Culiacán, Sin. - Aquel 27 de febrero de 2020, empezaba el rumor de que una persona que viajó al extranjero trajo a Sinaloa el Covid-19 y en el desconocimiento de la enfermedad, el caos inició cuando al día siguiente el Secretario de Salud, Efrén Encinas Torres, confirmó que el paciente 01 del estado, estaba resguardado en el hotel Lucerna.
Desde ese día, el coronavirus ha arrancado la vida de miles de sinaloenses de todas las edades, siendo los "abuelitos", los principales afectados en cada uno de los pasos que ha dado el Covid-19.
Entre la incredulidad de algunas personas hacía los efectos del coronavirus y el funcionamiento del sector salud, la pandemia agarró desprevenidos a todos y para finales de marzo ya se registraban los primeros tres decesos: dos adultos mayores y un hombre de 40 años. Desde entonces la cifra de muertes ha aumentado exponencialmente.
En lo irreal que se ha convertido la muerte de un familiar por Covid-19, el miedo y la negación, se ha apoderado sobretodo, en los hijos de los padres que por semanas lucharon contra el virus, pero que por su agresividad, pierden la batalla, dejando en sus seres queridos un shock emocional por afrontar.
En septiembre de 2020, el año que pasará a la historia por las incontables muertes que ha provocado el coronavirus. El señor Marcos Arredondo de 55 años, junto con sus seis hermanos, madre y familia, se enfocaban en la salud de su padre por una complicación de su diabetes, sin imaginar que a los días, todos se iban a contagiar y que el pilar de la casa (su mamá) iba a fallecer en un mes.
La familia Arredondo no era ajena a la situación real de la pandemia y en sus cuidados, pocos ingresaban a la clínica en donde estaba su papá, al ser sus padres la prioridad principal de protección contra la enfermedad.
Para el 22 de septiembre, Marcos de 55 años, junto con su esposa, empezaron a tener los síntomas, con un cuadro que no ameritó conseguir oxigenación medicinal y para el día 25, una de sus tres hijas, junto con su mamá, la señora María Cornelia Iturrios Leyva, manifestaron la enfermedad.
La tomografía de la abuelita resultó en una neumonía severa y la de la nieta en una afección en el pulmón. Pasaron casi cinco días hasta que doña Yaya, como era conocida, empezó a tener dificultades para respirar. La primera acción fue conseguir un generador de oxigeno y una enfermera para su seguimiento, sin embargo, esto no fue suficiente y la trasladaron al ISSSTE.
Ahí se dio inicio al calvario que la familia Arredondo solo conocía por los comentarios de la gente y sin saber a ciencia cierta que iba a pasar, al señor Marcos, se le desencadenó un gran temor por la muerte de su madre, con quien su apego era grande, "y ya, ya uno con el temor y pensando lo peor, y sí, todos los días nos daban información y todo el tiempo, igual, igual, hasta que ya nos dieron la noticia".
Fue el 25 de octubre cuando doña Yaya, después de estar 15 días con oxigeno y 10 días intubada, no pudo más contra el Covid-19 y murió, provocando en su hijo mayor, una serie de problemas de salud mental, prevaleciendo el miedo y la ansiedad.
“Fue un golpe muy duro, un shock, porque, de hecho yo tuve muchos problemas emocionales, tenía miedo a todo, a salir de la casa, estaba muy espantado y aunque me decían que a mí ya me dio todo y que no me contamino, yo no podía salir de la casa, tenía miedo”, reconoció.
Doña Yaya es recordada por su familia y amigos como una persona que siempre estuvo dispuesta a ayudar a quien lo ocupara y en el riesgo de los contagios, el no poder decirle adiós, causó la sensación de que todo fue un sueño, por no poder verla, abrazarla y besarla.
“Es una de las cosas más pesadas, de no poder despedirse y volver a ver dentro del hospital y ya saber que no la volviste a ver y que quieras despedirse y platicar algo cuando están enfermos, es un golpe que te queda marcado para siempre, porque hay muchas cosas que quedan en el aire, que quedan volando, que no se pudieron hacer o decir y eso es lo más duro”, confesó, el señor Marcos.
Con una afectación negativa en la salud del señor Marcos, la muerte de su padre, Nicanor Arredondo Valdez, el 19 de noviembre, hizo que la tristeza invadiera su vida, arrastrando a su esposa e hijas a su sufrimiento. Motivo por el que acudió a terapia para enfrentar su duelo y superar sus miedos.
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Ahora a cuatro meses de la muerte de su mamá a causa del Covid-19, el señor Marcos aprendió a disfrutar de nueva cuenta de su vida, esposa, hijas y nietos y aunque, confesó que no se ha recuperado al 100 por ciento, ya está mejor, avanzando en lo que será el segundo año de la pandemia.
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