Culiacán, Sin.- “¡Me saliste joto…y te voy a enderezar!. A 20 años de que escuché esa frase de mi padre, todavía me retumba en mi cabeza, pero lo peor, fueron los tratamientos a los que me sometieron mis padres y mi familia en general”.
Juan Humberto es homosexual y sus preferencias las mostró desde niño, lo que ocasionó que sus padres se consagraran en hacerlo “normal”, empleando para ello, desde un sicólogo hasta valerse de la brujería.
“Primero empezaron con pláticas, me decían que eso era del diablo, luego el sicólogo me daba terapias, me decía que me comportara como hombre, porque eso era. Después me llevaron con un brujo, me azotaba para que se me salieran los demonios. Un día me dejó medio muerto porque me dio un mal golpe que me llevó al hospital”, recuerda.
Las terapias de conversión son “tratamientos” psiquiátricos, psicológicos y hasta espirituales, con la finalidad de cambiar la orientación sexual, la identidad, o la expresión de género de aquellas personas diferentes a una heterosexualidad.
Juan Humberto que recibió estas terapias narra que a los diez años huyó de su casa, se fue con sus abuelos a Guadalajara, como sus padres ocultaban sus preferencias, él les dijo a sus abuelos que lo maltrataban que no quería estar en su casa paterna.
“Oculté mis preferencias, ya nadie habló de eso, mis abuelos murieron, terminé una carrera y volví a Culiacán, pero con mi pareja, mis padres volvieron a tratar de aplicarme las terapias de conversión. No se metan con mi vida, les dije y hasta la fecha, perdí a mi familia, no me aceptaron”, señala.
En Sinaloa, más de lo que se imaginan, son muy comunes las terapias de conversión.
Terapeura, Miguel Rentería
Detalla que no hay profesionales realmente capacitados para aplicarlas y quienes lo hacen imponen con facilidad criterios ideológicos individuales.
“Frecuentemente me llegan padres, madres de familia que sin tapujos dicen que su hijo es homosexual, que se avergüenzan de ellos y casi imploran para que yo los convierta en “normales”. De entrada, les explico que ellos son normales, que, al contrario, deben de aceptarlo y apoyarlo, nunca he aplicado una terapia de conversión porque no la necesitan, al contrario, incrementan la homofobia y aumentan el riesgo de suicidio.”, aclara.
Reitera que las terapias de conversión son perjudiciales y que estos intentos de "revertir la homosexualidad" pueden llegar a causar graves daños a las personas.
Joshua apenas cumplió 20 años, sin embargo, dice que su vida ha sido un infierno, no ha podido superar lo que sufrió durante su niñez y adolescencia.
Recuerda que desde niño se burlaban de su modo de ser y actuar, en la escuela lo relegaban y un maestro le hacía bulling por ser homosexual.
“Mi jotito se va a quedar a limpiar el salón…mi jotito va a ir a lavar los baños de los hombres y así por el estilo me trataba”.
Narra que no podía quejarse con sus padres, porque estaban de acuerdo con esos tratos “el maestro quiere que seas hombre”, me contestaban.
Lo peor es que fue violado por un tío “ni te quejes, yo te voy a enseñar para que no vayas inexperto en esto”, me dijo.
Señala que sus padres de todas las formas le quisieron quitar sus preferencias y nunca le creyeron que su tío lo siguió violando por un buen tiempo, hasta que huyó de la casa y ahora apoyado por su pareja, trabaja y trata de darle vuelta a la página.
“Se desesperaban, me golpeaban, hacían cualquier remedio que les recomendaban desde bañarme con agua con hielos, hasta azotarme con yerbas y darme brebajes, no aguanté y dejé a mi familia que me hizo tanto daño”, recuerda.
En días pasados el Comité de la Diversidad Sexual de Sinaloa presentó una iniciativa ante el Congreso del Estado para sancionar y prohibir las llamadas, prácticas que intentan cambiar la orientación sexual, la expresión y la identidad de género de los adolescentes.
En la iniciativa proponen aplicar sanciones de 5 a 8 años de prisión y la inhabilitación para ejercer la profesión de cualquier terapeuta de la salud mental o médico, en el caso de los padres de familia, la propuesta es que pierdan la patria potestad.
Armando, es otro joven que sufrió la incomprensión de sus padres, familia, amigos y de la misma iglesia católica al ir en busca de tranquilidad a su alma.
“Mis padres siempre se avergonzaron de mí. Lo que más me ha dolido fue lo que me hicieron en los quince años de mi hermana, en primer lugar, no quisieron que fuera chambelán, luego, me prohibieron asistir a la fiesta, aunque antes me condicionaron mi asistencia: si toda la noche bailas con Marielos –decían que yo le gustaba a esa niña-. Obvio no acepté y fui castigado”, recapitula.
Otro recuerdo que lo ha perseguido, fue la vergüenza que sintió cuando lo llevaron con un doctor.
“Vengo a que le quite lo niña a mi hijo. El doctor tocó mis partes, me apretaba, no sé qué tantas cosas me hizo, luego me dio hormonas, así me tuvieron medicando no sé por cuanto tiempo”.
Relata que todo eso lo ponía mal, se sentía abandonado, nadie lo entendía, a sus trece años buscaba consuelo con su familia, les pedía que lo comprendieran, sus hermanas, se burlaban de él, al decirle que no querían otra mujercita en casa.
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Sus amigos, lo aceptaban en el grupo, pero no querían tener mucho contacto con él.
“Me gustaba el futbol, era bueno, mis amigos me invitaban al juego y a otros lugares, pero siempre con la sana distancia, haz de cuenta que en ese entonces vivíamos la pandemia que hoy estamos padeciendo. No me vayas a pegar lo jotolón, así pasé mi niñez sufriendo, sentía que no sabía que era lo que quería”.
Dice que después de tanto sufrimiento, de sentirse culpable, un día se decidió ir a la iglesia en busca de consuelo. Llegó a la catedral de Culiacán, rezó un rato y vio que el sacerdote estaba confesando, se acercó y al empezarle a narrarle al sacerdote su aflicción, el religioso dejó el confesionario, lo agarró del brazo y lo sacó al atrio.
“Dios no quiere a los desviados… el día que sanes vuelve, desde entonces no me paro en una iglesia…”
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