/ sábado 3 de agosto de 2019

Llegaron de sorpresa a la ambulancia: Ceyca

Durante un servicio normal de emergencias algo pasó en ese semáforo por la avenida Revolución, que la paramédico Claudia Ceyca jamás olvidará

Culiacán, Sin. - Ceyca, como la conocen sus compañeros de Cruz Roja, es un paramédico con cerca de 24 años de servicio y aun así hay quienes se sorprenden cuando descubren que Ceyca es su apellido y no su apodo. Durante esos años, ella ha visto tanto que se le acumulan las historias en el pecho. Aunque hay una que se adelanta a las demás y no por trágica ni heroica, si no por lo increíble y poco probable que pudo ser.

El llamado de la chicharra sonó y ella junto al operador de la unidad y una alumna de socorros salieron rumbo a la colonia Las Quintas, por una persona que se había accidentado en motocicleta; algo normal y cotidiano para su ritmo. La experimentada paramédico manejaba el asunto con gran cautela y profesionalismo, así la joven alumna tendría bases sólidas para su aprendizaje empírico.

Al llegar al hecho, Ceyca dio cuenta del estado del joven herido; presentaba una fractura de clavícula y nada más. Procedió a asegurar el área lastimada y subirlo en camilla a la unidad. Todo normal y acorde a los protocolos, además el cuadro perfecto para mostrar el trabajo que debe realizar un paramédico. Al no ser una urgencia de gravedad, la torreta de la ambulancia no sonaba y con ritmo normal iba a acorde al flujo de tránsito de la Calzada Heroico Colegio Militar.

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Al llegar al cruce con la avenida Revolución pararon en el semáforo. Las puertas traseras de la ambulancia se abrieron estrepitosamente de par en par. La luz cegadora del exterior formó un contraluz de dos siluetas de movimientos errantes ¡ayúdenos, por favor!, repetían con claro desespero. Ceyca rápidamente tomó a su alumna y pasó al lado más cercano a la cabina; lejos de la puerta. La paramédico observó con más claridad y vio manchas de sangre en la ropa de los dos jóvenes. Se limitó a preguntar si venían armados o alguien los seguía, los jóvenes dijeron que no a ambas preguntas y subieron a la ambulancia.

En un rápido análisis, Ceyca comenzó a auxiliar al joven que presentaba las heridas más graves: herida de bala a la altura del abdomen, mucha sangre y posible shock. El otro, rozón de bala en la misma zona, nada de gravedad. Ceyca removió de la camilla central al primer paciente y él amablemente aceptó con tal de que ayudara al ensangrentado muchacho que acababa de subir. Ahí van: una paramédico experimentada, su alumna, el paciente con fractura y dos jóvenes heridos de bala que se subieron "a la brava".

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Uno de los heridos le platica a Ceyca que fueron víctimas de un asalto, les querían quitar su motocicleta y al resistirse les dispararon. La historia era por mucho increíble, pero la labor de Ceyca era ayudarlos y no juzgar. El mismo joven le pidió que los llevara a cierta clínica de rehabilitación famosa por el tratamiento de dichas heridas. Con permiso del primer paciente la ambulancia se dirige a ese destino, para encontrarse con la negativa de los médicos. En una breve negociación, Ceyca logra que acepten al joven con las heridas más graves mientras llevan a los otros dos al Hospital General.

Al llegar al hospital, bajan al primer paciente con fractura y proceden a estabilizarlo. El segundo herido por rosones de bala es internado ahí mismo y tratado por las quemaduras sufridas. Cuando Ceyca sale del área de recepción de urgencias hacia su ambulancia una mujer con lágrimas por todo su rostro la aborda desesperada: "ayúdeme por favor" le gritaba. La paramédico ve detrás de ella al primer joven, que había dejado en la clínica y según dijo la mujer que resultó ser su esposa, se negaron a atenderlo y le llamaron para que fuera a recogerlo.

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Claudia Ceyca no preguntó más, lo tomó en brazos y sacando fuerzas de la adrenalina lo llevó de nuevo hasta la recepción de urgencias, donde un médico lo recibe inmediatamente y es pasado a quirófano. Sin más información sobre esos tres pacientes, Ceyca se retira junto a su alumna que no pudo haber pedido mejor maestra que ella. Jamás sabrán que pasó en el semáforo de la Revolución y por qué esos jóvenes fueron baleados, tampoco sabrán por qué no los atendieron en la clínica, pero sí estarán seguras que hicieron lo que se debe hacer para salvar esas tres vidas sin importar nada.

VOLUNTAD HUMANA

Claudia Ceyca no preguntó más, tomó en brazos al herido y sacando fuerzas de la adrenalina lo llevó de nuevo hasta la recepción de urgencias.

24 son los años de servicio activo del paramédico de apellido Ceyca, quien ha sido galardonada como la “Socorrista del Año”




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Culiacán, Sin. - Ceyca, como la conocen sus compañeros de Cruz Roja, es un paramédico con cerca de 24 años de servicio y aun así hay quienes se sorprenden cuando descubren que Ceyca es su apellido y no su apodo. Durante esos años, ella ha visto tanto que se le acumulan las historias en el pecho. Aunque hay una que se adelanta a las demás y no por trágica ni heroica, si no por lo increíble y poco probable que pudo ser.

El llamado de la chicharra sonó y ella junto al operador de la unidad y una alumna de socorros salieron rumbo a la colonia Las Quintas, por una persona que se había accidentado en motocicleta; algo normal y cotidiano para su ritmo. La experimentada paramédico manejaba el asunto con gran cautela y profesionalismo, así la joven alumna tendría bases sólidas para su aprendizaje empírico.

Al llegar al hecho, Ceyca dio cuenta del estado del joven herido; presentaba una fractura de clavícula y nada más. Procedió a asegurar el área lastimada y subirlo en camilla a la unidad. Todo normal y acorde a los protocolos, además el cuadro perfecto para mostrar el trabajo que debe realizar un paramédico. Al no ser una urgencia de gravedad, la torreta de la ambulancia no sonaba y con ritmo normal iba a acorde al flujo de tránsito de la Calzada Heroico Colegio Militar.

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Al llegar al cruce con la avenida Revolución pararon en el semáforo. Las puertas traseras de la ambulancia se abrieron estrepitosamente de par en par. La luz cegadora del exterior formó un contraluz de dos siluetas de movimientos errantes ¡ayúdenos, por favor!, repetían con claro desespero. Ceyca rápidamente tomó a su alumna y pasó al lado más cercano a la cabina; lejos de la puerta. La paramédico observó con más claridad y vio manchas de sangre en la ropa de los dos jóvenes. Se limitó a preguntar si venían armados o alguien los seguía, los jóvenes dijeron que no a ambas preguntas y subieron a la ambulancia.

En un rápido análisis, Ceyca comenzó a auxiliar al joven que presentaba las heridas más graves: herida de bala a la altura del abdomen, mucha sangre y posible shock. El otro, rozón de bala en la misma zona, nada de gravedad. Ceyca removió de la camilla central al primer paciente y él amablemente aceptó con tal de que ayudara al ensangrentado muchacho que acababa de subir. Ahí van: una paramédico experimentada, su alumna, el paciente con fractura y dos jóvenes heridos de bala que se subieron "a la brava".

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Al llegar al hospital, bajan al primer paciente con fractura y proceden a estabilizarlo. El segundo herido por rosones de bala es internado ahí mismo y tratado por las quemaduras sufridas. Cuando Ceyca sale del área de recepción de urgencias hacia su ambulancia una mujer con lágrimas por todo su rostro la aborda desesperada: "ayúdeme por favor" le gritaba. La paramédico ve detrás de ella al primer joven, que había dejado en la clínica y según dijo la mujer que resultó ser su esposa, se negaron a atenderlo y le llamaron para que fuera a recogerlo.

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Claudia Ceyca no preguntó más, lo tomó en brazos y sacando fuerzas de la adrenalina lo llevó de nuevo hasta la recepción de urgencias, donde un médico lo recibe inmediatamente y es pasado a quirófano. Sin más información sobre esos tres pacientes, Ceyca se retira junto a su alumna que no pudo haber pedido mejor maestra que ella. Jamás sabrán que pasó en el semáforo de la Revolución y por qué esos jóvenes fueron baleados, tampoco sabrán por qué no los atendieron en la clínica, pero sí estarán seguras que hicieron lo que se debe hacer para salvar esas tres vidas sin importar nada.

VOLUNTAD HUMANA

Claudia Ceyca no preguntó más, tomó en brazos al herido y sacando fuerzas de la adrenalina lo llevó de nuevo hasta la recepción de urgencias.

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