Culiacán, Sin.- En la tradición de ofrecer entretenimiento a niños y adultos dentro de un circo, el Covid-19, obligó a las familias del gremio a cambiar sus actos a los cruceros, en donde, entre el ambiente tenso que se vive por la pandemia, los segundos que el semáforo está en color rojo, los artistas circenses regresan la magia de cada función a las personas que pasan por el lugar.
La realidad que enfrenta el circo es igual de crítico que el resto de las artes e incluso más por toparse con autoridades que no los dejan trabajar prácticamente al aire libre y ante la imperativa necesidad de mantener a tres familias, los actos circenses han tomado las calles.
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En Culiacán, cada vez ha sido más natural encontrar artistas de circo en la calle, con sus trajes coloridos y sus actos de malabares, payasos, hula hula, malabarismo con los pies y monociclo, la mayoría integrantes de la familia Anderson y Riksy, quienes en esta pandemia se han juntado para sobrevivir a los rezagos que ha provocado el virus.
Élber Peralta, es quinta generación de una familia circense de Chile, su acto: ser payaso y malabarista, por 33 años ha trabajado en seis países y ha recorrido México en diferentes circos. Ahora ya como miembro de la familia Anderson, su labor ha sido salir a los cruceros con su esposa y dos hijas, a realizar pequeñas presentaciones a cambio de unas cuantas monedas.
“Lo estamos haciendo por necesidad, pero seguimos haciéndolo de la misma forma, nosotros presentamos nuestro acto para el público y les pedimos una colaboración, no estamos pidiéndoles entre comillas, sin hacer nada”, compartió.
TIEMPO DIFÍCIL
Después de haber acatado la orden de las autoridades y cerrar las puertas del circo en donde se reúnen más de 80 miembros de las tres familias que para marzo del 2020 estaban en La Cruz, Elota, la alternativa para Élber y el resto de los padres, fue trabajar en el campo por tres meses.
Pero al ver, que era un empleo poco remunerado y estar ajeno a su vida de artista que Élber desarrolló desde los tres años cuando “jugaba al circo”, decidieron trasladarse a Navolato para estar cerca de la familia en Culiacán, en la esperanza de que el ayuntamiento los dejara trabajar. Con una respuesta negativa, desde hace seis meses, la función continua en los cruceros.
“A nosotros se nos hace un poquito injusto en el sentido de que hay otras cosas que, sí están abiertas, sí hay acceso y realmente nosotros no, eso es lo único que se nos hace injusto, es como discriminar un poquito al circo, porque hay actividades que, sí están abiertas, el beisbol, futbol”, demandó.
EN EL CRUCERO
Cada día, desde las 16:00 hasta las 18:00 horas, padres, hijos, cuñados, primos y suegros, llegan al crucero del boulevard Enrique Sánchez Alonso y Enrique Félix Castro, a presentar sus actos. Para su sorpresa, la respuesta por parte de su fugaz público ha sido positiva y a casi un año del confinamiento, algunas familias anhelan ir a un circo.
“Yo creo que la gente también está aburrida, pero no nos permiten trabajar, nosotros queremos que nos den chance, si a nosotros nos dieran chance de trabajar, olvídate que nosotros estaríamos haciendo esto, no nos hacemos como que está mal, pero no estaríamos aquí, estaríamos haciendo nuestro trabajo realmente”, destacó.
Para los cirqueros, “la respuesta del público hacía nosotros, gracias a Dios…a veces, aunque no te colaboran con algo, te aplauden, les gustan, nos dicen échenle ganas, o sea, la gente en realidad si nos está apoyando, aunque sea a veces con una moneda, un agradecimiento por lo que nosotros estamos realizando”.
En cada acto que realizan en el crucero, la esencia del arte circense permanece intacto y con sonrisas y un jugueteo, los niños, jóvenes y adultos, trabajan para obtener recursos.
NO HAY EXPLOTACIÓN, ASEGURAN
Un tema que ha llamado la atención del DIF, es la presencia de los menores de edad haciendo actos de hula hula, pero al percatarse que para los niños la actividad es segura por el cuidado de los adultos y por acudir a clases en las mañanas, les autorizaron trabajar, siempre y cuando cumplan con los protocolos.
“Nosotros no estamos explotando a los niños en el sentido de que estamos obligando a hacer algo que ellos realmente no hacen, no los tenemos pidiendo, dando lástima, no los tenemos vendiendo chicles, nosotros entramos con los niños de la mano, salimos con los niños de la mano”, señaló.
Recordando la frase de un tío, Élber compartió que a las personas de circo no les corre sangre por las venas, sino aserrín y aunque enfrentan una etapa crítica, confía en que la tradición va a continuar con sus hijas que han mostrado interés en seguir su camino.
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