Culiacán, Sin.- Era una noche tranquila y parecía que mi guardia terminaba sin ningún servicio, por ahí de las nueve avisaron de un "prensado" y pues enchinga nos fuimos. Era en la colonia Las Quintas.
Uno se va preparando a lo que va a ver: De un accidente automovilístico se espera gente desangrándose, extremidades separadas y cosas así, pero cuando ves la acción siempre te pega y te sorprende. El ruido de un claxon nos avisó dónde era el accidente: un morro que iba manejando un Mini Cooper quedó atrapado y con el pie presionó el claxon y para allá vamos.
Los Bomberos llegaron junto con nosotros y empezaron a abrir con la sierra el piso del auto para sacar al herido. Me metí para ver cómo estaba y no responde: sin signos vitales fuertes, no se sentía su respiración y un desprendimiento del cráneo me hizo pensar lo peor. Lo sacamos entre varios y lo subimos a la ambulancia.
Ya arriba de la unidad de Cruz Roja, procedo a drenar fluido de su garganta y a limpiar la herida de la cabeza cuando abre los ojos de un "tirón" y dice: "ya volví, ya volví". Me miré con el otro paramédico y pues felices, estaba vivo el cabrón.
Le saco plática para ver cómo está. Medio responde pero sí captaba. Me dice que tiene un "compa" en la Cruz Roja que es a toda madre, "se llama Jorge Samaniego por si lo conoces". Siento que me cae una gota de sudor fría en la espalda, y me cayó el veinte. Por los golpes e hinchazón no lo conocía: era el César, mi compa de la prepa, un buen amigo. Rápido me quito los goggles, el casco y le sonrío. César me ve, me toma del brazo y dice: "no me dejes morir güey, porfa".
A mí se me retuerce la panza, le digo que ya casi llegamos al hospital, que aguante. Agarro su teléfono y busco el número de su papá. Me dolió ser yo el que daba la noticia pero así es esto. Me espero a que llegue, me saluda entre lágrimas y dándome las gracias. El señor me conocía de hace mucho y no paraba de agradecerme por salvar a su hijo. Yo me tengo que ir y le dejé mi número celular pa'que me llame por cualquier cosa.
Dos días después me llamó: me dijo que la operación fue un éxito y que en cuanto César estuviera "al cien" me iban a hacer una cena y agradecimiento en su casa. Yo nomás le digo que no es necesario, lo que uno dice, que es nuestra chamba. En ese momento veo que me etiquetan en Facebook: es una foto del César en el hospital recién salido de la operación, con veintitantos puntos en la cabeza y su cabestrillo del brazo.
Agradece a todos los que lo ayudaron: Bomberos, Cruz Roja y en especial a mí: "Cuando esté mejor te quiero agradecer en persona y llevarte a la casa para presumir al amigo que me salvó la vida" escribió. Se me salieron las lágrimas.
Días después me llama una amiga en común y me dice: "¿Supiste lo del César?". Yo pensaba que lo del accidente y todo eso pero la escuché muy seria. "Tuvo un derrame interno después de la operación, se lo llevaron al hospital y ya no llegó...".
Yo estaba en guardia en ese momento, los plebes me vieron llorar; es que se murió el César y no alcancé a verlo otra vez, les dije. Quedó pendiente la cena con su familia y toda la fiesta que este cabrón quería hacer, pero no llegó.
Jorge, paramédico de la Cruz Roja
Siento que me cae una gota de sudor fría en la espalda y me cayó el veinte, por los golpes e hinchazón no lo conocía: era el César, mi compa de la prepa, un buen amigo".