Culiacán, Sin.- Julio César Ruiz tiene 25 años conviviendo con la muerte. En la sala de anfiteatro de la funeraria lo espera una plancha de acero inoxidable y junto a ello un cuerpo al que tiene que preparar y maquillar para que se encuentre presentable en para última morada.
Fue a la edad de 18 años cuando comenzó trabajando en una funeraria en su natal Navolato, Sinaloa. Hacía de todo, levantaba los cuerpos de las personas fallecidas, transportaba los cadáveres y daba fe de su muerte. Hoy en día es un técnico embalsamador.
Relata que desde pequeño le gustó ser diferente a los demás, soñaba con tener una profesión que no muchas personas se dedicaran a ello, sin embargo, nunca se imaginó trabajar con cuerpos de personas.
Siempre me gustó hacer cosas diferentes a los demás, cosas que otros no hacían. Desde chiquitos me gustaba andar solo, siempre andaba buscando como destacar.
Julio César Ruiz
LOS INICIOS
Para estudiar la preparatoria, comenta que tuvo que buscar trabajo para poder solventar sus gastos y continuar con su aprendizaje. Encontró en una funeraria como camillero, donde le tocó ver todo tipo percances, desde muertes naturales hasta crímenes por asesinatos.
Te vas haciendo, yo soy una persona muy sensible, pero a la vez desconectas los sentimientos con el corazón.
Julio César Ruiz
Pasó el tiempo y decidió abandonar sus estudios para trabajar de lleno en la funeraria, donde asegura encontró su pasión. Una profesión que sin duda le ha dejado muchas experiencias y recuerda que lo más difícil en sus inicios era la impresión que le producía ver los cuerpos sin vida, aunado a eso los olores que despedían cada uno de los cuerpos.
PREPARANDO CUERPOS
Julio recuerda que fue a los 25 años de edad que se le presentó la oportunidad de tomar un curso para ser técnico embalsamador, menciona que no se necesita una carrera para ello, pues las nociones las aprendió trabajando en la funeraria.
“Me especialicé en técnico embalsamador, estoy registrado ante el Centro de Salud de Tepic, Nayarit y la Procuraduría de Tepic también. Mucha gente le mete miedo a esto, hasta a veces nos hacen el fuchi, cuando un médico cirujano del Seguro Social hace lo mismo, sólo que ellos trabajan con la vida y nosotros trabajamos con la muerte”, añadió.
Para Julio César cada cuerpo que embalsama merece respeto, pues comenta que afuera de ese anfiteatro donde los prepara, está la familia de cada uno de ellos esperándolos para darle el último adiós.
Me encanta todo lo que conlleva, ponerte la bata y guantes, que la gente vea que es lo que hiciste con el cuerpo, que se vean presentables para el último adiós.
Julio César Ruiz
En promedio tarda entre dos o tres horas en embalsamar un cuerpo, pues todo esto consiste en sustituir la sangre por líquido para que se detenga el proceso de descomposición, se suministra vía arterial, le toca bañar el cuerpo, vestirlo, maquillarlo y colocarlo en el ataúd.
“Primero desinfectamos el cuerpo con unos líquidos y ya después quitarle la ropa, asearlo y ya comenzar a inyectarlo vía arterial. Hacer la extracción de jugo gástrico y líquidos, todos esos detalles", cuenta.
No se le quita nada al cuerpo, dice. Tanto hombres y mujeres llevan cierto tipo de maquillaje, a la familia se le hace una consulta de cómo quieren a su familiar.
Maquillo lo básico, obviamente lo que yo hago no es lo que hacen en una estética, pero cubren las necesidades, porque no se trata de una fiesta, es un maquillaje serio.
Julio César Ruiz
En más de dos décadas ha embalsamado a miles de personas, pero sin duda, los que más lo marcan son los niños, pues a pesar de que a diario convive con los muertos, la inocencia de los niños lo hacen recordar que no está hecho de piedra.
“La ética del embalsamador es no familia, no niños, pero lo tenemos que hacer pues, aunque hay personas que embalsaman a sus hijos, pero es feo. Uno se pone a pensar todo lo que le faltó por vivir”, dice.
SITUACIONES PARANORMALES
El trabajar continuamente con personas fallecidas, no lo hace perder el miedo ya que tampoco está exento de que le pasen cosas paranormales, pues recuerda que en distintas ocasiones le ha tocado ver sombras mientras prepara un cuerpo, incluso a personas a un costado de él, cuando el anfiteatro está prácticamente solo.
“El miedo nunca me lo he quitado, nosotros trabajamos con personas que ya fallecieron, las personas cuando fallecen los espíritus se liberan y andan por todas partes, nosotros los embalsamadores tenemos el espíritu a un lado. Me ha tocado ver aquí muchas cosas, un día me tomé una fotografía y salió un viejito caminando por un lado mío”, puntualizó.
A decir del embalsamador, la hora del miedo es de las 12 de la noche a las dos de la madrugada, pues es cuando los espíritus se liberan y andan por doquier.
A veces controlo la mente, a veces no. A esa hora embalsamo con la puerta abierta, si me da miedo, por eso también pongo música.
Julio César Ruiz
Para poder realizar su trabajo de una mejor manera, relata que habla con los muertos. En una ocasión no podía preparar el cuerpo de un niño y pudo hasta que le habló y le hizo cariños.
No podía ponerle el formol, tuve que hablar con él para que me dejara trabajar. Le dije ándale déjame prepararte y por obra de magia me dejó.
Julio César Ruiz
El embalsamar va más allá de convivir con los muertos, Julio trata a los difuntos como le gustaría que trataran a él y a los suyos. Y no pierde la esperanza de que su hijo se dedique a embalsamar cuerpos.
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