arellano, los medios de comunicación han tenido alcance en los niños, niñas y adolescentes al normalizar el mundo del narcotráfico y ésta es una de las principales razones para que ellos tengan los comportamientos que ahora presentan, sin embargo, no significa que quieran dedicarse a eso.

En México, el factor que obliga a los adolescentes y jóvenes entrar al narcotráfico es la economía, la falta de oportunidades para las personas sin estudios, o incluso, hasta con una licenciatura terminada. Mientras siga existiendo indiferencia y falta de atención en el futuro de México la violencia aumentará, así lo manifestaron Arellano y Salcedo.







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