/ sábado 10 de agosto de 2019

Nos venían siguiendo: Paramédico

Después de un servicio en el Centro de la ciudad, las cosas para el paramédico Víctor y sus dos compañeros se tornaron peligrosas

CULIACÁN. - Era un día caluroso, como la mayoría en Culiacán y la chicharra de alerta le avisó a Víctor de un servicio en el Centro, ahí cerca del Mercado Garmendia. El radio operador les comunicó que era una persona herida por arma de fuego, nada más.

Víctor forma parte de Cruz Roja desde 2007 y desde su experiencia sabía que esos servicios son especiales, nunca se sabe con qué se puede topar uno. El paramédico debe ser muy disciplinado y profesional, en este caso y como contradicción; Víctor comparte la labor de socorrista con el de payaso y animador. Una doble vida que excluye una de la otra. Él dice que mientras porte el peto y la insignia de la benemérita institución es una persona completamente diferente, a cuando porta su maquillaje y ropa colorida o cuando personifica a Paquita la del Barrio y Juan Gabriel.



EMERGENCIA

Camino al servicio, Víctor se mentalizada para lo que podía pasar. En menos de 6 minutos ya estaban ahí, vieron la multitud arrebolada frente al herido, él se baja y rápidamente se acerca para auscultarlo y percatarse de que ya había muerto; varios disparos en su cuerpo y los ríos de sangre corriendo a la alcantarilla le ayudaron con el diagnóstico.

Víctor y sus compañeros dan espacio para que el personal forense realice sus diligencias y entre tanto escándalo del mercado, la multitud y las sirenas de diferentes unidades, el grito de una mujer los paraliza a todos:

"¡esa camioneta fue la que disparó!".


Los tres paramédicos suben rápidamente a su unidad, para ponerse a salvo de cualquier situación y los policías que estaban en el lugar corren en dirección de dicha camioneta. La ambulancia que manejaba el compañero de Víctor trata de salir por la calle trasera del lugar, y cuando doblan la esquina una camioneta más les tapa el camino; un sujeto abre la puerta y el brillo de un fusil AK-47 se asomó de su regazo.

Víctor le grita al chófer de la unidad que se vaya de ahí, en una maniobra espectacular la ambulancia da reversa y vuelve al sitio donde había sucedido el siniestro. Sintiéndose más seguros por la presencia de las patrullas oficiales, deciden partir en dirección a la delegación; ya no tenían más que hacer ahí.

Ya sintiéndose seguros toman dirección por la calle Paliza que los dejaba salir, directamente hasta su destino en el bulevar Leyva Solano. Sirenas apagadas y al ritmo del tráfico normal, se percatan de que la camioneta que les había cerrado el paso venía a peligrosos 50 metros detrás de ellos. Como mil agujas frías en la espalda, Víctor sintió y visualizó que ese día iba a morir.



SIN MIEDO

El chófer de la unidad trató de no entrar en pánico, a diferencia del otro socorrista que entre lágrimas y ansiedad le decía que acelerara. También, Víctor sabía que de nada servía tratar de escapar, así que siguieron su paso normal. La camioneta amenazante no se acercaba más de esos 50 metros, solo miraba y vigilaba. Víctor cuenta que tal vez pensaron que llevaban a la víctima en la unidad y, pues sólo querían terminar el trabajo, pero las sirenas apagadas los convencieron de que no.

Metros antes de llegar a la delegación, la camioneta se adelantó para seguir su rumbo, lejos de ellos y convencidos de que su víctima no llegaría a Cruz Roja. La descarga de emociones llegó cuando Víctor y sus compañeros bajaron de la unidad; se abrazaron, lloraron y agradecieron que acabara ese mal rato.

Todavía, Víctor, toma con seriedad ese suceso, después de tanto sigue siendo una ventana a la muerte que no quiere volver a abrir y aunque en sus espectáculos si sonrisa sea radiante y sincera, tras ella hay recuerdos que harían temblar a cualquiera.

EL PELIGRO

Un sujeto abre la puerta y el brillo de un fusil AK-47 se asomó de su regazo, narra el paramédico

LIBRES

Las sirenas apagadas convencieron a los sujetos armados de que no trasladaban a ningún lesionado




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CULIACÁN. - Era un día caluroso, como la mayoría en Culiacán y la chicharra de alerta le avisó a Víctor de un servicio en el Centro, ahí cerca del Mercado Garmendia. El radio operador les comunicó que era una persona herida por arma de fuego, nada más.

Víctor forma parte de Cruz Roja desde 2007 y desde su experiencia sabía que esos servicios son especiales, nunca se sabe con qué se puede topar uno. El paramédico debe ser muy disciplinado y profesional, en este caso y como contradicción; Víctor comparte la labor de socorrista con el de payaso y animador. Una doble vida que excluye una de la otra. Él dice que mientras porte el peto y la insignia de la benemérita institución es una persona completamente diferente, a cuando porta su maquillaje y ropa colorida o cuando personifica a Paquita la del Barrio y Juan Gabriel.



EMERGENCIA

Camino al servicio, Víctor se mentalizada para lo que podía pasar. En menos de 6 minutos ya estaban ahí, vieron la multitud arrebolada frente al herido, él se baja y rápidamente se acerca para auscultarlo y percatarse de que ya había muerto; varios disparos en su cuerpo y los ríos de sangre corriendo a la alcantarilla le ayudaron con el diagnóstico.

Víctor y sus compañeros dan espacio para que el personal forense realice sus diligencias y entre tanto escándalo del mercado, la multitud y las sirenas de diferentes unidades, el grito de una mujer los paraliza a todos:

"¡esa camioneta fue la que disparó!".


Los tres paramédicos suben rápidamente a su unidad, para ponerse a salvo de cualquier situación y los policías que estaban en el lugar corren en dirección de dicha camioneta. La ambulancia que manejaba el compañero de Víctor trata de salir por la calle trasera del lugar, y cuando doblan la esquina una camioneta más les tapa el camino; un sujeto abre la puerta y el brillo de un fusil AK-47 se asomó de su regazo.

Víctor le grita al chófer de la unidad que se vaya de ahí, en una maniobra espectacular la ambulancia da reversa y vuelve al sitio donde había sucedido el siniestro. Sintiéndose más seguros por la presencia de las patrullas oficiales, deciden partir en dirección a la delegación; ya no tenían más que hacer ahí.

Ya sintiéndose seguros toman dirección por la calle Paliza que los dejaba salir, directamente hasta su destino en el bulevar Leyva Solano. Sirenas apagadas y al ritmo del tráfico normal, se percatan de que la camioneta que les había cerrado el paso venía a peligrosos 50 metros detrás de ellos. Como mil agujas frías en la espalda, Víctor sintió y visualizó que ese día iba a morir.



SIN MIEDO

El chófer de la unidad trató de no entrar en pánico, a diferencia del otro socorrista que entre lágrimas y ansiedad le decía que acelerara. También, Víctor sabía que de nada servía tratar de escapar, así que siguieron su paso normal. La camioneta amenazante no se acercaba más de esos 50 metros, solo miraba y vigilaba. Víctor cuenta que tal vez pensaron que llevaban a la víctima en la unidad y, pues sólo querían terminar el trabajo, pero las sirenas apagadas los convencieron de que no.

Metros antes de llegar a la delegación, la camioneta se adelantó para seguir su rumbo, lejos de ellos y convencidos de que su víctima no llegaría a Cruz Roja. La descarga de emociones llegó cuando Víctor y sus compañeros bajaron de la unidad; se abrazaron, lloraron y agradecieron que acabara ese mal rato.

Todavía, Víctor, toma con seriedad ese suceso, después de tanto sigue siendo una ventana a la muerte que no quiere volver a abrir y aunque en sus espectáculos si sonrisa sea radiante y sincera, tras ella hay recuerdos que harían temblar a cualquiera.

EL PELIGRO

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