Los fieles de Malverde

Como todos los años, el “Bandido generoso", el llamado “santo de los narcos” es bañado en vino y recibe flores, dinero, joyas y música de tambora

Jesús Verdugo

  · sábado 4 de mayo de 2019

3 de mayo se celebra el aniversario de Malverde, el llamado "Santo de los Pobres", y también de los narcos. Fotos: Juan Carlos Cruz

Culiacán, Sin.- Amanece en Culiacán y los residuos de una escandalosa madrugada apenas son recogidos por los voluntarios: botes de cerveza, botellas de licor e incontables colillas de cigarro inundan la banqueta frente a la capilla de Malverde que desde la media noche empezó a retumbar al ritmo de las mañanitas con tambora y acordeón.

110 años de su muerte se cumplen y 50 desde que se erigió la capilla actual. Jesús Malverde, un santo apócrifo parido de la esperanza del pueblo de a pie, que desde hace algunas décadas también pasó a ser patrono del narcotráfico. "Bañado" de oro y sangre, Malverde es la figura religiosa popular más importante en Sinaloa y en muchas partes de México.

El festejo comienza desde los primeros segundos del 3 de mayo, músicos y fieles al culto del santo popular acuden a la vieja capilla frente al Palacio de Gobierno de Sinaloa. Las mañanitas son obligadas y nunca suficientes para el agradecimiento de sus creyentes.

Cuando el sol dibuja los contornos de los vitrales en la capilla, comienzan a llegar más personas que discretamente van y agradecen los milagros al busto de Jesús Malverde, una rociada de agua bendita y un beso en la frente son el ritual constante de los visitantes.

Otros tantos, pausan un largo viaje para pedir un favor más, un impulso de fe que les ayude a alcanzar su sueño. El santo no cuestiona, no juzga y según los fieles, ayuda sin distingo alguno: lo mismo a pobres que a ricos; a narcos y a policías; a enfermos y desvalidos. Dicen que es el "santo de las causas difíciles y desesperadas".

"Nunca me ha fallado..."

"...El hombre nunca me ha fallado, ¿cómo crees que le voy a fallar yo?", le dice Gabriela a los músicos después de pedirle "Jesús Malverde" de los Cadetes de Linares, mientras deja un robusto sobre de dinero en las alcancías, frente al busto del también llamado "Santo de los narcos".

El desfile inicia: el busto sale en manos del encargado de la capilla, Jesús González, hacia la camioneta Ford ya tradicional en este festejo. Las manos de los fieles se estiran para rozar la "divinidad" de un noble ladrón.

"Ábranle una valla al patrón, gentes", vocifera un sujeto de lentes oscuros e incontables collares del "santo" colgando de su cuello.

Con infinita suavidad colocan el busto en el cofre de la camioneta y la lluvia de licor comienza: whisky y champaña bañan la frente de Malverde, la efervescencia de fe y folklore en su máxima expresión.

El camino se vuelve fiesta, y la fiesta excesos. El desfile es intocable, todos son amigos, todos son hermanos y nadie juzga al de su derecha, el "gallo" es rolado entre los que se acerquen y la cerveza no deja de salir de la camioneta así como los presentes para los fieles: playeras, paraguas, llaveros y sombreros.

Todo termina cómo empezó: con alegría y hermandad efímera. Culiacán termina con el surrealismo y continúa con su ritmo normal. Malverde vuelve a su capilla.