Culiacán, Sin.- ¡Dar el todo por el todo porque es la carrera que prepara a los demás…! es la idea que motiva a la maestra Blanca Yaneth Páez salir adelante, al sentarse frente a su computadora lo hace regocijada porque sabe que tiene la estrategia perfecta para impartir su clase virtual en estos días aciagos de la pandemia del Covid-19.
Sabe que no todo es fácil, que a diario se tendrá que enfrentar desde mantener al niño frente a la pantalla, hasta la exclamación del menor que le reclama que su internet sea “chafa”, cuando éste está fallando.
Para ella, las clases virtuales le han regalado momentos de estrés, risas, susto, enojo, aburrimiento, frustración y otros sentimientos, pero, sobre todo, satisfacción al ver a sus niños interesados por la clase.
Se dice bendecida de tener trabajo y tener la habilidad para manejar las ciencias aplicadas y lamenta que muchos maestros se hayan jubilado porque no se pudieron adaptar, ya que pudo más la tecnología que sus conocimientos.
“Es muy triste que docentes con muchísima experiencia, demasiada capacidad, demasiada habilidad para enseñar se hayan tenido que jubilar porque para ellos fue muy revolucionario ésta situación y no pudieron adaptarse a la nueva tecnología. Desgraciadamente personas mayores no pueden tener la capacidad para manipular un teléfono con todas las aplicaciones que conlleva”, dice.
Egresada de la UPES, desde hace trece años imparte clases en un colegio particular, dice que ella es una de los cientos de maestros que han batallado para impartir sus clases por la pandemia, porque se les descompone la computadora, la señal de internet no responde, además de que a muchos mentores esto les ha trastocado la unión familiar.
“Los maestros en la época de la pandemia nos agarramos de todo, nuestros teléfonos están llenos de archivos, de planeaciones, de descargas, de aplicaciones, nos intercambiamos actividades se suben proyectos, exposiciones, tenemos que compartir pantalla, entonces, claro que es más complicado”, señala.
Asegura que el trabajo virtual es mucho más difícil que el presencial porque hay que batallar con la señal, tener buenos equipos que tengan espacio, liberar memorias, contratar un buen internet, crear las propias plataformas, mantener a los niños en línea, que no se distraigan y mantener un espacio libre de ruidos.
“Es bien difícil porque no solamente los maestros estamos en casa solos, por ejemplo, en mi caso, yo tengo una hija que es call center y trabaja desde casa, entonces ella requiere un espacio, mi esposo otro, y la otra hija de prepa también tiene su lugar, todos hablamos a la vez, lo que nos ha obligado poner un trapito debajo de la puertas para que no se escuche el eco, porque todos a la vez tenemos que atender nuestras obligaciones”.
Relata que en su caso, por ejemplo, cada clase va acompañada de un video, de un audio, de un power point y si tiene problemas de que no carga la computadora cuando está dando la clase, lo que hace es usar mis datos porque si usa el Wifi de su celular, su esposo ya no puede dar la clase o sus hijas no pueden seguir trabajando porque la señal baja.
Maestra de once alumnos, ya empezó clases presenciales a inicio de este mes de mayo y al mismo tiempo, atiende a cuatro en el aula y a los otros siete de manera virtual.
Desde que se inició en esta carrera, la maestra Blanquita como le dicen sus alumnos, no solamente imparte clases en el aula, sino que tiene el club mis tareas, para impartir clases de regulación, y en la pandemia, de manera generosa también regulariza a niños y niñas de escasos recursos que por falta de tecnología no han podido seguir las clases virtuales.
“Los maestros hemos tratado de salir adelante conforme se nos ha pedido en los nuevos lineamientos, me imagino que todos los docentes federales, estatales y privados estamos poniendo todo lo que está de nuestra parte para llevar a buen puerto a nuestro alumnos. Los maestros no solamente buscamos que los niños entiendan, sino que tenemos que lograr que nos escuchen con claridad”, señala.
Para lograr sacar adelante su vocación ha tenido que enfrentarse a muchos tropiezos, cubrió interinatos, pero nunca logró una plaza.
“Me dieron una plaza vulnerable de esas que se prometen en la política, me la quitaron, empecé cubriendo interinatos y sin sueldo porque me pagaban a los seis meses, siempre andaba fuera, cuando no en un lugar en otro, porque salía uno idóneo y dejaba el interinato. Por más méritos que hice, no hubo palancas, eso es muy triste…porque dar clases es mi vocación, mi pasión”.
Todos esos tropiezos son remunerados con la sonrisa de un niño.
“No hay pago mayor que ver que muchos de nuestros niños un día crecen y cuando llegan a encontrarte te saludan y con cariño te recuerdan “usted me dio clases”…ese es mi mayor premio”, concluye.
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