Un mosaico de talavera amarillo con blanco que se deja entrever en el piso aún con la puerta cerrada fue el detalle que Martha Camacho Loaiza identificó en el sitio donde hace más de 45 años fue usado por militares como cuarto de tortura y exterminio para acabar con el movimiento guerrillero conocido como Liga Comunista 23 de Septiembre. El detalle lo observó una mañana de marzo pasado, cuando acompañó a un grupo de investigadores de la Comisión para Acceso a la Verdad, Esclarecimiento Histórico e Impulso a la Justicia de violaciones graves a los derechos humanos de 1965 a 1990, en la realización de una inspección a las instalaciones de la novena zona militar en la capital sinaloense.
Casi medio siglo después de aquellos episodios de persecución, tortura, abusos y ejecuciones extrajudiciales perpetradas por la Brigada Blanca, grupo paramilitar del gobierno integrada por la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS) y grupos militares, sobrevivientes de la LC23S ingresaron el 23 de marzo pasado para tratar de identificar lugares donde pudieron estar detenidos personas que hoy están desaparecidas.
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“(Íbamos caminando…) entonces yo volteo a una construcción que están haciendo y es una casa adentro de la zona militar que se supone que era la casa del comandante, pero está llena de monte, el monte tiene incluso hasta un metro de altura y lo que son las puertas, yo (veo) inmediatamente el piso, eran mosaicos amarillos con blanco y las paredes eran azules, en cuanto llegamos todavía no abrían las puertas cuando yo me di cuenta del piso y se los digo”, recordó.
“La puerta de ese cuarto está encadenada y las ventanas están cubiertas con madera, pero está todo sucio, todo enmontado, pero al momento de entrar recuerdo que hay una sala donde llegué y me tomaron el registro, me tomaron fotografías de frente, de perfil y las huellas dactilares”.
¿Por qué lo hiciste?
A finales de los años sesenta en México hubo una efervescencia social y política tras la masacre de Tlatelolco de 1968, surgieron nuevas organizaciones campesinas, movimientos juveniles, que se sumaron a médicos y ferrocarrileros de años previos. En Sinaloa los estudiantes buscaban la autonomía universitaria, querían becas y descuentos en el transporte público. Las protestas coincidieron con la radicalización de un sector del estudiantado que en 1973 cuando surgió la Liga Comunista 23 de Septiembre, se enrolaron en esa causa.
Martha Camacho, quien hoy es profesora universitaria jubilada, había recibido una educación religiosa que promovía la moral y los buenos valores. Era estudiante de economía en la UAS, leía a Karl Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo, el diario Excélsior y otros periódicos de difícil acceso en Culiacán, en los comités de lucha analizaban la teoría, el contexto social nacional y de Latinoamérica, era parte de esa juventud que buscaba un cambio radical.
“A veces nos íbamos a la Isla, era pasar un puentecito colgante, era ir a la librería Santa Rita y comprar el Excélsior, otros periódicos que nada más ahí llegaban, y llegaban por las tardes o al día siguiente”.
Recuerda que cuando estuvo detenida en el cuartel militar la interrogaron sobre cuestiones familiares, quiénes eran sus hermanos, a qué se dedicaban, y siempre era lo mismo. “¿Pero qué necesidad tenías si tu no te estabas muriendo de hambre?”, le decían.
Captura
En 1977, Culiacán se llenó de militares, había una fuerte presencia de soldados pues estaba en marcha la “Operación Cóndor” contra el narcotráfico. En las calles había persecuciones y cada día decenas de jóvenes de la LC23S eran detenidos y encarcelados, había un clima de incertidumbre e inseguridad.
Martha Camacho era esposa de José Manuel Alapizco Lizárraga, quien era profesor en la preparatoria Hermanos Flores Magón, donde impartía la materia Problemas de México, en sus clases analizaba el contexto social y fomentaba el pensamiento crítico. Ambos fueron emboscados en su domicilio en agosto de 1977, detenidos y trasladados al cuartel militar.
“En una casa que rentamos que estaban muy cerca del Tec de Culiacán, era por la calle que se llamaba Onceava, era la tercer casa, por la Obregón, ahí nos rodearon, hubo patrullas de tránsito que bloquearon varias cuadras a la redonda, nosotros estuvimos (detenidos) del 19 de agosto del 77 al 9 de octubre del 77”.
La tortura
Martha tenía un embarazo de casi ocho meses cuando fue retenida en la novena zona militar, adentro fue separada de su esposo, se la llevaron directo a una habitación de paredes azules y piso amarillo. Ahí identificó al menos a tres decenas más de jóvenes que habían sido capturados, todos fueron torturados, estaban vivos pero en mal estado.
Cuando se reencontró con Manuel, estaba muy golpeado pues había sido torturado, lo llevaron con ella para amenazarlo, para obligarlo a delatar a otros compañeros de lucha.
“Escucho que alguien viene jadeando, y unos minutos después lo avientan, me quitan la venda y veo que es mi esposo, él está vivo, está parpadeando, balbuceando, pero está lleno de sangre y esta con ropa, yo recuerdo perfectamente la ropa que llevaba, llevaba una camisa de la marca Globe con rayas entre cafés y beige, llevaba un pantalón café, lo empiezan a torturar, le dicen ´mira tu vieja, mira el engendro que trae, lo vamos a matar´, me golpeaban, me quemaban con cigarrillos, le insistían para que él hablara”, recuerda.
“Nosotros teníamos muy claro que cuanto más hablas, más te torturan y cuando traigan a los que pusiste te van a seguir torturando y te va a cargar la chingada pero también a los que van a traer”.
Martha recibió varios culatazos en la espalda, le exigían que diera nombre de los cabecillas o matarían a su hijo. No olvida que en ese momento frente a ella, su esposo fue torturado, castrado y asesinado de un tiro en la cabeza.
“A él lo torturan utilizándome a mí, con amenazas de violación, que me van a dar culatazos en la panza y él me veía, se le salían las lagrimas, y a mi nunca se me habían salido, hasta ahora, en marzo por primera vez en la vida”.
“Entonces le quitan la ropa y le dicen ́vamos a ver si tienes tantos huevos´, y lo castran, le avientan sus órganos al pecho y a mi me avistan arriba de él y me dicen ´así va a quedar tu hijo´, y entre mi marido y yo, la panza, no podía pegarme mucho a él porque tenía ya 7 meses y medio, le dan un tiro en la nuca y le sale aquí (se toca la garganta), tengo fotos”. Esas imágenes fueron parte de lo que encontró hace varios años en el Archivo General de la Nación, cuando se desclasificaron los documentos de la DFS relativos a la Guerra Sucia.
Martha relata que en el cuarto de exterminio logró identificar a otros compañeros de lucha, estaba el sobrino del director del Tecnológico de Culiacán en aquel momento, lo liberaron al poco tiempo, pero había alumnos de la UAS, muchos eran menores de edad y hoy están desaparecidos.
Cárcel clandestina
Después de más de 20 días retenida en el cuarto de torturas de la novena zona militar, Martha fue trasladada a una cárcel clandestina al poniente de Culiacán, donde dio a luz a su hijo. Ahí estuvo casi un mes más sin recibir atención médica, con torturas frecuentes para que hablara sobre sus compañeros.
Ese sitio se localizaba en Lomas del Bulevar, fue identificada en diciembre del 77 cuando aún había jóvenes encarcelados. Dice que logró salir de ahí 45 días después, su familia pagó un rescate a los militares para que la dejaran libre.
“A varias de las mamás les pedían dinero, había señoras que cargaban su dinero porque había señoras que decían ´a mi tíreme a mi hijo y te voy a dar lo que quieras´, ellas traían su dinero para negociar. Mis papás lo dieron, tuvieron que vender casas, propiedades, muchas cosas que tenían para poder pagar la cantidad que les pedían, sacando cuentas en aquella época sería lo que ahorita es unos 3 o 4 millones”.