/ sábado 16 de mayo de 2020

Miguel Canizález y su medio siglo en el mar

En cinco décadas en la actividad, a Miguel le ha tocado mal tiempo, que ha puesto en peligro su vida, pero que no lo ha alejado de lo que más ama.

Mazatlán, Sin.- Miguel Antonio Canizález Castillo era un niño de apenas 8 años, cuando empezó a pescar con su papá para ayudarle a sacar adelante a sus 12 hermanos, lo que lo dejó sin la oportunidad de hacer una "vida normal" para un pequeño de su edad.

Es originario de la Isla de la Piedra en Mazatlán, un lugar donde los habitantes están marcados por la vida del mar, y de la que no pueden desprenderse fácilmente, y menos cuando se tienen 52 años pescando en una lancha, actividad que disfruta al máximo.

Al empezar a trabajar a corta edad, no tuvo la oportunidad de seguir estudiando, apenas si terminó la secundaria abierta, pero todos esos años en la actividad lo han convertido en uno de los mejores pescadores de su comunidad.


El pescador es originario de la Isla de la Piedra. Foto: Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán


Le tenía que ayudar a trabajar a mi papá, porque era el mayor de mis hermanos, y sólo me daba mi 'domingo', porque no alcanzaba el dinero, éramos muchos de familia Miguel Antonio Canizález Castillo



Trabajó con su padre 10 años, en los que aprendió todo lo que hasta hoy sabe de la pesca, y también con quien vivió las experiencias que marcaron su vida.

Y es que cuando tenía 14 años, venían ya de la pesca, cuando a la altura del Valentino, las aguas se pusieron muy bravas, rompían con fuerza las piedras rocosas y ásperas, era como si el mar estuviera enfurecido, sin saber muy bien por qué.

Con la fuerte marejada, la lancha se desequilibró y se movía dando vueltas de un lado a otro, hasta que se volteó y se rompió, y todo el producto, el motor, chinchorros, se perdieron. Afortunadamente lograron salir nadando, con sólo unos rasguños.


Primero salí yo, mi papá me andaba buscando entre la espuma, olas, pedreguera, sólo recuerdo que la panga salió para atrás y yo salí rodando, como pude me quité las botas, para aligerar mi peso, y traía un mandil de plástico, lo use como tabla de surf, agarré una ola y me fui hasta la orilla y todo el mandil salió desgarrado, pero a mí sólo se me hizo un rasguño en la panza Miguel Antonio Canizález Castillo



A los 18 años se casó por primera vez, compró su lanchita y equipo de trabajo y se independizó, años después se divorció y se casó de nuevo. Con Araceli, su segunda esposa, tiene ya 37 años de feliz matrimonio y tres hijos, a quienes han podido sacar adelante gracias a esta actividad.

Para Miguel, la pesca es difícil y de mucho riesgo, son largas jornadas sin un horario en específico, igual pueden salir por la mañana, tarde o noche a pescar, y regresar hasta el siguiente día.

Comenta que cuando se es joven no se siente el cansancio, se trabaja sin descanso, se disfruta sin que quemen los rayos del sol.

Miguel expresa que en muchas ocasiones su vida ha estado en peligro a bordo de su lancha, que tiene capacidad para una tonelada 200 kilos de producto, pero que nunca ha pensado que "no la va hacer" porque dice que el secreto de todo "viejo lobo de mar", es mantener la calma y concentrarse.

Con lágrimas que se asoman en sus ojos, comporte que le han tocado chubascos, vientos fuertes y grandes tormentas, en las que sus compañeros se han hecho hasta del baño del puro miedo, porque son lanchas chicas.

Todo lo que sabe se lo enseñó quien es para él el mejor pescador, su padre, don Santos Canizález, quien tiene 90 años de edad.


Él me enseñó que siempre hay que mantener la calma, porque si pierdes el control, puedes quebrar la lancha; es cuestión de venirte despacito, esquivar las olas, porque son lanchas rápidas, no descuidar nunca ni soltar el motor Miguel Antonio Canizález Castillo



Miguel es el reflejo de un hombre que conoce bien su oficio. Él es de los pescadores que prefiere la faena (como llaman a la pesca) cuando el sol se ha ocultado, porque la actividad es más rentable, en una buena jornada se pueden pescar hasta 100 kilos de sierra.

A lo largo de los años, la pesca ha tenido sus altas y bajas, antes había mucho producto de diferentes especies, hoy en día, si no se tiene astucia no se saca mucho, ya no es como antes, que el pescador llegaba, tiraba la red y el ancla y se acostaba a dormir, para luego de un rato recoger el pescado. Ahora lo tienes que buscar, y el que no sabe del oficio, nada más no saca nada.

Todos los días sale a pescar desde Mármol hacia Chametla, en área de tres millas, y a pesar de que la tecnología ha llevado a los pescadores ribereños a actualizarse, él lo sigue haciendo de manera artesanal, se guía por las mareas, la luna, las estrellas y no utiliza Rastreo y Localización Satelital (GPS).


En este oficio, somos meteorólogos, biólogos, yo nunca he usado el GPS y sé dónde estoy Miguel Antonio Canizález Castillo



Con más de cinco décadas como pescador, no sólo ha trabajado en la captura de escama, sino que en el 2000, un año muy malo, donde no hubo pescado, se embarcó en un camaronero como cocinero, donde duró 10 años.

Relata que fue un compadre quien lo invitó, le dio una libreta con recetas para que preparara la comida y le agarró el gusto, después de varias temporadas, lo quiso hacer patrón, pero no aceptó porque nunca le gustó al cien por ciento. Su pasión son las lanchas, y desde hace 10 años retomó nuevamente la pesca artesanal.

Es esa vida incierta de pescador, de no saber qué le espera en el mar, lo que lo hace sentirse vivo.

Su vida está marcada por el mar. Foto: Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán

Te puede interesar: Entregan despensas a pescadores del puerto de Mazatlán

Miguel no se imagina otro modo de vida, pescar es su trabajo, su "deporte" favorito. No tiene certeza si morirá siendo pescador, él sólo sabe que quiere estar en el mar todo el día.

DATO

50 años como pescador tiene Miguel.

TEXTUAL

Me ha tocado trabajarle duro, tengo 60 años y me siento muy cansado, porque estoy bien trabajado, la pesca la disfruto, cuando estoy allá no siento el cansancio, me duele todo y no me puedo levantar y digo: 'ya se está llegando la hora' y me agarra el tesón para volverme a ir, me subo a la lancha y se me quitan todos los doloresMiguel Antonio Canizález Castillo








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Mazatlán, Sin.- Miguel Antonio Canizález Castillo era un niño de apenas 8 años, cuando empezó a pescar con su papá para ayudarle a sacar adelante a sus 12 hermanos, lo que lo dejó sin la oportunidad de hacer una "vida normal" para un pequeño de su edad.

Es originario de la Isla de la Piedra en Mazatlán, un lugar donde los habitantes están marcados por la vida del mar, y de la que no pueden desprenderse fácilmente, y menos cuando se tienen 52 años pescando en una lancha, actividad que disfruta al máximo.

Al empezar a trabajar a corta edad, no tuvo la oportunidad de seguir estudiando, apenas si terminó la secundaria abierta, pero todos esos años en la actividad lo han convertido en uno de los mejores pescadores de su comunidad.


El pescador es originario de la Isla de la Piedra. Foto: Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán


Le tenía que ayudar a trabajar a mi papá, porque era el mayor de mis hermanos, y sólo me daba mi 'domingo', porque no alcanzaba el dinero, éramos muchos de familia Miguel Antonio Canizález Castillo



Trabajó con su padre 10 años, en los que aprendió todo lo que hasta hoy sabe de la pesca, y también con quien vivió las experiencias que marcaron su vida.

Y es que cuando tenía 14 años, venían ya de la pesca, cuando a la altura del Valentino, las aguas se pusieron muy bravas, rompían con fuerza las piedras rocosas y ásperas, era como si el mar estuviera enfurecido, sin saber muy bien por qué.

Con la fuerte marejada, la lancha se desequilibró y se movía dando vueltas de un lado a otro, hasta que se volteó y se rompió, y todo el producto, el motor, chinchorros, se perdieron. Afortunadamente lograron salir nadando, con sólo unos rasguños.


Primero salí yo, mi papá me andaba buscando entre la espuma, olas, pedreguera, sólo recuerdo que la panga salió para atrás y yo salí rodando, como pude me quité las botas, para aligerar mi peso, y traía un mandil de plástico, lo use como tabla de surf, agarré una ola y me fui hasta la orilla y todo el mandil salió desgarrado, pero a mí sólo se me hizo un rasguño en la panza Miguel Antonio Canizález Castillo



A los 18 años se casó por primera vez, compró su lanchita y equipo de trabajo y se independizó, años después se divorció y se casó de nuevo. Con Araceli, su segunda esposa, tiene ya 37 años de feliz matrimonio y tres hijos, a quienes han podido sacar adelante gracias a esta actividad.

Para Miguel, la pesca es difícil y de mucho riesgo, son largas jornadas sin un horario en específico, igual pueden salir por la mañana, tarde o noche a pescar, y regresar hasta el siguiente día.

Comenta que cuando se es joven no se siente el cansancio, se trabaja sin descanso, se disfruta sin que quemen los rayos del sol.

Miguel expresa que en muchas ocasiones su vida ha estado en peligro a bordo de su lancha, que tiene capacidad para una tonelada 200 kilos de producto, pero que nunca ha pensado que "no la va hacer" porque dice que el secreto de todo "viejo lobo de mar", es mantener la calma y concentrarse.

Con lágrimas que se asoman en sus ojos, comporte que le han tocado chubascos, vientos fuertes y grandes tormentas, en las que sus compañeros se han hecho hasta del baño del puro miedo, porque son lanchas chicas.

Todo lo que sabe se lo enseñó quien es para él el mejor pescador, su padre, don Santos Canizález, quien tiene 90 años de edad.


Él me enseñó que siempre hay que mantener la calma, porque si pierdes el control, puedes quebrar la lancha; es cuestión de venirte despacito, esquivar las olas, porque son lanchas rápidas, no descuidar nunca ni soltar el motor Miguel Antonio Canizález Castillo



Miguel es el reflejo de un hombre que conoce bien su oficio. Él es de los pescadores que prefiere la faena (como llaman a la pesca) cuando el sol se ha ocultado, porque la actividad es más rentable, en una buena jornada se pueden pescar hasta 100 kilos de sierra.

A lo largo de los años, la pesca ha tenido sus altas y bajas, antes había mucho producto de diferentes especies, hoy en día, si no se tiene astucia no se saca mucho, ya no es como antes, que el pescador llegaba, tiraba la red y el ancla y se acostaba a dormir, para luego de un rato recoger el pescado. Ahora lo tienes que buscar, y el que no sabe del oficio, nada más no saca nada.

Todos los días sale a pescar desde Mármol hacia Chametla, en área de tres millas, y a pesar de que la tecnología ha llevado a los pescadores ribereños a actualizarse, él lo sigue haciendo de manera artesanal, se guía por las mareas, la luna, las estrellas y no utiliza Rastreo y Localización Satelital (GPS).


En este oficio, somos meteorólogos, biólogos, yo nunca he usado el GPS y sé dónde estoy Miguel Antonio Canizález Castillo



Con más de cinco décadas como pescador, no sólo ha trabajado en la captura de escama, sino que en el 2000, un año muy malo, donde no hubo pescado, se embarcó en un camaronero como cocinero, donde duró 10 años.

Relata que fue un compadre quien lo invitó, le dio una libreta con recetas para que preparara la comida y le agarró el gusto, después de varias temporadas, lo quiso hacer patrón, pero no aceptó porque nunca le gustó al cien por ciento. Su pasión son las lanchas, y desde hace 10 años retomó nuevamente la pesca artesanal.

Es esa vida incierta de pescador, de no saber qué le espera en el mar, lo que lo hace sentirse vivo.

Su vida está marcada por el mar. Foto: Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán

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Miguel no se imagina otro modo de vida, pescar es su trabajo, su "deporte" favorito. No tiene certeza si morirá siendo pescador, él sólo sabe que quiere estar en el mar todo el día.

DATO

50 años como pescador tiene Miguel.

TEXTUAL

Me ha tocado trabajarle duro, tengo 60 años y me siento muy cansado, porque estoy bien trabajado, la pesca la disfruto, cuando estoy allá no siento el cansancio, me duele todo y no me puedo levantar y digo: 'ya se está llegando la hora' y me agarra el tesón para volverme a ir, me subo a la lancha y se me quitan todos los doloresMiguel Antonio Canizález Castillo








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